“Hemos decidido preservar una parte de Campo de Mayo y transformarlo en un parque nacional”, leyó Mauricio Macri del papel que le dictaba su discurso de apertura de las sesiones legislativas. El anuncio liviano, sin detalles ni precisiones y carente totalmente de referencias a los crímenes de lesa humanidad que en ese predio enorme cometieron las fuerzas armadas durante la última dictadura cívico militar sumó más rispidez al vínculo que el Presidente mantiene con los organismos de derechos humanos, con los familiares y las víctimas del terrorismo de Estado y con el planteo de Memoria, Verdad y Justicia que se convirtió en políticas públicas durante los gobiernos kirchneristas. La manera en la que fue anunciada la iniciativa así como la ausencia de toda referencia vinculada a las violaciones a los derechos humanos y, por último, la falta de diálogo con los actores que fueron víctimas de aquellos delitos fueron evaluadas por la antropóloga Luciana Messina como “diferentes formas” del negacionismo que caracterizó a Macri, al PRO y a Cambiemos desde bastante antes de asumir la presidencia. “No hay un solo modo de negar el pasado. Y este es uno más”, advirtió.
Los procesos de recuperación de centros clandestinos de detención y su transformación en sitios de memoria son el eje del doctorado en Antropología que completó Messina y el núcleo de sus investigaciones como investigadora del Conicet. Trabaja en el Instituto de Geografía de la Universidad Nacional de Buenos Aires y coordina el grupo “Lugares, marcas y territorios de la memoria”, que funciona dentro del Núcleo de Estudios sobre Memoria del CIS-Conicet/IDES. Desde ese camino recorrido, aseguró en diálogo con PáginaI12 que los sitios de memoria son “sitios de reparación simbólica”.
–¿Para qué le sirven a la sociedad?
–Sirven a modo de reparación simbólica a las víctimas que sufrieron allí, pero también tienen que ver con el modo en que las sociedades se enfrentan y lidian con el pasado. Los ex centros clandestinos de detención tienen mucho para decir si se los invita a hacerlo, desde registros testimoniales como documentales, históricos y arqueológicos. Una de las cuestiones distintivas de los ex centros recuperados es que poseen una carga simbólica y emotiva muy movilizante no solo para las víctimas y sobrevivientes sino también para la ciudadanía en general. Entrar en ellos, transitar su materialidad, genera emociones, sensaciones, y sentimientos encontrados. Angustia, incomodidad, recogimiento. Pero también constituyen lugares de encuentro intergeneracional, de búsqueda de información, de producción testimonial, de investigación interdisciplinaria, de narración de experiencias, de reencuentro entre compañeros. Acciones que involucran la transmisión. Son sitios que nos constituyen en testigos de los testigos y, por ello, nos legan una responsabilidad sobre ese pasado. En ese sentido, el anuncio del Presidente nos devolvió a un debate que parecía saldado en relación con esos espacios, ese que pendulaba entre si había que destruirlos, preservarlos o transformarlos. Recordemos que Menem quería hacer un Parque en la Esma. La salida de ese debate nos llevó al proceso de recuperación de estos sitios. Pero hay una diferencia, porque Menem hablaba de un Parque de la Reconciliación y Macri no nombra siquiera a ese pasado, no está en su discurso.
–¿Qué significa la ausencia del pasado en el anuncio del Presidente?
–Es un modo más de negar el pasado. Porque no hay un solo modo de negar, el negacionismo se multiplica y se filtra de diferentes maneras. Y esta no mención es una de esas maneras. Cuando intentó lo que intentó con la Esma, Menem tuvo que usar la palabra “reconciliación”, tuvo que elegir un modo de lidiar con un pasado de violencia. Acá ni siquiera. No están directamente en ese discurso los delitos de lesa humanidad que sucedieron en Campo de Mayo, que por definición se siguen cometiendo. Es como si para el Presidente y su Gabinete no hubieran existido. Eso nos coloca en un momento de volver a decir lo que ya se dijo y quedó claro. Por otro lado, está el hecho de realizar un anuncio de estas características en el aire, sin precisiones. ¿Cuántas hectáreas ocupará el parque, qué parte afectará? Macri habló de transformación (de Campo de Mayo en Parque Nacional) para la preservación, un término que es muy característico del proceso que envuelve a los sitios de memoria y a los espacios en donde funcionaron centros clandestinos durante la última dictadura.
–Bueno, luego el Ministro de Ambiente, Sergio Bergman, aclaró que lo que buscan es preservar la biodiversidad del lugar….
–Sí, claro. Entiendo que tiene que ver con eso, que no se refería a las huellas del terrorismo de Estado. Por eso me parece que ahí, en esa palabra, hay una carga de cinismo.
