Además del grupo artístico argentino Mondongo, del estudio de creación audiovisual Nueveojos y –por supuesto– de Albert Pla, el otro pilar del musical Miedo es Raül Refree. Y es que fue el responsable de la banda de sonido de la obra, que se despide hoy y mañana de Buenos Aires, en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056). Aunque en la Argentina aún sigue siendo un nombre desconocido, por más que haya estado en varias ocasiones –tanto con el propio Pla y Fermín Muguruza durante la presentación del espectáculo Guerra, en 2016, o con el proyecto Inmigración, en 2007–, el catalán es uno de los productores musicales más importantes de España en los últimos tiempos. “Me siento halagado, obviamente, cada vez que me lo dicen”, reconoce el artista desde Trento, Italia, donde se encuentra acompañando a Lee Ranaldo (exintegrante de Sonic Youth) en su actual gira europea. “Pero, más allá de la repercusión, lo que me interesa es que los discos en los que trabajé envejezcan bien y se recuerden dentro de veinte años”.
–Su fuerte es la producción discográfica. ¿Qué le interesó de la realización de música para teatro?
–Si bien en el teatro no trabajé mucho, salvo por Guerra, sí lo hice en televisión y cine porque me gusta vincularme con las imágenes. Estoy preparando ahora mismo dos películas que van a salir dentro de poco. Una es con Isaki Lacuesta, que es la segunda parte de La leyenda del tiempo, y con Fermín Muguruza hice la banda sonora de un film de animación.
–En lo musical, ¿cómo fue el proceso de creación de Miedo?
–La historia de esta nueva colaboración es curiosa porque al acabar Guerra, Albert, del que soy muy amigo a partir trabajar juntos y de vernos, me contó que tenía una idea para un espectáculo nuevo sobre el miedo. Me pidió que le pasara canciones. Al día siguiente me puse con la guitarra, me salió un tema y se lo mandé. Medio en broma, me dijo que le enviara otro y a lo largo de los siguientes días le seguí mandando. Al final, eso fue lo que le dio cuerpo a la música de Miedo (la pareja de Pla, Judit Farrés, se encargó de los espacios sonoros). Sobre la base de eso, él hizo las letras, y luego hice los arreglos que habéis podido escuchar.
–Más allá de su origen y de su profesión, pareciera que no hay otros puntos en común entre usted y Pla. ¿Qué los aunó?
–Cosas de la vida nos fueron juntando en festivales o conciertos. Hablamos, nos caímos bien y ya había una admiración mutua. Lo que nos unió, más allá de la música, fue un entender personal muy potente. Me siento muy cerca de Albert en lo personal. Tenemos una manera de entender la vida y el humor muy parecidos, aunque musicalmente parezcamos distintos.
–Aparte de Lee Ranaldo, produjo a artistas de la talla de Kiko Veneno, Josele Santiago y Silvia Pérez Cruz. ¿Usted los buscó o ellos lo convocaron?
–Tengo la teoría de que como productor no te puedes ofrecer a nadie. La producción se basa en una confianza que sólo se consigue si el artista quiere que tú lo produzcas. Lee Ranaldo es uno de los músicos de referencia de los últimos treinta años y trabajar con él me dio un placer enorme. Pero lo que significa para mí quedó en un segundo plano una vez que empecé a juntarme con él, de la misma forma que sucedió con Kiko. Tienes que olvidarte de que los admiras para estar a la altura y brindarles soluciones. Ellos quieren que los ayudes a ir más allá de lo que podrían hacer solos.
–¿Cómo encara la producción de un disco suyo en comparación con el de otro artista?
–Cuando alguien viene a buscarme, nos entendemos, me gusta el material y me veo capaz de hacer ese disco. No porque no sea mío dejo de trabajar con intensidad. Si me involucro, lo hago hasta el fondo. Aunque en el caso del álbum de Rosalía, Los Angeles (2017), pese a que lo produje, lo realizamos como dúo. Pero al final decidimos que ella lo firmara.
–Ese álbum que hizo con Rosalía sacudió a la escena del flamenco, a tal punto que la prensa española creó la etiqueta “flamenco hipster” para encasillarlo. ¿Qué opinión le merece el rótulo?
–Desde nuestro punto de vista, es una interpretación de lo que son los cantes antiguos. Si un purista dice que no es flamenco, le doy la razón. Si bien es un disco complejo, oscuro y que trata sobre la muerte, no sé si estableció un punto de inflexión en la escena.
–¿Por qué le interesó más el flamenco que la rumba catalana?
–El flamenco se acercó a mí. Fue sin querer, tocando y haciendo rasgueos. Y tuve la suerte de que vino a buscarme gente como Kiko Veneno o Rocío Márquez, que son nombres importantes dentro de la historia del género.
–En 2017 también puso en circulación su primer disco en cuatro años, Jai alai, en el que el flamenco, el noise y otros géneros que son parte de su ADN musical se relacionan a partir de su comprensión de la guitarra. ¿Por qué demoró en sacar un trabajo de su autoría?
–Ese disco llegó casi sin querer. Pese a que no reniego del formato álbum, mi entorno me hacía hincapié en que no sacaba un disco desde hacía mucho, aunque luego me di cuenta de que lo que no me apetecía era hacer un LP. De golpe me encontré con estas improvisaciones de guitarra que hice el año pasado. Me lo pidió la gente de Guitarras Ramírez, que son los luthiers más importantes de la guitarra clásica, para un video para su web. A partir de eso, hice más improvisaciones, y al final quedó este disco (además de la Ramírez, el artista toca acá una guitarra Fender Telecaster y una Gibson). Entonces le plantee a mi sello, El Segell del Primavera, hacer una colección de EPs sin una continuidad estilística entre ellos.
–Impresiona su versatilidad. ¿Cómo convive el pop y lo experimental en su obra?
–Necesito el cambio para poder disfrutar de las cosas. Soy consciente y valoro mucho poder ir variando y aprendiendo. A medida que pasaron los años, me di cuenta de que siempre intento encontrar a la canción en lo que hago. Incluso cuando estoy haciendo el ruidismo más salvaje, busco la sensación de que hay un discurso y de que estoy contando algo.
–Usted proviene de la escena indie española de los 90. ¿Cómo pasó a convertirse en uno de los mayores exponentes de la vanguardia musical de su país?
–Hace años que estoy involucrado en la escena experimental y de improvisación. Lo que pasa es que nunca editaba nada, pero en los últimos años me sentí con ganas de hacerlo, aunque no se trató de una transición radical.