Tres cambios plantearon una supuesta actualización de la política de Defensa del gobierno de Mauricio Macri y su alianza Cambiemos: el reemplazo del ministro de Defensa Julio Martínez por Oscar Aguad, el reemplazo del almirante Marcelo Srur por un “jefe interino” de la Armada y, finalmente, la asunción del segundo jefe de Estado Mayor General del Ejército de su gestión, el general de brigada Claudio Pasqualini por el teniente general Diego Suñer.
Estos cambios no lograron superar el hecho de que la política de Defensa se confunde y queda subordinada a la de Seguridad en medio de la ofensiva publicitaria y política del ministerio de Patricia Bullrich. Cada vez es más insistente la sugerencia del gobierno que la función de la Defensa es cada vez más una variable de la de Seguridad y que su separación, que fuera una norma de los grandes acuerdos políticos de los momentos fundamentales de la reaparición democrática en 1983, es más algo nuboso y sobre todo innecesario.
La separación de Defensa y Seguridad nació de las lecciones posdictatoriales que procuraron que el enfrentamiento del Estado con grupos armados quedara restringido a las fuerzas de seguridad quedando las acciones de Defensa restringidas a las Fuerzas Armadas como último instrumento del poder militar del Estado.
Esa fue la doctrina radical peronista que, sin embargo, fue apenas oficializada por el decreto 727/06 que firmara el presidente Néstor Kirchner a instancias de la ministra Nilda Garré y que redactar el subsecretario de Asuntos Militares, Germán Montenegro. Prácticamente desde su dictado e intensamente en los últimos tiempo, Horacio Jaunarena –ex ministro de Defensa de Alfonsín, De la Rúa y Duhalde– ha insistido en que la política que ese decreto consagra ha quedado superada. ¿Por qué o por quién? Por las “nuevas amenazas”, es decir por la doctrina que el Pentágono y su Comando Sur despliegan como justificación de su política. Por ello, Jaunarena milita en pro de la derogación del mencionado decreto del cual se dice ya hay una norma redactada en Defensa lista para aplicar en cuanto la oportunidad convenga.
Lo que ha cambiado no es sólo el ministro (Martínez) en una cartera que Cambiemos reserva al radicalismo sino una estrategia donde la política exterior y la Defensa convergen en una creciente vinculación con los objetivos de los Estados Unidos. Lo que ha ido para atrás es el insinuado diseño de una política latinoamericana de Defensa que el accionar de los movimientos populares encabezados por Lula, Correa, Evo Morales, Maduro y el kirchnerismo impulsaban. Si no hay toma de distancia de los Estados Unidos y unidad latinoamericana, muchos de los objetivos de esta Defensa no pueden desarrollarse. ¿Cómo podría haber una política de construcción de aeronaves si la Fábrica Militar de Aviones de la Argentina es disminuida y el gobierno de Michel Temer piensa vender su Embraer a un consorcio transnacional? O se cierra la fábrica Fanazul en otro gesto típico de la reducción del Estado al gusto del privatismo de moda.
Las compras de armas que se realizan o se mencionan oblicuamente como realizadas en relación con la realización del G-20 en la Argentina siguen la política confusa, deliberadamente confusa, de unir Seguridad y Defensa, cuando además la Seguridad se ordena como policiamiento y guerra contra las drogas. Si las FF.AA. se confunden en la Seguridad y, en ese tipo de seguridad además, las FF.AA. tienen un destino mexicano como el que desangra al país de norte de América Latina desde hace muchos años.
Hay una vocación de sostener el enganche de la Argentina al bloque noratlántico de la OTAN y a la alianza privilegiada de los gobiernos de Estados Unidos e Israel que se verifica, en la compra de armas y las políticas de adiestramiento que el ministerio de Seguridad sostiene con el gobierno de derecha de Tel Aviv.
Por otra parte, la Argentina no ha salido todavía de la catástrofe del hundimiento del ARA San Juan que parece marchar hacia un constante olvido.
Solo se sostiene como novedad la afirmación del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. como una entidad de peso en el espacio militar pero más como apoyo en la figura de su actual jefe del teniente general Bari del Valle Sosa que en una auténtica doctrina. El tema es que la conjuntez tan insistentemente planteada por el kirchnerismo como antítesis de la anarquía del desenvolvimiento de las tres Fuerzas Armadas, pueda ser convertida hoy en un instrumento de las políticas aquí analizadas. Que la Fuerza de Despliegue Rápido del Ejército o la conjunta que se cree pasen a ser instrumentos de una política de Defensa disuelta y sometida a una política de Seguridad que controle al propio pueblo y a la propia sociedad.
Es falso, por último, que las FF.AA. hayan sido “estigmatizadas” en los últimos años, como afirmó el ministro Aguad hombre que supo gozar de la consideración del ex general Luciano Menéndez. Lo afirmado por Aguad pretende echar por tierra, no solamente lo realizado por los gobiernos kirchneristas y la justicia en la materia de derechos humanos y última dictadura. Se enfrenta con la herencia de Raúl Alfonsín. No hay un radical que no lo sepa. Se trata, justamente, del rescate de las FF.AA. para la República democrática, nacional y popular.
La política de Defensa está en juego de la mano de la política de Seguridad y de la política exterior. Aunque su debate sea muy reducido y la oscuridad deliberada, la hora de las definiciones se acerca.
* Politólogo.