“Las maltratan, las verduguean, las chicanean, las golpean como si fueran bultos. Las hacen parir en los pasillos. Las lastiman y después tardan horas o días en brindarles atención médica. En estos momentos hay una huelga en la cárcel de Ezeiza. Hay una compañera recluida en la celda psiquiátrica, que es uno de los peores lugares a los que te pueden mandar, un depósito humano donde te dopan. Y otras cuatro están recluidas en celdas de aislamiento. Otra perversidad del sistema: te meten para que no puedas ver el sol ni comunicarte con nadie”. Así denuncia Alejandra Rodríguez (integrante de la colectiva YoNoFui y de Ni Una Menos) las condiciones de vida que padecen las mujeres privadas de su libertad de la Unidad 4 del Servicio Penitenciario Federal (SPF). Entre el 8 de marzo a las internas se les comunicó que no se les pagaría por el trabajo realizado durante febrero y esa misma noche se las reprimió ferozmente. En estos momentos las mujeres del penal se encuentran en huelga: no están recibiendo la comida y realizan cantos de protesta por la mañana y por la noche.
El jueves pasado las internas decidieron adherir al paro internacional de mujeres, con ruidazo pacífico y manifiesto feminista incluidos. Ese mismo día por la tarde, el Servicio Penitenciario Federal seleccionó a un grupo de mujeres para inaugurar una “reunión de convivencia”, de la que participaron una representante por pabellón y autoridades de la cárcel. En ese encuentro improvisado se les informó que no cobrarían el ingreso por las horas trabajadas durante el mes anterior, sin especificar una fecha de pago a futuro. “Esta es una noticia muy dura para ellas porque la mayoría aun estando en la cárcel sigue siendo sostén de hogar. Ni siquiera ven el dinero porque lo más común es que su sueldo se deposite directamente en la cuenta de un familiar y se destine para los gastos de los hijos o de algún adulto mayor que la mujer presa tiene a cargo”. La gran mayoría de las mujeres privadas de su libertad trabaja. Según le explicó Alejandra Rodríguez a PáginaI12, “para trabajar debés tener condena firme, sin embargo lo más usual es que no la tengan, entonces lo que hacen es hacerlas adherir a una ‘condena voluntaria’”. Si bien esa firma no tiene peso en el expediente, ni tiene validez judicial alguna, es una “forma de disciplinamiento que usan dentro de la cárcel. No corre por el lado de la Justicia, sino que es un modo de ‘hacerte confesar’, que admitas una supuesta culpabilidad, para poder trabajar. Es un modo más de sometimiento, extorsión y crueldad que funciona a nivel interno”.
Las mujeres que fueron seleccionadas para participar de la reunión con las autoridades en la que se les comunicó que no les iban a pagar fueron “muy bien elegidas”. En su mayoría, se trató de internas no organizadas o recién ingresadas al penal y, por lo tanto, con pocos conocimientos del funcionamiento interno y los procesos administrativos de la cárcel. Aun así, “se las amenazó con que se les descontarían más horas a futuro si realizaban alguna medida de protesta ante la falta de pago”. Antes de esto, además, “dentro del penal se había lanzado el rumor de que se les iba a empezar a recortar el 50 por ciento de lo que cobran por hora. Esto de los ‘rumores’ es algo usual. Son informaciones sin confirmación que echan a correr a propósito, es otro de los mecanismos perversos del sistema, en este caso, para ir instalando la idea de ajuste, que cabe destacar que se elije aplicar primero en las mujeres pobres”, analiza Rodríguez.
Esa misma noche, durante la madrugada del 9 de marzo, un grupo de mujeres conversaba sobre la noticia de la suspensión del pago cuando las fuerzas de seguridad ingresaron en forma intempestiva. Las mujeres buscaron refugio en una de las celdas, de donde fueron sacadas por efectivos masculinos a fuerza de gas pimienta, golpes de puño y patadas. Varias resultaron heridas. Una de ellas fue trasladad al pabellón psiquiátrico y otras cuatro fueron encerradas en celdas de castigo. Fue este le hecho que desató la huelga.
En estos momentos no están recibiendo comida y protestan mediante batucadas por la mañana y por la noche en las que se las escucha gritar: “Somos seres humanos, no animales”, “Que se acabe la violencia del Servicio Penitenciario”, “No queremos parir más en los pasillos”, “Que nuestros hijos no paguen más las consecuencias”. Exigen que los organismos de Derechos Humanos visiten las instalaciones completas del penal. “El modo de protesta está siendo el canto en las batucadas en el que exigen por sus derechos y denuncian las crueldades de las que son objeto todos los días en la cárcel. Ya las amenazaron con que dejaran de hacer música con un ‘ojo que esto va a tener consecuencias’. Sorprende sinceramente la brutalidad de las medidas tomadas por parte del Sistema Penitenciario y sobre todo que lo hicieran en el marco del 8M”.
Antes de la huelga, las mujeres del penal habían redactado un manifiesto en el enumeraron los motivos por los que adhirieron al 8M: “para decir basta a la discriminación y el estigma que marcan nuestros cuerpos por haber estado presas, lo que termina siendo una doble condena. Paramos para exigir el arresto domiciliario a todas las mujeres madres con hijos menores de edad en contraposición a lo que hace la justicia patriarcal que no duda en otorgar el arresto domiciliario a los genocidas. Paramos porque estando presas y enfermas no recibimos atención médica, y somos tratadas como desechos”.