A Facundo Alexis Ferreira, el niño de 12 años que murió de un balazo en la nuca porque la Policía de Tucumán interpretó que “circulaba (en moto) de forma sospechosa”, le decían “Cumpita”. Se había ganado ese apodo cuando vivía en Santa Fe junto a Romina, su madre, y jugaba al fútbol en Unión de Sunchales. En el club se caracterizaba por repartirle la pelota a todos. Ahora transcurrieron cuatro días de su muerte y su familia sigue sumida en el dolor por el crimen y la confusión por las versiones cruzadas del caso. También viven bajo presión. Anoche, horas después del sepelio, justamente la policía tucumana realizó un “operativo de saturación” en el barrio La Bombilla, donde vivía Facundo, que dejó varios detenidos. Los vecinos lo interpretaron como “un apriete”. Mañana lunes, familiares, amigos y vecinos de Facundo se movilizarán frente a los tribunales para reclamar justicia.
“Mi ahijado era un chico bueno. Un excelente hijo, nieto y hermano. No andaba en nada malo ni sabía lo que era manejar un arma”, describió Malvina Gómez, su tía y madrina en diálogo con PáginaI12. Ella y Romina Ferreira viven en Santa Fe por trabajo, pero sus dos hijos, de 15 y 17, se criaron con Facundo en Tucumán, en la casa de la abuela, Mercedes del Valle Ferreira, de 75 años, a la que todos llaman “mamá”.
Facundo “estaba contento porque este año empezaba el secundario”, prosiguió Hilda, una de sus tías. El sacrifico que tuvo que hacer fue alejarse un poco del fútbol. “En diciembre jugó el torneo de ‘Los Tigresitos’, que es muy reconocido allá en Sunchales. Le dieron unos trofeos, todos lo querían”, agregó Malvina. Pero tenía motivos de sobra para volver a Tucumán. “Quería mucho a la abuela. Y como ella cumplió años en estos días nomás, él quería estar. Aparte, era amigo de todos en el barrio. Hubieran visto lo que fue la despedida”, el día del sepelio, lamentó.
La noche en que fue víctima de la “doctrina Chocobar”, aplicada por la policía motorizada tucumana, había salido a comprar comida pero en el camino lo invitaron a ver las picadas de motos que se corren en el Parque 9 de Julio. Le dijo a su abuela: “Ya vengo, me voy a comprar un ‘sángüi’ de milanesa”.
A las 4 de la madrugada del jueves, tres horas después de que lo habían baleado, Mercedes recibió un llamado telefónico desde el hospital Ángel Padilla y ahí empezó el dolor, pero también el derrotero de confusiones. “La Policía le dijo a los médicos que el chango se había caído de una moto, que fue un accidente vial”, contó Hilda a PáginaI12. Luego, después de que les avisaron de la muerte y “mientras esperábamos en la Guardia que nos den el cuerpito, los policías nos hacían muecas, se reían, nos hacían burla”.
Malvina cree que “esa burla” fue un indicio de “lo que en verdad pasó” en la esquina de Río de Janeiro y Avellaneda, donde el niño cayó baleado. “Hay un testigo taxista que vio cómo el mismo policía que le pegó el tiro, lo agarró a patadas en el piso” a Facundo, agregó la mujer. Además, se preguntó, “si como dice la policía hubo una persecución y el nene tenía un arma, ¿por qué le dijeron a mi mamá que el estudio de parafina (dermotest) dio que no tenía pólvora en la mano?”.
Quien le habría dicho eso a Mercedes, la abuela, “fue la fiscal” Adriana Giannoni. Sin embargo, fuentes policiales y judiciales citadas por la prensa local indica que el dermotest habría dado positivo. “No sabemos nada de nada de la investigación, todo nos enteramos por los diarios y lo que nos cuentan los vecinos”, admitió Malvina. Por eso, “el lunes vamos hacer una marcha a Tribunales y nos vamos a plantar delante de la Giannoni, porque ella le dijo a mi mamá que al nene le había salido negativo la parafina. Hay testigos. Entonces, algo están encubriendo”.
El viernes por la noche, horas después de que cientos de vecinos despidieran al nene que el 7 de mayo hubiera cumplido 13 años, el barrio Juan XXIII, más conocido como La Bombilla, fue alumbrado por el reflector de un helicóptero y de decenas de móviles policiales, que cerraron un perímetro de varias cuadras. Hilda estaba en el hospital porque una de sus hijas había dado a luz cuando la llamaron para avisarle: “No vengas porque está haciendo tiros la policía y han llevado (detenidos) a un montón”. Sobre la avenida Italia, contó Malvina, “los vehículos y los colectivos no pasaban porque ellos estaban haciendo disparos al aire. Entonces, qué justicia podemos esperar si hacían eso y se llevaban preso a cualquiera que pasaba”.
Ese tipo de procedimientos se volvieron habituales en las últimas semanas. Les llaman “operativos de saturación” y cierran sectores enteros de los barrios más pobres, detienen a “sospechosos” y secuestran vehículos. “Para la policía, todos somos sospechosos”, lamentó la madrina del nene.
Durante el día, Romina apareció en varios noticieros de TV y por la tarde salió al centro para comprarle ropa a su bebé. Al volver a su casa contó que “un policía le dijo desde un patrullero: ‘La próxima bala va para tu otro hijo’, y se le rió”, según contó su familia a este diario.
Hilda reiteró una y otra vez que “todo lo malo que dice de él es mentira, mentira, mentira. No era un delincuente. Dicen eso porque vivimos en una villa de emergencia y se creen que pueden decir eso y matarnos como lo mataron a él, como a un perro”.
Para Malvina, en tanto, esa mirada no la tiene solo la policía: “En los medios nos dan con un caño porque vivimos en La Bombilla, pero vamos a ir a dar la cara porque, si anduviéramos en cosas malas, tendríamos vergüenza de pedir Justicia. Deberían informarse bien y hablar con nosotros. También tenemos voz y derechos, porque también somos seres humanos”.
Mientras la policía rodeaba La Bombilla, ella estaba con sus hijos, con Mercedes y su hermana Romina, la madre de Facundo, quien había viajado de urgencia el jueves, cuando se enteró de lo que había pasado. De todos modos, tenía pensado hacerlo. El lunes pasado, su hijo habló con ella. Malvina contó que durante la conversación él le dijo “vení que te quiero ver”.