Pasados los treinta y cinco años, para algunas mujeres el tiempo corre. Y mucho. Es que el mandato social dice que les queda poco en su reloj biológico para poder ser madres. Pero está claro que, a pesar de lo que se empeñe en señalar la sociedad patriarcal, una mujer no necesita ser madre para lograr la realización personal. Este es el tema de El padre de mis hijos, tercer largometraje de Martín Desalvo, que decidió dirigir el film pero no escribirlo. El guion pertenece a Alejo Flah y Agustina Gatto. En tono de comedia, el opus tres del director de Las mantenidas sin sueños trata de desatar el nudo que tiene Eva (Mora Recalde) en su cabeza. Es que, a poco de cumplir los treinta y ocho, Eva es abandonada por su novio y se obsesiona con conseguir un hombre para que sea el padre de los hijos que quiere tener. En el camino se cruzarán un médico, un adolescente al que Eva le enseña a tocar el bajo y otros hombres. Pero su madre le marca los defectos que tiene, su padre trata de apaciguar los ánimos y su hermana es un poco la competencia y también la contracara de Eva. Se trata de historias que Desalvo escuchó varias veces. “No sólo las escuché sino que las viví”, confiesa el director. “La película es muy actual. Habla de cosas que suceden hoy, es muy de nuestra generación. Conozco muchas mujeres de treinta y pico que están en esa situación. Es un momento particular de la edad de la mujer y lo tengo muy presente”, recalca el cineasta.
–De algún modo, la película plantea que ser madre no implica una realización como mujer.
–Sí. No creo que la mujer se realice cuando es madre. O, por lo menos, no debería plantearse que “la” realización de la mujer se produce cuando es madre. El hombre no tiene ese tipo de cuestión.
–Pero es algo que está instalado en la sociedad patriarcal.
–Exactamente. Hay una visión de la sociedad patriarcal que es que la mujer se realiza solamente cuando es madre. Yo no estoy de acuerdo con esa posición. Y la película, en tono de comedia, se ríe un poco de todos esos mandatos y de toda esa presión que genera sobre la mujer el “Tenés que ser madre”.
–¿Eva quiere ser madre o siente que debe ser madre?
–Bueno, ahí está un poco la cuestión. La película habla un poco de eso porque Eva tiene esa dicotomía: ¿Es realmente su deseo ser madre o es toda esta presión de la amiga, de los padres, de la hermana que justo queda embarazada y que todos le hablan del reloj biológico y que no puede perder tiempo?
–¿Es también una película sobre la soledad?
–Sí. Si bien es una comedia, abarca todos estos temas que son serios o difíciles. Por eso puede hablar de la soledad, de la separación, la angustia por ser o no ser madre, volver a la casa de los padres, la presión social, el reloj biológico, el paso del tiempo. La película aborda todos estos temas que son complejos y que podrían ser tratados desde un lugar muy serio, pero lo hace desde un lugar un poco más ameno. Se ríe y nos propone reírnos de todo eso.
–También muestra que la vida de una persona está condicionada por el entorno porque Eva no se banca que todas sus amigas estén en pareja o que tengan hijos. ¿La película se pregunta si no se puede ser feliz siendo uno mismo?
–Eso es fundamental y es lo más difícil de lograr. Por lo menos, Eva y la fuerza que lleva es un poco eso: “Yo soy esta, soy así, tengo mis temas, pero la verdad es que me tengo que conectar con quien soy yo y tratar de ser feliz como yo soy”.
–Otro de los temas es el de la hipocresía y las miserias familiares, ¿no?
–Sí. Las miserias están en todas las familias, hasta en las mejores. A ella le toca lidiar con esta familia tan particular, bancarse los padres que le tocaron y la hermana que le tocó. Pero también el componente principal de la familia es el amor (o debería serlo) y eso un poco lleva adelante la relación, pese a todo lo otro.
–¿Buscó establecer una mirada desprejuiciada sobre el sexo?
–No sé si se podría decir que lo busqué. Siento que se da naturalmente. Soy muy afín generacionalmente con Alejo y con Agustina y sentí que me representaba mucho en lo personal cómo pienso, cómo siento la vida y la sociedad. Y en eso está el sexo. Entonces, sí quería representar una cuestión actual, de cómo nos manejamos nosotros hoy en esta sociedad, en Buenos Aires y en todas las grandes ciudades del mundo occidental. La idea fue representar lo más real posible las relaciones sexuales y cómo se dan hoy las relaciones entre la gente.
–No sólo son graciosas ciertas situaciones del guion y de los personajes sino también la peluca que tiene Horacio Fontova, quien compone al padre de Eva. ¿Cómo surgió la idea?
–Nos juntamos para empezar a trabajar y yo le dije: “Te quiero cambiar el look porque este tipo no es como vos, con el pelo largo”. Me dijo que el pelo no se lo cortaba ni en pedo. Y le respondí: “Está bien, no hay problema, pero vamos a armar un peinado y vamos a buscar referencias”. Gaby, la mujer de Fontova, dijo: “¿Por qué no le hacés un peinado tipo Pedro Brieger?” (risas). Me encantó porque Pedro es ese estilo. No digo que tenga esa personalidad, pero es ese estilo. Después, lo hablamos con Jorge Palacios, que es el peluquero de la película, y me dijo: “Dale, perfecto”. Consiguió una peluca, le puso al lado la foto de Pedro Brieger y el Negro le empezó a cortar el pelo a la peluca. Durante el rodaje, el Negro me mandó una foto y me dijo que Pedro le estaba pidiendo plata por la imagen (risas).