Supongamos que estamos de acuerdo, que le creemos a la especialista y confiamos en que los acontecimientos inmediatamente posteriores al Big Bang operan como pistas para revelar los misterios mejor atesorados por el universo profundo. Acordemos en que su tono es convincente y sus gestos acompañan su relato con armonía. Ahora bien, la siguiente pregunta puede ser la estocada definitiva, ya que si perdemos de vista el qué no podemos hacer lo mismo con el cómo. ¿De qué manera se estudia, entonces, un evento que sucedió hace 13.800 millones de años? ¿De qué forma analizar un fenómeno que ocurrió en fracciones de segundos y determinó la existencia del todo?
Afortunadamente, la respuesta no tarda en llegar: “En la actualidad somos capaces de analizar el universo temprano, esos instantes posteriores al Big Bang, a partir de la radiación cósmica de fondo, sus fluctuaciones en la temperatura y otra propiedad que es la polarización”, señala Cora Dvorkin, que es física (UBA) y doctora en Cosmología (Universidad de Chicago). Desde mediados de 2015 se desempeña como profesora de la Universidad de Harvard y la semana pasada fue reconocida como “científica de 2018” por la Harvard Foundation (organismo perteneciente a la institución) gracias a sus contribuciones en la comprensión del origen del todo, que en esta oportunidad explica como nadie.
–Usted es cosmóloga y sus análisis se concentran en describir la física del universo en los instantes posteriores al Big Bang.
–Exacto. Me interesa conocer y describir el universo temprano en esa fracción de segundo que siguió al Big Bang y dio origen al todo, así como también la composición del cosmos a gran escala. Eso involucra la materia oscura (que constituye el 80 por ciento de la materia en el universo) y la energía oscura, sobre las cuales aún no tenemos grandes certezas. Para poder realizar mis investigaciones utilizo datos de la “radiación cósmica de fondo”, esto es, la luz que nos llega del Big Bang. Analizo las propiedades estadísticas de la temperatura y la polarización de esta luz, y así puedo inferir la física del universo en sus primeros instantes.
–Estudia la luz que proviene de un acontecimiento que sucedió hace 13.800 millones de años. ¿Cómo se exploran las características de un fenómeno semejante?
–Esa luz es susceptible de ser medida por satélites y por telescopios muy potentes que están distribuidos por todo el planeta (por ejemplo, me refiero a los que hay en el Polo Sur y en Chile). También utilizo la distribución de las galaxias en el universo, sus propiedades estadísticas y realizo inferencias a gran escala. Vale la pena aclarar que aunque todos los desarrollos se enmarcan en la física teórica, en ningún momento puedo abstraerme de los datos porque en cosmología, la teoría y la experimentación no están tan claramente separados.
–¿Qué es la radiación cósmica de fondo, las fluctuaciones en la temperatura y la polarización que guían sus análisis?
–La radiación cósmica de fondo se refiere a la luz que nos llega desde el Big Bang. Esta luz tiene una temperatura muy fría (de 2,7 grados Kelvin en promedio) y fluctúa en distintas partes del universo. Podemos pensar a la luz como una onda electromagnética y cuando viaja oscilando en un plano particular decimos que la luz está “polarizada”. La luz de una bombilla, por ejemplo, viaja hacia nosotros vibrando en más de un plano. Esta luz es luz “no polarizada”.
–Bajo estas aclaraciones conceptuales, ¿qué características tenía ese universo temprano?
–Lo que conocemos como universo eran partículas a muy altas energías, muy superiores a las que manejan los aceleradores que se construyen en la Tierra. Con el tiempo, ese universo se expandió y enfrió, mientras se desarrollaron diversos procesos físicos: se formaron los primeros elementos livianos, luego los átomos de hidrógeno y más tarde las estrellas.
–Recién señalaba que el 80 por ciento del universo está compuesto por materia oscura. En este sentido, ¿cuánto conoce la ciencia del universo y cuánto recorrido hace falta?
–Si dividiera a la energía del universo, diría que solo el 5 por ciento proviene de materia ordinaria, es decir, de aquella que nos compone a los humanos, a los planetas y a las estrellas; mientras que con el 95 por ciento restante no sabemos cuál es su origen. Aunque a la materia oscura no la vemos, es posible deducir su presencia a partir de los efectos gravitacionales. Es como si se viera que los planetas orbitan alrededor del sol pero no se pudiese ver a la estrella; de cualquier manera se inferiría su existencia.
–¿Y la energía oscura?
–Aunque parezca más una noción asociada a la ciencia ficción puede vincularse a la energía del vacío, que explica –entre otras cosas– que el universo continúe expandiéndose de manera acelerada en la actualidad. Esto se vincula con las investigaciones realizadas por los ganadores del Premio Nobel en Física 2011 (los físicos Saul Perlmutter, Brian Schmidt y Adam Riess).
–¿Por qué sería importante conocer qué ocurrió luego del Big Bang?
–Estos estudios no tienen aplicaciones directas, son abordajes provenientes de la ciencia básica. Nos permitirían conocer el sitio en el que estamos emplazados, el espacio en el que vivimos y del que formamos parte. Comprender las leyes que lo gobiernan, las maneras en que se desenvuelven los fenómenos y suceden los acontecimientos. Sin embargo, que no tengan aplicaciones directas no equivale a decir que no exista un horizonte de aplicabilidad: en la historia ha habido múltiples avances en la comprensión del universo que implicaron el desarrollo de aplicaciones tecnológicas fundamentales para otros sectores del conocimiento. Hoy en día, a causa de que queremos conocer y comprender lo que ocurre en otros planetas, se han producido grandes avances en la industria de los sensores, ni mencionar lo que ocurre en el campo de los satélites.
–Y si logramos conocer qué pasó después del Big Bang, ¿cómo analizar lo que ocurrió antes? ¿De qué manera la ciencia explica la nada?
–Como cosmóloga no intento explicar lo que ocurrió antes del Big Bang. Con ecuaciones podemos tratar de entender lo que sucedió una pequeña fracción de segundo después. De modo que para cumplir con este objetivo empleamos herramientas provenientes de la matemática y la física. Ahora bien, si quisiéramos preguntar que ocurrió antes, ahí ya no podríamos aplicar el método científico.
–Por último, como física se destacó en un campo tradicionalmente dominado por hombres. ¿Cómo se combate esta realidad y se vuelve posible generar mejores condiciones de acceso y participación de las mujeres en la ciencia?
–Soy optimista porque cuando converso con colegas de generaciones anteriores, siempre comentan que la situación con las mujeres en la ciencia era bastante más difícil. Las físicas y los físicos en general son mucho más conscientes de esta brecha, las temáticas de género están en agenda, se ha quebrado el tabú de intercambiar opiniones al respecto y es más sencillo todo. Los movimientos por fuera de la ciencia –sobre todo con la organización de este 8M– contribuyeron mucho al respecto. Sin ir más lejos, desde Harvard formo parte de un comité de inclusión de mujeres y minorías en el Departamento de Física (conformado de investigadores, profesores y estudiantes) y trabajamos mucho en pos de conseguir la igualdad en el campo. Pienso que en el pasado la existencia de este tipo de espacios era totalmente impensada. Sin embargo, no debemos descansar: queda un largo camino por recorrer y la lucha recién comienza.