El día empezó muy temprano comprando las milanesas para hacer los sánguches para todos los compañeros, sobre todo para los que estaban presos y a quienes íbamos a visitar para alentarlos y acompañarlos.
Nervioso y un tanto atolondrado me decía para mis adentros: “Calmate viejo, así no te equivocas en nada” y mientras iba haciendo los sánguches, que debían ser veinte. Pensaba en el Gringo Beacon, si se habría levantado para llegar a hora a la cita de las 10 de la mañana, (para él todo había empezado en Córdoba el día anterior porque tuvo que viajar toda la noche para llegar a Buenos Aires desde Córdoba), y si Mario Clavell estaba levantándose, y si los del otro grupo estarían todos haciendo sus cosas para cumplir con el objetivo propuesto: visitar a los presos políticos divididos en dos grupos en las cárceles de Marcos Paz y Ezeiza.
La cita era a las 11 en la puerta de la Cárcel de Ezeiza para que todos juntos nos sacáramos una foto.
¿Qué fuerza extraña nos empujaba y hermanaba? Venía desde el fondo de la historia; Luis Pujals, Carlos Gustavo Ramus, Julio Troxler, Rodolfo Walsh, Felipe Vallese, el negrito Fernández, Néstor Martins, Ortega Peña, Andrés Armendáriz, Hilda Guerrero de Molina, El Turco Moukarcel, José Bauduco, Debenedetti, Domínguez, Dardo Cabo, el Palo Pirles, Guillermo Segalli, Gonzalo Carranza, Galleguito García, Angel Georgeadis, y tantos compañeros más caídos en la lucha por la justicia social.
Llegamos junto a Juancito y su cumpa “la Sandu” que ya habían en reservado una sombra larga, debajo de uno de los pocos árboles, para los varios autos que irían llegando. “¡Qué suerte que vino la Sandu para hacer de sostén!”, pensé para mis adentros. No estábamos solos. Siempre aparece el pueblo en nuestras vidas. Y entonces me quedé pensando en lo que Cristina dijo, que uno nunca es solo ni se hace solo; siempre hay que pensar en quien pone el contexto. Y me acordé de esa foto antigua de los obreros que están sentados en una viga colgante en un edificio en construcción en Nueva York. haciendo uno de los primeros rascacielos. Y me acordé del pintor de mi barrio, el Catamarqueño que voto a Macri pegándose un tiro en el pie, creyendo que él se podía hacer solo a sí mismo, sin la intervención de esa fuerza social que es su gremio y su clase.
Llegamos a la puerta del penal de Ezeiza y empezamos a pensar si podríamos entrar con los sánguches, y entonces Juancito que traía una pasta frola hecha con sus propias manos, pregunto si estaba autorizada a entrar. Nos reímos un poco y me puse a buscar en el papel que entregan a las visitas sobre que es lo autorizado y que no, y que nunca podés saber bien qué es lo que sí y qué es lo que no, depende del guardián de requisa que te toque.
Me acerqué a la puerta del penal y les pregunté a los guardias si entraban los sánguches de milanesa, y me contesta que las milanesas deben entrar por un lado y los panes por el otro, como así también los tomates y los huevos … cada uno con su documento de identidad y su certificado de domicilio…
De modo que sin saber cómo iba a ser la visita dejamos los sánguches afuera y decidimos que “lo más importante era la pasta frola” de Juan, que había sido hecha con todo el amor fraternal para los compañeros. Encaramos para la puerta donde se encontraban todos los familiares de los presos sociales, y enfilamos para las ventanillas para entregar la nota de autorización de una visita colectiva para los presos políticos, que había gestionado en el SPF la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
Mario Clavell, casi el decano, con la nota en mano encaró la ventanilla mientras nos poníamos a charlar con el familiar de un preso social, que estaba con una nenita a upa, aguantando la amansadora de entrada a la cárcel que de rutina le hacen a todos los familiares, para hacerlos sentir mal cada vez que visitan a los suyos. De la ventanilla nos dijeron que era por otra puerta donde debíamos entrar, y recién ahí empezamos a ver que era una visita especial la nuestra. Tal vez no nos gustó mucho pero esa era la realidad.
No hubo requisa vejatoria y solo pasamos por escáneres. Entró la pastafrola, y nos tocó un oficial misionero bastante piola con el que intercambiamos unas palabras e inmediatamente se dio cuenta con cuanta experiencia carcelaria se encontraba. Antes de abrirse la primera puerta yo le grite al guardia “Pasa y sigue”, y nos reímos todos al unísono.
El primer pabellón al que llegamos fue el 6, donde estaba el Chino Zannini. El Chino llego contento, de buen ánimo y queriéndonos agasajar con dos termos de mate y yerba. ¡Qué alegría para él y para nosotros!
El Gringo, que había compartido con él la celda en Córdoba en el 76, estaba conmocionado, aunque no lo demostraba. Enseguida Zannini tomó la palabra y, casi sin darse cuenta, fue guiándonos por toda la vida política argentina. Una clase magistral contándonos que pasaba con la causa de Río Turbio y sobre lo ridículo de la causa de traición a la patria.
Le preguntamos cómo estaba y cómo era su vida ahí adentro, y nos contó que caminaba todas las mañanas 4 o 5 kilómetros, luego desayunaba en un pabellón que comparte con otros 12 “internos” que lo respetan, y que él los ayuda en lo que puede.
Le contamos quienes éramos, a algunos ya conocía, y Juancito Scatolini le contó que Braulio Lopez, de los Olimareños, quería visitarlo y organizar un recital por los Presos Políticos. Y que la Teresa nos daba el apoyo incondicional para hacerlo, que buscásemos el lugar y la fecha.
Nos habló de historia, del San Martín oficial y del otro, el hombre revolucionario ocultado por la oligarquía que le negaba el dinero y los pertrechos para armar el Ejército del pueblo argentino en Mendoza.
En síntesis, fuimos a llevarle nuestra solidaridad y nos encontramos con un hombre íntegro y entero, que nos estaba alentando y alimentando para que sigamos nuestra lucha.
Manejando los tiempos, fuimos a verlo a Luis D’Elía. Estaba bastante eufórico, porque se presentaba su pedido de excarcelación. También munido de termos y mate, tuvimos una charla sobre la realidad latinoamericana. Muchachos –nos dijo–, la derecha neoliberal necesita descabezar y llevarse puesto cualquier intento o posibilidad de proyectos populares para esta parte del mundo.
Nos contó que esta controlado en su salud, gracias a una medicación nueva que le hizo llegar Robi Baradel, a pesar del infarto, los stents y su condición de insulino-dependiente. Pero él sabe –sabemos- del carácter absolutamente político de su detención.
Por último, lo vimos a Youssuf Khalil. El más joven, y en alguna medida, sin comprender porqué estaba allí. Cuando le contamos quiénes éramos se sorprendió, no imaginaba la visita. Hablamos del Foro por la Democracia y Libertad de los Presos Políticos que se había hecho en La Plata, multitudinario, y –también mate por medio– nos contó de su familia y de su militancia. Se nos pasó el tiempo, y nos valió una “reprimenda” al salir, pues la visita era hasta las 17, y salimos una hora después.
No queremos presos políticos en nuestra Patria, no queremos una justicia al servicio de las corporaciones y los poderosos, queremos que se cumpla con la Constitución y con la ley y seguiremos peleando por la justicia social, por nuestros chicos que se nos están perdiendo y por trabajo, salud y educación para todos. HLVS!
* Colectivo de ex presos políticos de la dictadura militar.