Proviene de una familia en la que todos los hombres son fanáticos de las motos. Creció viendo a su padre realizar travesías en motocicleta. Podía ser una descendencia catalogada como “normal” en la que el padre, los tíos y primos transmiten la pasión sobre ruedas al resto de los chicos de la familia. Pero no. Esta es una familia que no encaja mucho en lo “común”. Una familia como las que la sociedad necesita que crezcan exponencialmente, como la que la Ni una menos y el empoderamiento femenino necesitan que se desarrollen como caldo de cultivo para un mundo más igualitario y equitativo.
“A mis 15 años me dieron a elegir una fiesta, un viaje a Disney o un cuatriciclo. No había opción de una moto (risas). Obvio que elegí el cuatriciclo”, exclama la cuatro veces campeona nacional de Motocross Dalila Hidalgo. Y acá es cuando se entiende lo singular del relato. A la chica, como a muchas otras, le gustan las motos y eso no la hace menos femenina. “En mi fiesta anduve en el cuatriciclo y el vestido de quince entre el medio de la gente. Fue muy chistoso”. Pasaron los días y después de mucho pedirlo a Dalila le compraron la moto que tanto anhelaba. La familia Hidalgo Rímolo aceptó, a pesar de los riesgos, que a ella le gustaba este deporte de alto riesgo. Ahí mismo empezó a hacer carreras de Enduro a nivel provincial, en Junín. Dejó el hockey sobre césped que hasta ese momento practicaba y decidió dedicarse sólo a la moto.
-¿Cómo fueron tus inicios como corredora de moto?
-Cuando empecé corría solamente con hombres. No había mujeres que corrieran, pero no me importaba siempre me gustó ganar, soy muy competitiva. Nunca tuve entrenador, no tenía un preparador físico. Iba al gimnasio, salía a correr y andaba en bicicleta.
-¿Desde el principio te destacaste por sobre otros competidores?
-Yo no sabía que me iba a ir tan bien. Una vez, en Enduro largaron treinta en mi categoría, quedé entre los primeros seis y eso me motivo para seguir entrenando cada vez más. Luego me mudé al Cross, porque creía que me servía como entrenamiento para el Enduro. Agarrás mucha velocidad, resistencia y reflejos. Entonces me di cuenta que me gustaba más el Motocross, aunque es un poco más agresivo porque largan todos juntos, hay más roce, más todo.
-¿Cómo fue ser mujer en un deporte que era completamente masculino en la Argentina?
-Me pasó que a veces los hombres veían que tenían una mujer al lado y al principio se burlaban. Sin embargo, todo eso me hizo más fuerte porque yo quería demostrar que podía mucho más de lo que pensaban, que sí podía ganarles. En Mendoza, gané campeonatos de Motocross en distintas categorías, siempre corriendo con hombres. Hasta 2011 corrí con hombres. Después sí con mujeres porque me llevaron a Chile, donde había categoría de mujeres.
-¿Qué fue lo mejor que te pasó deportivamente en todo este tiempo?
-Ir a correr a Estados Unidos con mujeres. Porque allá, y a nivel mundial, ya habían categorías para nosotras. Me entrenaba todos los días pensando que iba a ir ahí. Por mi situación económica antes era imposible hasta que fui a una carrera a Neuquén, corría la MX-2 con hombres y se arrimó una mujer, que era manager de un equipo, y me dijo: “Te voy a estar viendo correr”. Allí hice mi mejor clasificación, luego en la carrera quedé de 15 y luego de 13. Era un nivel nacional competitivo muy alto, además de hombres. Después esta señora llamada Norma Cafaro habló conmigo, me invitó a correr a Buenos Aires, donde gané la categoría Junior. Posteriormente me llevó a correr a Estados Unidos. ¡Imagínate que corrí con la mejor piloto de Estados Unidos al lado mío! Éramos 180 chicas de todo el mundo y clasificaron sólo 40 a la final. Yo terminé decima en clasificación y en la carrera quedé octava. Las veinte primeras eran profesionales, vivían del Motocross. Yo lo hacía porque lo amaba, no era que podía vivir de ello. Esa fue mi mejor carrera. Todo lo que vino después de eso es regalado, todas cosas muy positivas. Cumplí mi sueño.
-¿Recordás algún punto de quiebre cuando tu familia te empezó a apoyar de todas, todas?
-Cuando empecé a correr en mi familia tenían mucho miedo, pero como lo hacía con tanta pasión y, después que me empezó a ir tan bien, me apoyaron completamente.
Apenas empezando tuve una caída muy fuerte. Pero no fue mi culpa, fue que la moto se trabó. Se clavó el motor y la moto se dio vuelta antes de un salto que tenía que dar. Estuve como tres días internada. Me di un golpe en el corazón que el cardiólogo dijo que de 10 personas, una sola se salva.
Dalila podía haber escarmentado. Podía haber dicho que no se montaba más en una moto. Podía haber dejado pero no. El miedo no la detuvo. “Igual yo me quería levantar e ir a correr al otro día. Desde ahí nunca dejé de correr”, recuerda.
-¿Cuándo te subís a la moto pensás en los riesgos a los que te enfrentás?
-El paragolpe de la moto soy yo, así que siempre. No es como el auto que estás más protegida. Pero cuando me subo a la moto, no tengo miedo. Eso sí, nunca hay que perderle el respeto, porque cuando se lo perdés, es cuando podés caerte o te puede pasar algo.