–Campo de Mayo está en manos del Ejército y el proceso de recuperación de los ex centros clandestinos que allí funcionaron llegó hasta la señalización del predio de manera general, desde el exterior. ¿Se puede considerar que, en manos del Ejército, la memoria del lugar está preservada?
–Cuando fue la recuperación de la Esma la discusión se dio, incluso hacia adentro del movimiento de derechos humanos, en torno de si se consideraba a todo el predio como centro clandestino o solo a aquellos lugares de los que había testimonios de sobrevivientes que contaban que por ahí habían circulado detenidos. En ese momento se llegó un consenso en dos sentidos: por un lado, que todo el predio debía ser considerado centro clandestino de detención (y no sólo el sector del “pozo”) y, por el otro, que no había posibilidad de convivencia con las fuerzas armadas o de seguridad. En el caso de Campo de Mayo es difícil a priori imaginar un sitio de memoria en 8 mil hectáreas. Y es un caso particular porque además de su tamaño, allí hay testimonios que indican que hubo enterramientos en el predio. En ese sentido va en contra de la idea de preservación el hecho de que las instalaciones estén bajo la guarda de las autoridades militares. Más si de ellas no hubo un reconocimiento de lo que perpetraron y mantienen vivo el pacto de silencio.
–Los organismos de derechos humanos y las víctimas puntualizaron como repudiable el hecho de que no se los haya consultado al momento de pensar la iniciativa. ¿Cuán importante es la participación de sus protagonistas en los procesos vinculados con los espacios que hablan del pasado?
–Ese punto es importante ya que tiene que ver con cómo se llega al proyecto del parque nacional. Desde mi perspectiva, ningún proyecto es bueno o malo, correcto o incorrecto en sí mismo. Más tiene que ver con cómo se gestan, quiénes los impulsan, con el consenso de qué actores sociales se llevan adelante. Si éste es un proyecto que hace dos años viene trabajándose, si incluso está la Secretaría de Derechos Humanos en las discusiones, que no hayan sido convocados los organismos de derechos humanos, los familiares y las víctimas para opinar al respecto es un modo de ningunear, de negar la magnitud del delito allí cometido.
–¿Qué importancia tiene para la construcción de memoria el compromiso del Estado en la preservación de espacios como los ex centros clandestinos?
–Un Estado que acompaña ese proceso lo que posibilita es que esa historia sea contada para todos, el alcance en términos de masividad, de llegada y transmisión es diferente si está comprometido el Estado que si no lo está. Si es un Estado que implementa políticas pedagógicas, de transmisión a un nivel importante y que despliega un presupuesto para el desarrollo de esas políticas el alcance seguramente va a ser diferente. En ese sentido, la participación, el compromiso del Estado otorga herramientas, habilita que esa representación del pasado tenga más llegada. Siempre convocando a una diversidad de actores sociales, no direccionando todo, monopolizando el poder del contar esa historia. Si no está el Estado no es que sea imposible lograr llegada y masividad en esa transmisión, porque la verdad es que hubo momentos históricos diferentes en las políticas de memoria en la Argentina y los hubo de mucha actividad y proliferación con un Estado completamente indiferente.
–¿Se puede decir que el Estado gestionado por Cambiemos es un partícipe activo en esta preservación?
–La situación actual de los sitios es un poco compleja. En principio no es que hay un desarme completo de lo que se venía haciendo o que se desguazaron todos los programas. Pero sí la relación (entre quienes sostienen los sitios y las autoridades) es mucho más conflictiva que antes. No es que hubo despidos masivos, pero el presupuesto fue menor, su ejecución también. Parte tiene que ver con las burocracias estatales, no se explica todo con el cambio de gobierno. Lo que veo, también, es un redoble en el compromiso militante, que siempre estuvo, por sostener esos lugares. Hay una idea que atraviesa estos lugares que tiene que ver con si son lugares de vida o lugares de muerte. Se dice “donde hubo muerte, que haya vida” o “pujar por transformar estos lugares de muerte en lugares de vida”. Y acá lo que se está dando por sentado es que la muerte es lo propio del pasado y la vida lo propio del presente. Pero también podríamos pensar que hay algo de los restos, los vestigios, las huellas que atesoran estos sitios que sigue vivo, que nos interpela, que nos ayuda a desnaturalizar nuestra mirada, que sacude el automatismo con el que nos aproximamos al pasado y que todo eso tiene valor en el presente. Esas huellas nos hablan en el presente, junto al testimonio de los sobrevivientes nos dan pistas para la reconstrucción de lo silenciado por los mismos represores. Hacer un parque es destruir todo eso, negarlo.