Desde Moscú
La disputa entre Moscú y Londres en torno al ataque químico contra el exespía ruso, Serguéi Skripal, elevó aún más la tensión entre Occidente y Rusia. Ayer Moscú realizó su descargo más trascendente a través del embajador permanente de la Federación Rusa en la ONU, Vasili Nebenza. El diplomático afirmó que el Reino Unido podría ser la fuente del agente nervioso utilizado para envenenar al exagente ruso, y explicó que los servicios de inteligencia de Occidente “extrajeron” varios especialistas rusos que desarrollaron el arma química, y que, posteriormente, recrearon y comenzaron a realizar pruebas.
Aunque el argumento de Moscú busca desacreditar la posición occidental, Bruselas y Washington insistieron en que el camino a seguir en la investigación debe ser la “apertura completa” por parte de Rusia de su programa “Novichok”, el nombre con que se conoce el agente utilizado para el ataque, a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAC).
En esta instancia, el enfrentamiento diplomático no muestra ningún indicio de pronta resolución. Los mandatarios de Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos emitieron un documento conjunto en el que sostienen que no hay “una explicación alternativa posible” a que Rusia sea responsable por el incidente (ver aparte).
Pero el Kremlin desestimó cualquier entrega de información después de que el Reino Unido le denegara el acceso a la investigación que se está realizando en el país. Sobre todo, después de que Londres emitiera un ultimátum (que vencía el pasado 13 de marzo) para que Moscú aceptara cooperar.
La escalada diplomática promete extenderse. El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, afirmó que el presidente Putin tomará una decisión de respuesta a la expulsión de veintitrés diplomáticos rusos que anunció la primera ministra británica Theresa May, y el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, aseguró que será “muy pronto”.
Mientras el cruce diplomático puede empeorar el vínculo bilateral, las peores consecuencias se podrían ver en el ámbito económico. El ministro de Energía ruso, Alexander Novak, se refirió ayer a los rumores sobre una disminución en los volúmenes de gas que el Reino Unido adquiere a la empresa rusa Gazprom. El funcionario afirmó que cada país es “libre de elegir su propia política energética”, pero que si Londres tomara esa decisión, sería considerada como “políticamente motivada”.
En los días previos, la disputa ya abarcó otras dos esferas: los medios de comunicación y el Mundial de Fútbol 2018. El ente regulador de medios ingleses afirmó que si se prueba la responsabilidad de Moscú en el ataque al exespía podría retirarle la licencia de emisión a Russia Today (RT) en Reino Unido. En respuesta, la vocera del Ministerio de Exteriores, María Zajárova señaló que “ningún reportero británico trabajaría en Rusia si cerraban” la cadena estatal rusa.
En cuanto al certamen deportivo, el gobierno inglés anunció un boicot por parte de la realeza británica y las autoridades políticas del país, que no asistirán al Mundial de Fútbol. La medida, que no tendrá un gran impacto, sirvió para abonar una de la teorías oficiales de Rusia, que interpreta el ataque contra el exespía Skripal como una “provocación” destinada a perjudicar la organización de la competencia deportiva.
Aunque el enfrentamiento ha ganado las portadas de los principales medios de comunicación de Rusia, ninguno se animó aún a expresar una hipótesis clara. El sitio de noticias independientes Meduza, publicó un anuncio realizado por el escritor ruso Borís Akunin en su cuenta de Facebook, en el que relacionó el ataque a Skripal con un operación que podría beneficiar al fisco ruso. Según el popular intelectual, la respuesta de Londres podría recaer contra los oligarcas rusos, que serían presionados para dejar el Reino Unido. En un eventual retorno a su tierra natal, deberían declarar al Estado ruso enormes sumas de dinero.
The Moscow Times, por su parte, publicó un reportaje a expertos químicos rusos que destacaron las pobres condiciones de seguridad, y el descontrol reinante en el que cayeron los organismos soviéticos dedicados a la producción de sustancias químicas después de la caída de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Sin embargo, no se aportó ninguna prueba sobre el origen del agente “Novichok”, y de cómo podría haber llegado a las manos del o los atacantes del exespía ruso.
El analista político, Antón Jashenko, señala que las relaciones entre Rusia y el Reino Unido no han sido las mejores históricamente. El clima “frío” entre ambos países constituye un caldo de cultivo favorable para las “provocaciones”. En ese contexto, podría suceder que “las agencias de inteligencia occidentales o las estructuras afiliadas estén detrás del ataque a Skripal”, y que la primera ministra Theresa May, y la dirección política de Gran Bretaña, “sean rehenes de una información inexacta”. Un punto de vista que rivaliza con el enojo y la seguridad que ha manifestado el Reino Unido para responsabilizar a Rusia por la salud de Serguéi Skripal.