La creatividad de los grupos antiderechos no tiene límites. Si no fuera porque lamentablemente suelen encontrar eco en quienes tienen la función de votar leyes o decidir políticas públicas, sus ideas deberían terminar en algún sketch de Capusotto. Que las mujeres que quieren interrumpir voluntariamente un embarazo sean forzadas a continuarlo, convertidas en incubadoras humanas, hasta la semana 20 o 21 de la gestación para luego “sacarles del vientre” un feto con pocas chances de sobrevida, para que siga creciendo con asistencia artificial o que el Registro Civil anote en un libro “a quien ha fallecido dentro del vientre materno cualquiera sea la causa de muerte”, poniéndoles nombre y sexo, son iniciativas que cuesta tomar seriamente.

Pero más cuesta entender por qué quienes las promueven –una diputada de Cambiemos y otra del FpV– se preocupan tanto por dar protección al producto de una gestación antes que a la vida de las mujeres, que pretenden decidir sobre sus propios cuerpos.

Cada vez que se abre alguna posibilidad de debatir el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito surge este tipo de proyectos. Hace algunos años, recuerdo, un diputado radical de Santiago del Estero, Cristian Rodolfo Oliva, del Frente Cívico, presentó otro por el cual propuso que “se declare el útero de la mujer y a sus órganos reproductivos ‘ambiente protegido’”. Llevaba las firmas de cinco de sus compañeros de bancada.

Entre los fundamentos de esa propuesta legislativa, Oliva mencionaba el decreto 1406/98 del ex presidente Carlos Menem, que instituyó el Día del Niño por Nacer, para que se conmemore el 25 de marzo de cada año, como parte de su política de alineación con el Vaticano, en contra de la liberación de las leyes que penalizan el aborto.

Considerar un ser humano y darle corporeidad al producto de la gestación  –para cuestionar incluso los abortos permitidos en el país– es una de las estrategias que vienen llevando adelante los grupos antiderechos. Buscan embarrar la cancha, obstaculizar un debate profundo. El caso más emblemático es el de la campaña del “bebito”, que fogonea Mariana Rodríguez Varela, hija del ex ministro de Justicia de la última dictadura cívico-militar y abogado de Videla, Alberto Rodríguez Varela. La mujer se hizo famosa cuando se viralizó un video grabado con el celular donde instaba a la gente a colgar un “bebito” del balcón. Los “bebitos”, en realidad, son imágenes de fetos de pocas semanas de gestación. Desde hace más de un año, además, Mariana Rodríguez Varela promueve que se saquen fotos con un poster con fotografías de fetos y la leyenda “Tengo ocho semanas, estoy creciendo, quiero nacer” o “tengo seis semanas, quiero nacer”, que va subiendo a sus páginas de Facebook. Se la ve a ella también con una caja llena de fetitos de yeso. El mensaje que pretenden imponer es que un aborto es un asesinato, para amedrentar a cualquier mujer que tome esa decisión.

Como se puede ver, los grupos antiderechos encuentran voceros y voceras en casi todas las bancadas. Pretenden tapar el sol con las manos. Hoy, en este mismo momento, más de una mujer en el país está interrumpiendo un embarazo. A esas mujeres es a las que hay que proteger. La legalización del aborto salva vidas. Las de ellas, las de tantas.