- ¿Entonces, nunca tenés miedo?
-Nunca siento miedo, es más, cuando me subo es el mejor momento del día, me olvido de todo. Cuando me voy a entrenar sé que durante ese tiempo me desconecto del resto de mis cosas. Es como que me reinicio. Es saltar, doblar, andar a gran velocidad, son todas las sensaciones juntas. Todo en un mismo momento. Es como que en todos los aspectos de la vida el miedo te ciega, no te deja ver lo que querés hacer. Nada de lo que hago lo hago con miedo. Toda esa parte de mi personalidad se la debo a la moto.
-¿El apoyo de tu abuelo Rafael esperándote con una botella de agua y un cronómetro fue muy importante para vos?
-Mi abuelo hace dos años que falleció. Era mi fan número uno. Si no podían llevarme a entrenar, él me llevaba, si tenía carrera, él se venía conmigo. Hasta que se enfermó, no se perdió ninguna carrera, apartando mi papá que estaba siempre. Lo más emocionante era que cuando yo terminaba de correr él estaba ahí, sacándose los anteojos y secándose las lagrimas con el pañuelo… esperándome. Era como tener a alguien que sabés que siempre va a estar.
-¿El casco para vos es como dicen con las carteras: nunca va en el piso?
-¡Nunca! Es una cábala. Siempre digo que si lo dejo en el piso es mala suerte. Si voy caminando y veo que una persona lo deja en el piso, se lo digo. Se lo dije a un amigo y me contestó: “Sos una boluda. Desde que me dijiste eso nunca más dejé el casco en el piso. Soy capaz de buscar una silla para dejarlo ahí, antes que en el piso”.
No dejo nada en el piso.Tengo muchas cábalas. Por ejemplo, cuando me empiezo a cambiar para andar en la moto todo lo empiezo con el lado derecho. Si estoy hablando con alguien y me doy cuenta de que empecé por el izquierdo, me lo saco y me lo vuelvo a poner. Desde que me levanto piso con el derecho siempre. Tampoco me gusta que antes de correr me estén tocando la moto. No es que sea obsesiva, pero es mi vida la que está arriba de la moto. Después en el casco, en la pechera y en la moto tengo al Ángel de la Guarda.
-¿Entonces ahora las chicas sí se presentan en un Campeonato Nacional?
-Yo estuve corriendo en Chile, fui a correr un Sudamericano como chilena, porque me apoyó mucho ese país, al que le estaré siempre agradecida. Y siempre me quejé de que en la Argentina no teníamos la categoría de mujeres. En todos los países latinoamericanos había, menos acá. Entonces empecé a hablar con la Federación y dije que quería formarla. Al principio no me dieron mucha bola, porque son hombres, pero me dijeron “vamos a hacer una fecha presentación y si a esa carrera van más de diez chicas armamos la categoría para el año siguiente”. Invité a todas las chicas que conocía y a las que no, y fuimos como quince. Eso fue en 2013, ese año fue la primera vez que el campeonato argentino de Motocross tuvo categoría mujeres. Desde ahí cada vez más chicas se acercan, que es lo que yo quería, que haya un espacio para nosotras. Gracias a que está el campeonato, las chicas están rankeadas y pueden ir a correr a un Sudamericano, un Panamericano, o un Mundial.
-¿Qué es lo que más te costó de insertarte en un mundo en el que la mayoría son hombres?
-Ellos ven muy duro que una mujer les gane. Ahí está el principal problema. No es por la persona que está corriendo sino porque cuando se bajan de la moto los amigos los gastan y entonces ellos te empiezan a agarrar bronca. Por eso tener nuestro espacio lo hace un poco más fácil. Además, le abre la puerta a muchas chicas. A mi me escriben muchas diciéndome que quieren empezar, que quieren hacer cursos y para mi está bueno poder ayudarlas. Me gustar ir a dar cursos.
-Contame de estas charlas que brindás
-Me empezaron a llamar y a mi me gusta mucho contar mi historia. Hace varios años les di un curso a chicas de La Rioja, de Bariloche, en varios lugares, y cuando saben lo que viviste, te ven como un espejo a seguir. Para mi es una motivación extra porque a mi me costó mucho, no me vino nada de arriba. Muchas me dicen “gracias a vos sigo entrenando o corriendo”.
-¿Qué le dirías a otras mujeres que les gustaría practicar Motocross pero no saben cómo, dónde, o simplemente no se atreven?
-Por ejemplo, en esa carrera de Neuquén en la que me vieron correr y me llevaron para Buenos Aires casi ni la corro porque no podía con los costos. Pero fui igual. Por eso les digo que si hay algo que una quiere y lo quiere de corazón, que te nace, siempre lo podés lograr de alguna manera. Yo, al día de hoy, no me quedo con los brazos cruzados, es más, tengo la primera fecha del Nacional y sigo buscando sponsors para poder ir a la carrera. Tengo dos o tres. Tampoco es fácil ahora.
Otra cosa es siempre andar con toda indumentaria que cumpla con las medidas de seguridad. Van a poder llegar a donde quieran. Tarde o temprano llega.
Asimismo les digo que pueden contar conmigo, que no tengo ningún problema en asesorarlas porque cuando yo empecé no había ayuda entonces puedo aliviarles las trabas que hay en el camino, orientándolas.
-¿Por qué llevás el 57?
-A mi abuelo le gustaba el 5 y a mi el 7 y de ahí quedó. Lo tengo hasta tatuado. Soy re fan de ese número.