Las principales economías regionales se vieron gravemente afectadas en estos últimos años. Las producciones frutihortícola, vitivinícola y lechera son las que están atravesando una situación más compleja, golpeadas principalmente por la languidez en la demanda interna, que impide que buena parte de la oferta encuentre su cauce natural en el mercado local.

La consecuencia es que gran cantidad de plantaciones fueron abandonadas y se verificaron cierres de establecimientos para conserva y primera transformación industrial de la cosecha. En este marco, los “frutazos” se suceden con cada vez mayor frecuencia, como mecanismo para visibilizar las tensiones del sector.

A la falta de mercado, hay que sumar el incremento del peso de los servicios públicos sobre la matriz de costos, el achicamiento de los márgenes de ganancia, los altos costos logísticos y la competencia creciente con productores del exterior. Un combo explosivo. 

Manzanas y peras

En la economía regional frutícola, la zona núcleo se encuentra en los valles de Río Negro y Neuquén, junto a parte de la zona sur de Mendoza. Para poner en números el desempeño coyuntural del sector, las ventas de peras en el exterior disminuyeron un 20 por ciento en dos años, habiendo pasado de 332 mil toneladas exportadas en 2015 a 268 mil en 2017. 

La merma en las exportaciones de manzana fue de un 30 por ciento en igual período. Cuando la lupa se pone en el mercado interno, observamos un retroceso similar en ambas frutas, las cuales explican más de un 80 por ciento de la producción regional. 

Así, tomando como indicador el ingreso al Mercado Central de Buenos Aires de ambos productos, se cuenta con una caída del consumo de peras cercana al 35 por ciento en el acumulado bianual, pasando de 39 mil a 29 mil toneladas. Respecto a las manzanas, el descenso en la demanda se ubica en torno al 10 por ciento, al caer de 80 mil a 72 mil los ingresos de producto al principal centro de acopio y distribución del país. 

Estos valores son los más bajos desde 2002 en el caso de las peras. Y desde 1999 en el caso de las manzanas. 

Limones, mandarinas y naranjas

El 2017 tampoco fue un gran año para el resto del sector: las exportaciones de limones y mandarinas disminuyeron 16 y 18 por ciento, respectivamente. Las únicas ventas al mercado externo que se acrecentaron fueron las de las naranjas. Las mismas lo hicieron en 17 por ciento en relación a 2016. Sin embargo, sus ventas al mercado interno menguaron en 13 por ciento en igual período.

Uvas

La actividad vitivinícola también sufrió un cimbronazo a partir del nuevo arreglo macroeconómico de liberalización y eliminación de subsidios cruzados. Dicho complejo, es un sector importante desde el plano cultural y, económicamente, es una actividad central para la región cuyana, tanto por su trascendencia histórica como por su capacidad para integrar la actividad rural con otras de transformación primaria que agregan valor in situ. 

Para tomar dimensión, la Argentina se encuentra entre los cinco países más importantes en cuanto a elaboración de vino y entre los diez primeros exportadores a nivel mundial. Dicho esto, la actualidad del sector no se encuentra ajena a la generalidad de las economías regionales. Según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), la producción nacional del año pasado fue de 20 millones de quintales, mientras que en 2015 había superado los 24 millones.

Este retroceso representa una caída acumulada del 19 por ciento. Semejante resultado repercute negativamente sobre el empleo, que se ha reducido en un 5,3 por ciento a lo largo del último bienio. El desempeño de la actividad tiene una alta correlación con el comportamiento del consumo en el mercado interno, ya que se estima que la plaza local explica el 80 por ciento de la producción de vino y derivados de la uva. Las ventas internas se redujeron casi un 18 por ciento desde finales de 2015. 

Por último, el frente externo también generó ruido entre los empresarios vitivinícolas. El derrumbe acumulado de las exportaciones estuvo en el orden del 30 por ciento. Además, en el último año se observó un fuerte proceso de reemplazo de productos locales por importados. Así, las compras en el exterior se multiplicaron por ocho pese a la caída en el consumo interno.

Leche

En la pampa húmeda, otra de las economías regionales de alta relevancia es la del sector lácteo. Como en los demás casos, la merma en la demanda y la compresión de márgenes para los tamberos (que mayormente producen a baja escala) caracterizan la situación crítica del sector y explican la causa del cierre de muchos establecimientos productivos. Por el lado de la oferta, la producción de leche fluida cayó un 12,8 por ciento en estos dos años. 

Por otra parte, disminuyeron las elaboraciones de postres, lácteos y flanes (-1,0 por ciento), yogures   (-2,9), dulce de leche (-7,9), leches chocolatadas o saborizadas    (-8,1) y manteca (-16,9). Esta reducción en la oferta surge a raíz de una depresión en la demanda, tanto interna como externa. En cuanto al consumo interno de leche fluida, se presentó una disminución progresiva en el último bienio, alcanzando una merma del 10,4 por ciento. 

No es menor señalar que se trata de un bien de consumo insustituible, cuya “elasticidad ingreso” es muy baja, por lo cual la caída en el consumo de leche no trasunta meramente una rigidez económica, sino que debería concitar una inquietud de salud pública. Por el lado de la demanda externa, las toneladas exportadas el último año cayeron 24 por ciento. 

Al igual que en los cultivos, la actividad lechera también sufre por las importaciones, intensificando la endeblez del sector. El ingreso de leche fluida proveniente del exterior, aumentó en el último año 64 por ciento. Este incremento exorbitante influenció negativamente en la balanza comercial, ya ampliamente castigada por el resto de la economía. Con todo, el superávit sectorial fue el más bajo en los últimos 10 años.

Márgenes

Además de estos problemas que deben afrontar desde las economías regionales por el bajo consumo interno y la merma en las exportaciones, se suman otros factores. Uno de ellos, es que los márgenes de ganancia que están obteniendo los productores de diferentes regiones es realmente bajo. Sin dudas, el caso más alarmante se da en los productores de manzanas y peras. Mientras el kilo se vende a 4 y 3 pesos, respectivamente, en el mercado final rondan los 40,8 y 43,5 pesos. Es decir, que en ambos casos la producción del bien no alcanza el 10 por ciento del valor agregado. La misma situación se vive en la actividad lechera, en la que el precio promedio por litro que vende el productor es de 5,8 pesos. Mientras tanto, el consumidor final lo paga 26,4 por ciento, un 355 por ciento más caro. 

La compresión de márgenes tiene que ver con el encarecimiento de la logística y los elevados costos financieros, además de la dificultad de sostener las estructuras fijas de almacenamiento y distribución. Esta tormenta perfecta constituye una espada de Damocles sobre la castigada rentabilidad de los productores. En un contexto de demanda interna raquítica para aquellos productos que las familias pueden suprimir, se termina generando para las economías regionales un escenario cada vez más crítico.

* Integrantes de la Carrera de Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda y del colectivo Economía Política     para la Argentina (EPPA).