“Buenas noches
Desde el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos, Provea, ONG que este año cumple su 30 aniversario, queremos agradecer en primer lugar tanto a la Cancillería argentina como a todas las organizaciones sociales involucradas en el premio Emilio Mignone, incluyendo a nuestros compañeros del CELS, quienes tuvieron la deferencia de postularnos. Este galardón es significativo para nosotros por varias razones. La primera de ellas por que es, en primer lugar, un reconocimiento a la siembra del exilio argentino para la lucha internacional por la dignidad humana. Raul Cubas, detenido desaparecido de la ESMA, con dos hermanos y un cuñado desaparecidos, se exilió en Venezuela en 1979 para luego fundar, junto a dos personas más, a Provea. Raúl Cubas, quien no pudo acompañarños en la noche de hoy como hubiéramos querido, nos enseñó muchas cosas. Una de ellas es que ser un defensor de derechos humanos no es un título nobiliario. Para estar a la altura, significa un posicionamiento permanente contra el abuso de poder, sea quien sea el que lo cometa. Y, especialmente, si este abuso es realizado por personas con las cuales nos identificamos, por sus palabras o por sus acciones. Esta lección la hemos aprendido, amargamente, en la Venezuela de los últimos años. Tuvimos que alzar la voz cuando las palabras comenzaron a significar todo lo contrario de las acciones que invocaban. Y cuando estas palabras, vaciadas ya de significado, justificaban la impunidad por la cual Raúl había abandonado su propio país. Con su acento porteño nos recordaba que los defensores de derechos humanos, si verdaderamente quieren serlo, no pueden ponerse del lado de quienes escriben la historia, sino al servicio de quienes la padecen.
Cuando Raúl conoce a miembros nuevos en nuestra oficina, lo primero que les dice es “lo mas importante para Provea son aquellas personas a quienes atendemos”. Y es por esto que nuestra segunda razón de importancia para estar acá, esta noche junto a ustedes, es tener la posibilidad de contarles sus historias, que muchas veces quedan invisibles bajo las frías estadísticas de nuestros informes. Les podría relatar cómo en el año 1993 visitamos a Hugo Chávez en prisión, para constatar su situación dentro de la cárcel, o también cómo rechazamos en abril de 2002 el golpe de Estado en su contra, cuando ya era presidente, y solicitamos a la OEA que aplicara a nuestro país en aquel momento ese novedoso acuerdo llamado Carta Democrática Interamericana. O también cómo en 1993 atendimos al sindicalista Nicolás Maduro cuando tocó las puertas de Provea para pedir apoyo contra el hostigamiento a su actividad gremial. Sin embargo, esta noche quiero contarles otras historias. La de Juan Pedro Lares por ejemplo, un joven de 23 años que tiene 9 meses preso sin haber sido, hasta el momento en que leo estas líneas, presentado ante un tribunal. Juan Pedro ni siquiera aparece en la lista oficial de detenidos de la carcel del Helicoide en Caracas, y está presuntamete privado de libertad hasta que su padre, un dirigente político opositor, regrese de su exilio en Colombia y se entregue a las autoridades. O también podría recordar a Ana, indígena warao, desplazada por el proyecto Arco Minero del Orinoco que sin consulta previa ni estudio de impacto ambiental está entregando el 12% del territorio venezolano a las transnacionales mineras chinas y canadienses. También podría referenciarles a Kevin Lara, joven que falleció el día de su cumpleaños 16 en la ciudad petrolera de Maturín por haber comido yuca amarga, desesperado ante el hambre. Cuando sus familiares lo llevaron a un hospital público para curarlo del envenenamiento los médicos ni siquiera tenían suero intravenoso para hidratarlo. Sólo en el año 2017 otras 23 personas como él fallecieron por comer yuca venenosa, en un país cuya política de soberanía alimentaria importaba en días de precios altos del petróleo, que no son los de hoy, el 70% de los alimentos que necesitan sus habitantes.
Otras historias que nos gustaría relatar son la de los militantes del chavismo perseguidos por defender la vigencia de la Constitución de 1999, hoy abolida por la Asamblea Nacional Constituyente. Por ejemplo la de Sabino Romero, el líder indígena cuyo asesinato por defender sus territorios de la explotación de carbón tuvo la mala hora de ocurrir dos días antes del fallecimiento del presidente Chávez, conmoción que arropó la impunidad para sus victimarios. O la desaparición de Alcedo Mora en el año 2015 tras haber denunciado corrupción en la estatal energética PDVSA. O el asesinato de Mijaíl Martínez, hijo de Víctor Martínez, en la misma casa donde Hugo Chávez durmió 7 veces cuando todavía su nombre era desconocido en Argentina, debido a que su papá se empeñaba en denunciar los actos de corrupción de sus compañeros de partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela. O también sobre la detención de Angel Zerpa por el supuesto delito de ser uno de los abogados defensores de Luisa Ortega Díaz, fiscal general de la república en Venezuela desde el año 2007 hasta agosto del 2018, cuando fue destituida de manera arbitraria por el gobierno venezolano. Las historias son demasiadas, y seguimos buscando los sitios para contarlas.
Venezuela vive un momento muy difícil, con una pobreza por ingresos del 80% de su población, con un salario mínimo equivalente a 4 dólares que no alcanza para adquirir ni siquiera un cartón de huevos; sin democracia ni instituciones que puedan adjetivarse como tales, que den respuesta a los reclamos, cada día más dramáticos, de la gente más humilde. Agradecemos su confianza en nosotros, la cual nos continúa comprometiendo a estar a la altura de nuestros relatos de búsqueda de dignidad, pero también del ejemplo de gente como Raul Cubas y de tantas otras personas que nos han inspirado para reafirmar, como ayer y como lo seguiremos diciendo mañana “Díme dónde hay abuso de poder contra cualquier persona y te mostraré cómo lo rechazamos, sin importarme quien sea”.
A nombre de Provea, en Buenos Aires este 16 de marzo de 2018
Muchas gracias”.