La Orquesta Filarmónica de Viena y Gustavo Dudamel. La tradición y su actualidad. Desde el lugar que cada uno ocupa en el complejo entramado de cualidades y circunstancias que ordenan las razones, bien podrían ser la representación de “lo máximo”. Hoy a las 20 el director venezolano y la orquesta europea se presentarán en el Teatro Colón, con un programa sin solistas, en base a obras de la tradición sinfónica que se podrían definir de un “romanticismo razonado”: Obertura para un Festival Académico Op.80 y Variaciones sobre un tema de Haydn Op.56, de Johannes Brahms, y la Sinfonía nº4 en Fa menor Op.36, de Piotr Ilich Tchaikovsky. Para el Colón se trata del primer concierto del ciclo “Grandes intérpretes internacionales” y para los artistas es la conclusión de una gira que comenzó en Estados Unidos (Nueva York y Naples, en Florida) y antes de llegar a Buenos Aires pasó además por Ciudad de México, Bogotá y Santiago.
Director Musical de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela desde 1999 y sucesor de Esa-Pekka Salonen como Director de Música y Arte de la “la Phil”, como popularmente se conoce a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, Gustavo Dudamel es un músico excepcional. No sólo porque en la actualidad goza del prestigio y la notoriedad que en épocas doradas supieron tener personalidades de la música como Leonard Bernstein o Herbert von Karajan. Si bien son varios los directores de orquesta que hoy podrían detentar el lugar de “el mejor”, a los 37 años Dudamel resulta el elegido, acaso porque es el que mejor representa las formas de vitalidad necesarias para respaldar y renovar ese repertorio de difuntos, con sus instituciones y sus ceremonias, que constituyen lo que la industria cultural supo llamar “la música clásica”.
Esa vitalidad está conformada de talento, condiciones técnicas superlativas y una imagen atractiva. Y también de circunstancias personales. Con la sonrisa generosa y los ojos luminosos el morocho latinoamericano afirma con desparpajo que la “música clásica también es cool” y por eso es capaz de relacionarla con las hamburguesas, Walt Disney, las aulas, el cine y las plataformas digitales. Pero sobre todo, Dudamel es portador de las formas de pureza que el imaginario colectivo y sus estimulantes materiales asignan a quien viene “de abajo”. Y es así. Primero como violinista y enseguida como director, Dudamel se formó dentro del sistema de orquestas juveniles de Venezuela –conocido en todo el mundo como El Sistema, a secas–, un proyecto en muchos aspectos revolucionario, que desde su creación en 1975 transformó el horizonte de miles de niños en situación de marginalidad social y al mismo tiempo convirtió a Venezuela en la gran usina musical de estos años. Y lo repite siempre, donde vaya. “Siento orgullo de ser referencia de El Sistema”, dijo hace unos días en una conferencia de prensa, durante la escala mexicana de esta gira.
Y donde va, en su condición de venezolano, Dudamel también debe responder a preguntas sobre la situación política de su país. “Venezuela es un maravilloso avión que pasa por una turbulencia”, dijo en México el director, que en 2007 fue condecorado por el presidente Hugo Chávez, que más tarde lo nombró padrino de “Misión Música”, un proyecto estatal para potenciar la incorporación de niños y jóvenes a El Sistema. En los últimos años, desde otros ámbitos Dudamel fue sistemáticamente criticado por no manifestarse públicamente en contra del chavismo. El año pasado lo hizo, cuando objetó los términos en los que el gobierno de Venezuela convocó las elecciones para conformar una Asamblea Nacional Constituyente. El propio presidente Maduro lo increpó por opinar “desde afuera”, al tiempo que una gira de la orquesta Nacional Juvenil de Venezuela por Estados Unidos que estaba programada fue suspendida. Desde entonces el director, por su notoriedad –elemento de peso en la formación de opinión– mantiene una postura conciliadora, en la que asegura apostar a la democracia como sistema y a la música como factor de unificación.
Numerosos son los premios y reconocimientos a nivel internacional recibidos por Dudamel. Desde los doctorados honoris causa en la en las universidades de su ciudad natal, Barquisimeto, y Gotemburgo, donde fue director de la Orquesta Sinfónica entre 2007 y 2012, hasta el de Caballero de las Artes y las Letras, pasando por los Grammy y los Gramophone, entre otros. Casado con la actriz española María Valverde, Dudamel también puede aparecer en Plaza Sésamo conversando con Elmo, en el The Late Show con Stephen Colbert y en el show del entretiempo del Superbowl junto a estrellas del pop como Coldplay, Beyoncé y Bruno Mars. Una discografía extensa, más que la de cualquier otro director de estos tiempos, termina de definir su carácter. Ahí es posible encontrar por ejemplo Stravisnky, Revueltas, Mahler, Beethoven y compositores latinoamericanos con la Simón Bolivar y Brahms, Bernstein, Gershwin y más Mahler y con La Phil. Con estas dos orquestas juntas y un coro de mil niños venezolanos grabó una versión de la Octava, la “de los mil”, de Mahler. También Mussorgsky y Mendelssohn con la Filarmónica de Viena; Richard Strauss y John Adams con la Filarmónica de Berlín; Bruckner, Sibelius y Nielsen con la de Gotemburgo y más aún.
La primera vez que Dudamel subió al podio de la Filarmónica de Viena fue en 2007, en el Festival de Lucerna. Daniel Barenboim fue el solista en el Concierto para piano nº1 de Béla Bartók. Era la primera vez que un director tan joven dirigía a la atildada corporación musical vienesa creada en 1842, que en los últimos años promovió varias “primeras veces” para salvarse de las insistentes acusaciones de sexismo y xenofobia con las que carga su tradición. Del mismo modo que con autonomía y democracia interna se sostuvieron esas tradiciones en favor de la “esencia vienesa”, excluyendo mujeres y valorando diferencias étnicas, recién en 2001 se decidió admitir en la orquesta a un miembro de origen asiático y en 2005 Simone Young fue la primera mujer que dirigió la orquesta. Anna Lelkes, arpista, fue la primera miembro femenina en 1997. En la actualidad, por eso de los cambios graduales, las mujeres en la orquesta son sólo un diez por ciento, incluida la concertino suplente, la búlgara Albena Danailova.
También con eso, la Filarmónica de Viena es una de las orquestas más prestigiosas del planeta, la que usa instrumentos fabricados y diseñados específicamente según sus propias reglas, la del sonido legendario. La que lleva las marcas de los mejores directores de todos los tiempos, desde Mahler, Hans Richter y Richard Strauss hasta Leonard Bernstein y Claudio Abbado, además de representar la ciudad que la justifica, con la emperatriz Sissi, el alcalde antisemita Karl Lueger, Alma Schindler, la dinastía Strauss, Freud, la Escuela de Viena, el Imperio en su caída, la Anschluss al nazismo, la reivindicación de la república y un presente que la sigue celebrando por inaugurar el año a ritmo de vals, para que medio planeta lo vea en directo –y más tarde la escuche en disco– en el Concierto de Año Nuevo, del que Dudamel, otra vez como el más joven, fue protagonista en 2017.