Luisa Toledo, la monja que dirigía el monasterio entrerriano investigado por maltratos, torturas y privación ilegítima de la libertad, dejó de ser superiora del establecimiento, por decisión de las autoridades del Vaticano. Fuentes eclesiásticas de Entre Ríos informaron que el arzobispo Juan Puiggari fue formalmente notificado de las órdenes del papa Francisco para que Toledo no siga al frente del convento de Carmelitas Descalzas de Nogoyá. Los voceros indicaron que, a la hora de tomar esa decisión, pesó el hecho de que el fiscal Federico Uriburu imputó a la religiosa por la privación ilegítima de la libertad de monjas de que esa congregación. Toledo, conocida en el convento como “Madre María Isabel”, regía el lugar de modo “autoritario”, e imponía controles de disciplina interna extremos, según estableció la investigación del funcionario judicial.
Una vez notificado de la decisión papal, el arzobispo Puiggari la informó al fiscal Uriburu, aseguraron fuentes de la iglesia.
Cuando el fiscal comenzó la investigación, la monja Toledo abandonó el convento de Nogoyá para alojarse en una casa religiosa regenteada por las monjas Terciarias Misioneras Franciscanas, directoras del Colegio Castro Barros –en cuya parroquia ocurrieron los abusos de los que está acusado el cura colombiano Juan Diego Escobar Gaviria–, en Lucas González, una localidad ubicada a casi 30 kilómetros de Nogoyá. Sin embargo, ayer trascendió que desde hace una semana, por disposición de la orden religiosa, fue trasladada al convento de las Carmelitas Descalzas ubicado en Presidencia Roque Sáenz Peña, en Chaco.
Fuentes del arzobispado de Paraná aseguraron que la monja había sido advertida en varias oportunidades por las autoridades eclesiásticas. “Toledo había recibido reiterados llamados de atención del obispo para que morigerara la disciplina de acuerdo a las reglas de la orden”, aseguraron. Sin embargo, cuando la investigación judicial comenzó de oficio, luego de la publicación de una investigación periodística en el semanario Análisis Digital, Puiggari había defendido vivamente el uso de cilicios y fustas en la congregación, porque implicaban una penitencia, que “es algo a lo que aspiran todos los cristianos”. “El cilicio es un alambre con unos pinchecitos” y “tampoco es que lo usan todos los días, 20 horas por día” sino que “lo usan los viernes un ratito”, había detallado entonces en un encuentro con la prensa entrerriana.
En septiembre, la monja Toledo fue desplazada de su cargo temporariamente, “para garantizar la transparencia” de la investigación, habían señalado fuentes eclesiásticas entonces.