Coproducción colombiana-argentina, Alias Yineth es la segunda de dos películas de aquel origen, englobadas en el llamado “Proyecto Alias”, que cuenta con apoyo de la ONU y se dirige a combatir la militarización infantil a cargo de milicias irregulares. La primera de ambas se tituló Alias María y se presentó tres años atrás en la sección Un Certain Regard de Cannes. Ambas narran historias de niños abducidos por las FARC colombianas. En el primer caso se trata de una ficción, cuya protagonista es una muchacha que queda embarazada tras su relación con el líder del batallón. Alias Yineth narra en cambio la historia de una mujer levada en armas a los 12 años, que tras su huida del campamento guerrillero terminó prestando servicio en una agencia gubernamental. ¿Puede ser que esa agencia haya colaborado con la realización del documental? Es una pregunta que Alias Yineth –que deja a las FARC como villanos y al gobierno de Juan Manuel Santos Calderón como el bueno de la película– inevitablemente suscita.
Según cuenta la protagonista, nacida en un paupérrimo villorrio selvático, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas, que durante un período dominaron ese territorio, habrían llevado adelante una práctica curiosamente igual a la que reina en el futuro distópico de la saga literaria y cinematográfica Los juegos del hambre. La más longeva organización armada del continente americano (1964-2016) exigiría a cada familia un tributo, que tanto podía ser en metálico, para el caso de quienes pudieran pagarlo, como si no la cesión del primogénito o primogénita de la familia, para ser incorporadx a las filas insurgentes. Es el caso de Yineth, que por lo menos en dos ocasiones en su vida debió adoptar nombres de fantasía, de allí el título (el cronista no llegó a contar siete) y la escena introductoria, en la que cambia de look como cambió en su momento de identidad.
Yineth es una mujer carismática, una sobreviviente poderosa, que cuenta frente a cámara su historia personal, comenzando por la extrema pobreza de su pueblo, el abandono de la madre, los permanentes abusos de su padrastro desde muy temprana edad y finalmente la leva compulsiva por parte de las FARC. El relato se centra en ese período, que Yineth vive y comunica como un infierno intolerable (“para comer tenías que pedir permiso, para dormir tenías que pedir permiso, para descansar tenías que pedir permiso, hasta para ir al baño tenías que pedir permiso”). Por un descuido, años más tarde Yineth y una compañera logran huir en medio de la noche, trabajando en Bogotá como bailarina de caño. Es el momento de su segundo alias.
En un segundo plano se desarrollan las conversaciones de paz entre el grupo guerrillero y los presidentes Alvaro Uribe primero, Santos Calderón más tarde. El documental da la palabra a ambos a través de sus discursos oficiales, tomados de la pantalla del televisor, de modo que aparecen como paladines de la paz, denunciando el incumplimiento o traiciones de las FARC a los acuerdos. Finalmente se la ve a Yineth trabajando para la Agencia Colombiana de Reintegración, ente oficial dirigido a la reinserción social de ex guerrilleros. El cine de propaganda, que floreció bajo gobiernos dictatoriales, dejó de practicarse casi por completo hace décadas, al menos en Occidente. Es difícil no pensar en esta película como manifestación tardía de esa vertiente.