Un aplauso es un aplauso, pero ninguno es igual a otro y así lo entendieron Emiliano López y Susana Cayo, padres de Marionetas Viajeras. Él nació en Hurlingham, ella en Lima, se conocieron en Ecuador y empezaron a saltar de trenes a subtes, dándoles vida a réplicas de ídolos rockeros para cumplir su sueño de dedicarse a aquello que habían estudiado pero, sobre todo, para comer y alimentar a sus tres hijos después de haberse quedado sin laburo.

“Arrancamos en el Ferrocarril San Martín y luego pasamos al Urquiza, pero nos mandábamos en cualquier vagón sin conocer los métodos. Hay una serie de códigos que hay que aprender… y luego hacerlos respetar”, explica Emiliano, develando uno de los grandes misterios de la Humanidad: cómo se obtienen los espacios en los medios de transporte. “Nunca pagamos”, aclara Susana, y agrega: “El respeto nos lo ganamos levantándonos a las 5 de la mañana y yendo temprano de lunes a sábados, porque la mayoría va a laburar al mediodía”. Del resto se encargan las marionetas, unas 50 en total.

Los muñecos de gomaespuma e hilos son hechos por ellos mismos en su taller del lejano oeste, y cobran vida ahora en los subtes de la línea B. “En el transporte público convivís con muchos laburantes, pero los que más nos tiraban la bronca… ¡eran los músicos! Incluso nos mandaron al frente con la policía. ¡Querían meternos en cana con los muñecos! Al final no pasó nada”, recuerda entre risas Emiliano.

¿Se puede vivir todo el mes de la gorra? “Sí, pero hay que aprender una metodología muy precisa y exigente. Cumplir horas, objetivos, y trabajar a un ritmo fuerte: hacemos cincuenta funciones por día, cada una de cinco minutos”, apunta Susana, que se emociona cuando recuerda que le dejan dinero linyeras. Y cuenta de una prostituta que les dijo: “Les doy lo que gané esta noche porque me hicieron acordar a cuando jugaba de chica”.

Un día, en un homenaje a Pappo, los conoció la hermana de Tete y Tanque, la base rítmica de La Renga, y al poco tiempo cerraron un recital de ellos en Mendoza. En simultáneo fueron a un show de Almafuerte, pagando la entrada, y terminaron en el escenario después de haber hecho una función privada en camarines. La saga se cerró con una actuación en horario central del Cosquín Rock. A partir de allí empezaron a lloverles invitaciones, “incluso de grupos de cumbia”, aunque decidieron guardarse para actuar en subtes, preparar una ópera rock con cincuenta marionetas a estrenarse el año próximo y los tradicionales espectáculos que dan en el teatro El Alambique, donde el valor de la entrada es lo que tengas para poner en la gorra.

* Sábado 17 a las 18 en Teatro El Alambique, Griveo 2350.