Después de que estalla la llamada “revolución mexicana”, seguida por varias otras en diferentes lugares del mundo, en particular, quizás la más resonante, la “rusa” (de la que se cumplen cien perturbadores años), el tema que ocupó varias décadas en todo el mundo fue precisamente ése, la “revolución”, con sus complementos, el cambio, la interpretación de la historia, la mirada sobre el futuro, la vanguardia y otros subtemas más. Digo el tema y debo decir “EL TEMA”.
Es claro que hubo dos miradas sobre dicho tema; la de lo que se podría denominar las izquierdas lo abordaban, lo desarrollaban, casi lo imponían aunque no imponían aquello a que aludía, la revolución propiamente dicha: construían un discurso que prometía ser eterno, pero no lo fue. La de las derechas, en cambio, menos reflexivas que prudentes, lo consideraban una casi atmosférica amenaza, pensaban con temblor que lo que aludía podía producirse y al mismo tiempo lo ignoraban o lo desdeñaban. No es inútil recordar el título, que se hizo famoso, de un libro de José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas. Ni tampoco el de André Malraux, La condición humana, relacionado con la revolución china, ni el de Elias Canetti, que apareció mucho después, Masa y poder, a partir de la brutal aparición en el mundo del nazismo.
No importa, lo que importa es que era un tema insoslayable como otros lo habían sido en otros momentos y otros lo serían en el futuro. Por ejemplo, el ascenso de los totalitarismos y sus prolongaciones locales, las dictaduras de todo tipo, ese tema no podía evitarse en toda conversación razonable y, sobre todo, en las proclamas políticas de toda clase, desde comienzos de la década del 30 y hasta unos diez años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Como el otro, dio paso a otros temas pero también puede pensarse que obligó a considerar los precedentes. Por ejemplo el tema de la emergencia obrera como consecuencia de la revolución industrial. ¿Se hablaba de otra cosa entre 1850 y 1890 en Europa? ¿No tenía en las grandes novelas de ese período una instalación tan creativa como reveladora, me refiero a Dickens, a Zola, a Gorki y tantos otros, deslumbrantes pintores de la penosa situación obrera y de la miseria que la acompañaba? Eso no quiere decir que esos temas fueran excluyentes, seguramente había otros no menos absorbentes, y apasionantes, perfectamente legítimos en sus respectivas esferas.
Para volver a esas importantes categorías temáticas, el obrerismo por ejemplo –así podemos designar ese tema– opacó, según afirmó en su momento, y no le faltaba razón, el gran poeta Aimé Césaire, al colonialismo, pese a que la realidad que implicaba estaba ahí nomás hasta que entrado el siglo XX el tema toma posición y se traslada del Caribe, desde que resurge, a América Latina y hasta al Asia, donde alcanza altura teórica, Franz Fanones uno de sus portavoces más decididos. ¿Pero tiene una universalidad equiparable a otros temas que en su momento se instalaron y concentraron todas las referencias y conversaciones? No lo puedo afirmar ni negar pero lo puedo registrar como uno de tantos ejemplos de una cuestión en la que de pronto estamos y que creemos si no eterna por lo menos natural, como si no tuviera origen y siempre hubiera estado ahí.
Los temas que se instalan en espacios transnacionales tienen un tiempo de vida; son desplazados por otros, no necesariamente más importantes o trascendentes. Es lo que puede haber pasado con la Guerra Civil Española: media humanidad se conmovió, el conflicto estaba vinculado con la emergencia del fascismo y, como telón de fondo, las purgas en la Unión Soviética. Desde comienzos de la década del 30 esa situación desencadenó marejadas de opiniones y de análisis que comprometieron inclusive a la literatura y al cine. Es un ejemplo, nomás, muy dramático, que vino a borrar la crisis financiera de los Estados Unidos que vaya si era un grave tema con todas las de la ley. Desde luego que canalizan o expresan preocupaciones sociales de peso de modo que es inevitable que se impongan y las sociedades enteras se galvanicen en su recurrencia. Sólo que no es tan fácil determinar por qué unos se imponen y otros no aunque la preocupación o el interés social en que descansan permite pensar que podrían haberlo logrado. Así, en el momento del surgimiento de la industria, o de la revolución industrial, el tema del obrerismo se impuso y en cambio no el de la industria misma del que salió.
