“Los más angustiante es que lo que se hace en educación en el 2018 se llora en el 2040”. Así comenzó la entrevista a la rectora del Lengüitas, Cecilia Pfister, quien le pone el cuerpo, al igual que otras maestras, alumnos y madres y padres, a la defensa de los institutos de formación docente que quiere cerrar el gobierno porteño para abrir una universidad.
Pfister dice además que le resulta incompresible el ensañamiento que tiene este gobierno con los docentes y asegura que los institutos pueden convivir con la Universidad.
Con 37 años de experiencia docente, Pfister insiste en que una cosa no invalida la otra y que pueden coexistir la universidad y los institutos. Y aclara que la comunidad educativa en general acompaña la apertura de nuevos espacios de formación siempre y cuando no implique el cierre de otros.
“Por lo que se viene anunciando –explica–, se supone que se van a desintegrar los 29 institutos de formación docente para dar vía libre a la creación de una única institución de carácter universitario que cancele, por esa misma desintegración, los 29 concejos directivos y los equipos de conducción que son elegidos de acuerdo a un reglamento orgánico institucional, regido por un reglamento orgánico macro. Y todo eso desaparecería. Eso quiere decir que lo que desaparece es la representatividad de todas esas instituciones en sus directivos.
–Son 29 institutos que funcionan en distintas escuelas.
–En el caso particular de los institutos que están en las escuelas normales, no vendría a ser como una instalación del instituto dentro de la escuela, sino que la escuela tiene sentido porque los otros niveles son departamentos de aplicación. ¿Aplicación de qué? De todas las prácticas y todos los contenidos teóricos que se dan en todos los institutos de formación docente.
–¿Al cerrar estos institutos las escuelas normales desaparecen?
–Las escuelas normales desaparecen, porque desaparece su unidad académica. La unidad académica es el terciario. A tal punto que los rectores, elegidos por toda la institución, son profesores del terciario. Entonces, es el terciario el que nutre de una coherencia pedagógica a todas las instituciones. Y por eso nosotros hablamos de identidades que se van a perder para siempre. Porque las “Lenguas” por ejemplo, van a perder esa esencia que los caracterizaba. Y así con cada uno de los IES que tienen departamento de aplicación.
–El Lengüitas dejaría de ser el Lengüitas.
–Exacto. Pasa a ser tres escuelas. Puede ser que conserve el nombre. Lo que a mí me parece importante es recalcar que no estamos debatiendo y discutiendo los nombres. Si terciario sí, si universidad... Porque lo que a veces dice el gobierno es que “no hay gente estudiando en los profesorados porque ¿quién quiere ir a un terciario?” Como si el terciario fuera de tercera categoría. “Lo importante es lo universitario”.
–¿Podría coexistir la universidad con los institutos?
–Absolutamente. De hecho hay universidades en la Ciudad de Buenos Aires y los institutos existen también. Y de hecho, muchos de nuestros alumnos son producto del desgranamiento universitario. Mucha gente pasa por distintas universidades, por mandatos familiares... “No vas a estudiar para ser profesor, estudiá para ser licenciado”, y después se dan cuenta que, cuando empiezan a trabajar, en suplencias en colegios privados, les gusta la docencia. Entonces, necesariamente el ámbito de formación son los institutos.
–¿Cuál es el argumento para el cierre?
–Que hay pocos docentes. Entonces se cree que esa escasez de docentes está determinada por una suerte de desaliento, pero no tienen en cuenta la parte de cómo el Estado reconoce a los profesionales de la educación, es un tema que pareciera ser algo no central. Plantean que faltan docentes por cuestiones de prestigio.
–La reunión en la Comisión de Educación de la Legislatura no fue muy alentadora para los docentes.
–Fue la primera reunión constitutiva de la Comisión de Educación y como se sabe fue una reunión interrumpida, porque según el presidente de la Comisión, (Maximiliano) Ferraro, no ameritaba dar la voz a todos los involucrados de los institutos de formación docente porque no lo establecía el protocolo de una primera sesión. Lo que llama poderosísimamente la atención es cómo se destruye todo lo que en educación queremos construir, con esos pequeños actos.
–El oficialismo cuenta con los votos, lo que significa que es altamente probable que este proyecto salga.
–Hay que ver muchos aspectos de este proyecto. Porque al ser un proyecto de dos o tres páginas, no se puede evaluar, hay cuestiones legales, hay infinitas cuestiones curriculares, hay que ver cómo se van a hacer. ¿Qué va a pasar con los planes de estudio? Porque hay distintos planes de estudio, hay distintos profesorados. ¿Cómo se van a combinar? Bueno, no se van a combinar porque de hecho se van a desintegrar. En realidad uno tozudamente apuesta como docente a convencer a los gobernantes y a la ciudadanía en general, de que esto es un gravísimo error. Pero bueno, es casi como una enunciación de deseo. No nos tenemos que olvidar que dentro de nuestras máximas autoridades hay un ingeniero químico que vino a plantearnos el tema de la Unicaba, al principio dialogando, pero luego nos retiramos porque ya era una agenda pautada y totalmente digitada. (Diego) Meiriño, el Subsecretario de Educación es ingeniero químico, y creo que tiene dos años de residencia en el país. Entonces, uno se pregunta: ¿dónde está el conocimiento? Y hay algo que para todos los docentes es básico, ¿cómo puedo poner a alguien que no sepa en frente de un aula? Nadie pensaría en poner adentro de un quirófano a alguien que no sea un cirujano. Por qué sistemáticamente en educación tenemos que lidiar con alguien que carece de conocimiento específico.
–¿Qué expectativas reales tienen para evitar el cierre de los institutos?
–La pelea hay que darla en la Legislatura pero desde la Legislatura se nos saca el micrófono, se nos apagan las luces para que nos vayamos del recinto. Además, lo más angustiante de todo esto es que en educación lo que se hace en el 2018, se llora en el 2040. La gente puede reaccionar, la comunidad entera, el contexto social más macro reacciona frente a la inmediatez, frente al corte de luz, frente al corte de calle, pero frente al corte de la formación docente, no. Con este nivel de maltrato, nuestros adolescentes probablemente quieran ser cualquier cosa menos docentes. Hay todo un discurso instalado de que no vale ser docente, por todo lo que se dice después de los docentes. Faltan, no trabajan, son vagos, no saben nada. El nivel de especificidad que tienen nuestros egresados en cuanto al contenido curricular es altísimo. Y la comunidad que nos mira desde afuera, como las universidades, muchas ya han expresado su solidaridad y apoyo porque saben cómo formamos. Ahora, cuestionar al docente porque los chicos tengan problemas de lectocomprensión, por ejemplo, es equivocar el análisis. Es como decir la gente se enferma porque los médicos están mal formados. Uno no puede pensar en una forma tan lineal. El maestro está muy devaluado socialmente, entonces debe ser seguro culpa nuestra. Sinceramente quisiera entender el porqué. ¿Por qué tanto ataque? A nivel local, a nivel provincial y a nivel nacional. Ese es un interrogante que tengo. ¿Por qué tanto ensañamiento, por qué tanto ataque sistemático? Eso no me lo puedo explicar.