“Así que empezó...”, pensé. “¡Y el ganador es –metí las manos en el bolsillo del abrigo para encontrar algo que se asemejaba a un sobre–... PáginaI12!” (el diario asociado con La Jornada). El primer medio en el mundo demandado con base en una polémica y recién aprobada en Polonia ley que busca defender la buena reputación del país criminalizando las sugerencias que los polacos fueron cómplices de los crímenes nazis (como el Holocausto), pero que en realidad pretende sanitizar la historia al gusto de los ultranacionalistas en el poder.
¿El motivo de la demanda? Un artículo que el periódico argentino publicó en diciembre pasado sobre el pogrom en Jedwabne (1941) donde polacos gentiles masacraron a 1600 vecinos judíos. Según los demandantes una conexión así difama a la nación polaca. Más que una falsa excusa –que es– este detalle resulta sintomático y sumamente revelador.
–¡Ahí les duele!, grité.
No es que Jedwabne no les duela. Impide seguir calificando el antisemitismo polaco –parte integral de la anatomía del nacionalismo local, étnico e inherentemente excluyente– como algo marginal o inofensivo. Contradice la visión dominante que sólo fuimos víctimas (del nazismo, del comunismo, de la historia en general). Pero la derecha ya aprendió a neutralizarlo. A expulsarlo de la consciencia. De acuerdo con la ministra –¡ojo!– de educación de PiS ya no muy se sabe quién lo hizo. Según una encuesta sólo 15 por ciento de alumnos de la secundaria sabe decir que fue lo que verdaderamente ocurrió en Jedwabne.
El día que me enteré de la noticia justo salía del teatro. ¿Sorprendido? Para nada. Tarde o temprano los patriotas iban a atacar.
Todo el lío en torno a la ley en cuestión podría ser de hecho un buen drama. Cada acto incluso un género diferente: una tragedia, una farsa, una grotesca, un horror, una comedia de equivocaciones...
–¡Bernhard! ¡Thomas Bernhard!, exclamé.
Por aquí en algún lugar ha de estar aún el boleto para su Ante la jubilación (1979), un magnífico ejemplo de la manera en que fustigaba la sociedad austríaca, conservadora, nacionalista, clerical, por su incapacidad de saldar las cuentas con el pasado. De enfrentar su antisemitismo. De asumir su corresponsabilidad por el nazismo. Décadas después de la guerra, todos casi con un familiar en la SS creyéndose víctimas de Hitler. Todos viviendo en la negación. Todos inocentes.
Como –toutes proportions gardées– me suena esto.
Allí está la ley en cuestión ideada para esclarecer la historia, pero que abre la puerta al negacionismo –los polacos que delataban o mataban a judíos por su cuenta sí fueron cómplices del Holocausto– y busca tapar el oscuro pasado antisemita de los ancestros políticos de PiS, tanto las agrupaciones del periodo de entreguerras como los partisanos anticomunistas post 1945, los llamados soldados malditos, los actuales role models del patriotismo.
Allí están los demandantes de PáginaI12 defendiendo precisamente a los muchachos, alegando que la publicación de su foto junto al texto sobre un pogrom hace creíble la tesis del antisemitismo polaco, mientras la judeofobia fue la columna vertebral de su ideología, parecían regirse por un lema haz patria, mata un judío o un comunista (y si era un judío comunista mejor aún) y la propaganda antisemita de uno de sus grupos más radicales estaba detrás del pogromo en Kielce ya después de la guerra (1946).
Allí está el premier Morawiecki discutiendo con Israel pero abriendo en el calor de la batalla con sus colegas las compuertas del antisemitismo en Polonia (medios, redes sociales) corroborando en la práctica la tesis de su existencia, trayendo de vuelta el hedor de marzo de 1968 cuando los comunistas orquestaron su propia campaña antisemita (algo que aquí trasciende las divisiones políticas) o alegando que somos inocentes porque como únicos no colaboramos con Hitler, pero yendo luego en Alemania guiado por su anticomunismo obsesivo a la tumba de un grupo de partisanos ultraderechistas de NSZ que efectivamente se aliaron con los nazis.
Perdón: ¿no que acabamos de criminalizar las sugerencias que hemos colaborado?
Regresando del teatro prendí la tele y otra vez salieron los soldados malditos... Ayer o anteayer fue su Día Nacional. La mitad del noticiero en el canal gubernamental (TVP 1) estaba dedicado a ellos. Puras flores a los héroes. Gracias a PiS y su revisionismo sabemos hoy que luchaban por nuestra libertad. No mataban a judíos. No cazaban a sobrevivientes. No eran antisemitas. Y yo no voy a citar fuentes o proporcionar datos para contradecirlo. Es un hecho.
Bueno, solo una cita.
El mismo día leí las últimas páginas de las bellas memorias de Wlodek Goldkorn, un periodista polaco–judío de L’Espresso italiano expulsado junto con su familia en 1968. Un libro sobre el vacío que dejó el Holocausto en Polonia. Y los tumultuosos años posteriores. Allí va: En el país [en los años 40/50] había terror, una suerte de guerra civil. Los destacamentos de partisanos derechistas paraban los trenes y los carros, bajaban y fusilaban a judíos y comunistas. Mataban por razones ideológicas: para limpiar el país de los elementos foráneos, no católicos, extraños étnicamente ( Il bambino nella neve, Feltrinelli, 2016, p. 61). Y una suerte de motivo que se repite a lo largo del tomo: “Fulano [judío/comunista] sobreviviente de tal y tal campo o gueto “matado por un grupo de combatientes de la derecha ‘independentista’...”; Mengano [judío/comunista] sobreviviente de tal y tal campo o gueto matado por partisanos anticomunistas....
Todo entretejido en la narrativa. Sin valorar. Una simple y obvia parte de toda esta complicada y trágica historia. Su padre, también un periodista, andaba por calle con una pistola por si fuera identificado por algún patriota.
Hacer creíble la tesis del antisemitismo polaco.... Piedad.
–Mañana será otro día en Polonia, pensé. Seguramente igual de pardo.
* Periodista argentino (por un día y en solidaridad) De La Jornada, de México.