Pasaron cuatro meses desde aquella columna. Decía: “No voy a pagar más por ver los partidos”. Anoche, admito, costó un poco sostener la decisión. El fútbol tira. Era el clásico del año, acaso de los últimos años. Una segunda final, irrepetible, y muy distante de aquella –la única– del 76. Pero claro, sin pack, sin 300 pesos extra sobre el abono básico, no hay juego. Solo videographs, hinchas que saltan, gritan o despotrican en una tribuna. Así se ve la pantalla del plasma en un regreso sin escalas hacia los ‘90. Una época tan parecida a esta donde los poderosos nos hacen sentir ciudadanos de cuarta.
El presidente Macri pontificó ayer desde Formosa: “aquel que le toque ganar que festeje y vaya mañana al laburo a cargar a su amigo porque le ganó, como hacemos todos siempre”. En un país donde hay poco y nada para festejar, la invitación presidencial sonó miserable. Da por sentado que mofarse del rival es un deporte nacional. Un gesto de catarsis, casi inevitable. Como si digerir las cargadas fuera un acto digno de un monje budista.
Pobre el hincha del que perdió, que pierde con las tarifas altas, el sueldo que no le alcanza, la jubilación recortada, la expectativa de vida trunca. Las mayorías, las de Boca y River, pierden por goleada afuera de la cancha. Pero adentro, el fútbol puede tener un efecto aliviador. Al menos por 90 minutos.
Los que ganan siempre son otros. Los operadores de cable, los dueños de los derechos, Torneos y Competencias que organizó la final –sí, la misma empresa que pagó coimas en el FIFA gate–, los revendedores de entradas, el presidente que intenta surfear la ola de impopularidad con sus clichés sobre el fútbol. Encima, los ganadores de TyC programaron el himno nacional que cantó Marcela Morelo. Al mejor estilo del fútbol americano en EE.UU.. La dosis de nacionalismo no podía faltar.
Para abril o para mayo –como dice la letra de un bolero– este fútbol fantasma, de pantalla muerta, costará un 10 por ciento más caro. El abono se irá a 330. Sumado al decodificador de 800 pesos. La Superliga habrá que seguir abonándola aparte. Tal vez los partidos de la Selección si Fox y Turner imponen su lobby. Todo lo demás seguirá igual. La violencia, la reventa, el fútbol por TV de cada día que seguiré sin pagar.