En el campo de la literatura, y del pensamiento, un tema que brotó bastante pronto al final de la Segunda Guerra Mundial, fue el existencialismo. Había llegado a la Argentina, como a todas partes, y casi desplazaba al psicoanálisis que, no obstante, poco tiempo después, comenzó a recuperar terreno incluso en los Estados Unidos, país ejemplarmente pragmático, en el que por lo general el individuo es un ser abroquelado e impenetrable a una indagación de las razones y motivos que tiene para actuar y para vivir. Y, con el psicoanálisis, que acaso sirvió para iluminar algunos aspectos oscuros, desde el derecho al voto, la dominación, la desigualdad del empleo y tantos otros, del importante tema de la mujer, que se venía insinuando desde fines del XIX y ocupó casi todo el XX, con sus vaivenes, en ocasiones fundamental, en otras apagado.
En ese mismo momento, la “guerra fría” entró en escena como un tema dramático, determinante de políticas y canalizador de conflictos y de opciones. Pocos años después fue desplazado por Cuba, tema que parecía insoslayable y que se deslizaba en muchísimos lugares, desde los partidos políticos hasta las mesas de las familias. Duró varias décadas hasta que se apaciguó porque nuevas cuestiones se impusieron: su mérito consistió en que desplazaba la cuestión de las dictaduras, tanto en América Latina como en las residuales europeas. De ahí, un subtema emergente en el campo literario, el “boom” de la literatura latinoamericana, del cual se hablaba en diversos ámbitos, del publicitario periodístico al académico.
Luego, pero en realidad era un tema tradicional, fueron los asesinatos políticos; el intento de eliminar a Lisandro de La Torre no podía dejar de ser interpretado como una oleada que recorrería la sociedad muy poco tiempo después, y en otras regiones del mundo: Trotsky en México, Gaitán en Colombia, posteriormente los Kennedys, Colosio en México, hasta el suicidio de Nisman, era evidente que no se lo podía soslayar. Debe haber muchos más ejemplos.
Por supuesto, no todos los temas que se instalan en los espacios sociales, tan diversos, tienen el mismo origen o la misma capacidad de pasar a otros niveles de generalidad; algunos, cuando estallan, se expanden, otros caducan relativamente pronto.
La multitud de temas que circulan en esta época dibujan una especie de selva que obligaría a reconocerlos, describirlos, explicarlos y admitir su variabilidad. No se puede con todo, me quedo con el tema de la “corrupción”, que no es nuevo pero que parece tener una dramática presencia en la Argentina de hoy: ocupa el discurso político, desde el Gobierno no se habla de otra cosa, se acusa y se demanda a actores de la oposición, la principal la ex Presidente, compromete a jueces y a funcionarios, la televisión y otros medios lo promueven, explican, muchas veces con supuestos y mentiras o interpretaciones forzadas, que todo lo que ocurrió en la Argentina no fue otra cosa que esa lacra pero se ha visto cómo se manipula y cómo declina; es tal la insistencia con que vuelven sobre el asunto que lo han convertido en tema y a su principal enunciador, el propio Mauricio Macri, que habla a los borbotones, como si fuera una especie de Lutero que promete a tontas y a locas un nuevo credo, más viejo que la especie, y que obliga a tenerlo en cuenta cada día, no hablamos de otra cosa. Se sabe, no obstante, que todo eso, incluida la figura presidencial, es en gran medida fabricado. Pero, cuando se toma conciencia de que cubre todo el espacio discursivo deja de ser invocado si alcanza a los poderosos o a los integrantes del equipo presidencial, Presidente inclusive.
Hablamos de eso ¿quiénes? al menos en este país y ahora, pero no de literatura ni de filosofía aunque mis amigos y yo sí, obstinados y fantasmales; pero en el conjunto todos, todos los días, a toda hora, hablamos de Macri y su sintaxis pero también, con voz muy baja, del futuro que le espera no sólo al mundo, eso puede que nos exceda, sino a esta pobre Argentina atacada por todos lados, en una sorda guerra que nos tiene sofocados y paralizados, no terminamos de comprender cómo eso ha sido posible. También eso es un tema.