La Justicia porteña multó con el pago de casi 90 mil pesos y la clausura por cinco días al dueño de un kiosco del barrio de Balvanera luego de que un inspector de la Ciudad de Buenos Aires informara que el lugar se dedicaba a “vender bebidas alcohólicas fuera del horario permitido”. La ley 451 estipula que, en territorio porteño, los comercios pueden vender bebidas alcohólicas entre las 8 y las 22, mientras que su envío a domicilio está permitido hasta medianoche.
De acuerdo con los inspectores, uno de los cuales fue testigo durante el proceso tramitado en el Juzgado 7 en lo Penal, Contravencional y de Faltas, quedó acreditado que en el kiosco ubicado en Junín 610 el 22 de abril del año pasado quien atendía el comercio vendió una cerveza a un cliente a la 1.25 de la mañana, es decir, fuera del horario permitido. La infracción “es sancionada con una multa de 6800 a 34.000 unidades fijas (es decir, 88.400 pesos), decomiso y clausura del establecimiento”, resolvió el juez Javier Alejandro Buján en la causa caratulada como “venta de bebidas alcohólicas sin habilitación”.
El magistrado advirtió que la pena “podría haber sido mayor” porque el testigo reiteró que los clientes que llegaron durante la inspección “requirieron alcohol y manifestaron que el alcohol siempre se les vendían”. La infracción “hubiera merituado una sanción con carácter sociabilizador más allá del mínimo legal”, añadió Buján. Para el juez, se trató de “faltas graves” porque afectan bienes jurídicos de trascendencia social, es decir, “pueden llegar a afectar a menores, al orden y a la seguridad pública”.
El joven que atendía el kiosco, que es hijo del dueño del comercio, negó que hubiera vendido alcohol fuera del horario permitido y aseguró que se había tratado de un malentendido. “Yo estaba en la puerta. Al lado hay otro negocio, que sí venden alcohol. Estaban clausurando y clausuraron el lugar de al lado. Sale un señor de nuestro negocio con una bolsa negra con una coca de tres litros, y nos dice un ‘forzudo’ que estamos vendiendo alcohol. No le pidieron los datos personales a quien vino a comprar, sólo repetían que vendimos alcohol. Estaban clausurando al lado y pensaron que era todo lo mismo”, declaró ante el juez.
Sin embargo, uno de los inspectores que labraron el acta esa noche testificó ante Buján que sí vio venta de alcohol. “Llegué al lugar y lo vi vendiendo una botella de cerveza; estaba el imputado y el padre”, detalló, antes de añadir que “cuando libramos el acta llegó más gente y consultaba por qué no le vendían alcohol, si siempre le vendían”.