Desde Santa Fe.
Durante la dictadura, el castigo a los presos políticos en la cárcel de Coronda era permanente y sistemático. "Todo estaba prohibido", dijo el dirigente histórico de la CTA Victorio Paulón. Los sancionaban por cualquier cosa: caminar, acostarse, silbar, reírse o por un imaginario rincón de las arañas en la celda. "Era un sistema de sanciones aleatorias", lo describió el ex ministro de Salud de la Nación Daniel Gollán. "Un encierro de 23 de las 24 horas del día, generalmente las 24 horas", relató el ex diputado nacional Eduardo Seminara. Los tres sobrevivieron a los padecimientos "más extremos" en lo que Paulón llamó "un campo de experimentación de la destrucción psíquica y moral de personas". "Un programa de exterminio psicológico" de militantes políticos y gremiales, sostuvo Gollán. "Una política de destrucción que no tenía límites".
Paulón, Gollán y Seminara declararon el jueves como víctimas y testigos ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga por delitos de lesa humanidad a dos ex comandantes de Gendarmería que dirigieron la cárcel de Coronda después del golpe, Adolfo Kushidonchi y Juan Angel Domínguez. El tercero, Octavio Zirone falleció durante el proceso. Sus testimonios fueron propuestos por la querella que patrocinan los abogados de Hijos Lucila Puyol y Guillermo Munné.
Zirone comandó el penal entre agosto de 1976 y diciembre de 1977. Domínguez lo reemplazó en dos períodos: entre febrero y marzo de 1977 y desde noviembre de ese año hasta febrero de 1978. Y Kushidonchi operó como el segundo de Zirone entre noviembre de 1976 hasta febrero de 1977 y luego asumió como director, en febrero de 1978. El Ministerio Público los acusa por dos "homicidios" y "tormentos agravados".
Paulón pasó por Coronda entre mayo y octubre de 1975 y luego en 1978. Gollán y Seminara llegaron en 1976. Los tres señalaron a Kushidonchi, que es el único que está en la sala de audiencias porque Domínguez sigue el juicio por video conferencia desde Salta. Seminara dijo que lo recordaba de su paso por la cárcel de Rosario, en el invierno de 1976. "Ahí lo conocí, era el responsable de los presos políticos, el que supervisaba las visitas", contó.
Gollán dijo que Coronda fue un laboratorio, donde la dictadura aplicó un "plan de destrucción psicológica" de los presos políticos. El estuvo detenido tres años. Los guardias "tenían órdenes superiores o el amparo de hacer con nosotros lo que quisieran". El régimen se había endurecido hasta llegar a "situaciones extremas de no poder ver la cara de otra persona durante meses", si los encerraban en los calabozos de castigo, a los que llamaban "chanchos". "Nos sacaron todo": las visitas, los recreos. "No podíamos escribir, leer, hacer gimnasia. Quedamos solos. Nada que hacer durante 24 horas".
Era un sistema de sanciones permanentes. Y recordó lo castigaron por "tirar colillas de cigarrillo en el inodoro" y él no fumaba. "Cada tantas sanciones nos mandaban a los chanchos", donde les sacaban hasta los colchones. "Eran tenebrosos, muy fríos y húmedos" en invierno, cuando había que dormir sobre una "losa helada" y asfixiantes en verano, con temperaturas de 60º. "Hice una crisis de claustrofobia. Eran terribles en verano, peor que invierno".
Gollán llamó "tortura sofisticada" a la música por altoparlante y al máximo volumen a la que los sometían 10 por hora por día. Tuvo la oportunidad de plantearle el tema a Kushidonchi, quien le contestó. "Ustedes se quejan por todo y si les ponemos música funcional también se quejan".
En un segundo cruce con Kusichonchi, Gollán dijo que el gendarme justificó las sanciones contra él porque "era muy rebelde". "Usted viene de una familia conocida", le reprochó por qué estaba preso. "Me decía que yo no dejaba de pensar como subversivo".