El Código de Planeamiento Urbano incide directamente sobre la calidad de vida de los habitantes y, según el director de Derechos Económicos, sociales y culturales e inclusión del CELS, Eduardo Reese, los porteños “deben estar preocupados” por el proyecto que presentará en los próximos días en la Legislatura el gobierno porteño porque si bien reconoce que es necesario modificar el que rige hoy que es de 1977, el único objetivo de la nueva propuesta es beneficiar a las empresas inmobiliarias y a las constructoras porque “están más preocupados por lo que se puede construir que por la calidad de vida de la gente”.
–¿Por qué deben estar preocupados los porteños?
–Porque el Código tiene una incidencia fundamental en su calidad de vida. En la medida en que el Código determina cuánto y qué se puede construir, eso hace a un ambiente mejor o peor, una calidad de vida mejor o peor, a una circulación por la ciudad mejor o peor. El Código y la calidad de vida de la gente tienen una relación fuertísima, hacen a su vida cotidiana.
–¿Cuáles son los puntos del nuevo código por los que deberían preocuparse?
–Primero porque no está basado en ningún estudio serio que correlacione las densidades habitacionales y edilicias que propone con el soporte de la infraestructura, con los equipamientos, con los espacios verdes, absolutamente con nada. No hay ningún estudio que fundamente por qué los funcionarios municipales van a darles a ciertas avenidas treinta y ocho pisos y torres, en algunos barrios. No hay nada que esté diciendo que efectivamente la Ciudad puede aguantar eso. Y me refiero a que las infraestructuras no colapsen, a que el tránsito no se atasque, a que los espacios verdes sean suficientes para la calidad de vida ambiental de la Ciudad. Hay una correlación entre la cantidad de gente, la cantidad de pisos, los metros cuadrados y el soporte que da la electricidad, el agua, el gas, las plazas, las escuelas, los jardines. Esa correlación no está ni siquiera estudiada. Los funcionarios le pusieron alturas, densidades a cada uno de los terrenos sin tener ningún análisis de cómo esto va a repercutir en esas infraestructuras y en esos equipamientos sociales. Están más preocupados en lo que se puede construir que por la calidad de vida de la gente. La segunda cuestión es que lo único que les importa es elevar los niveles de edificabilidad, o sea construir más metros cuadrados en cada uno.
–¿El objetivo principal es que haya más metros cuadrados en la ciudad?
–Yo lo que hago con esto es interpretar las propias declaraciones de los funcionarios que dicen dos cosas. Primero, ellos quieren tener un millón de habitantes más en la Ciudad. Segundo, quieren saber dónde colocar un millón de metros cuadrados más por año en la Ciudad. Ese es el índice de construcción que entienden les está mostrando que esta es una ciudad que progresa, porque el progreso para los inmobiliarios es la cantidad de metros cuadrados, o sea, si se construye mucho, la Ciudad eleva el “índice de progreso”. Ahora, ¿hay que poner más un millón de metros cuadrados por año? ¿Por qué? ¿Con qué sentido? ¿Con qué correlación se va a tomar esta decisión respecto de las infraestructuras, de los espacios verdes? ¿Por qué un millón de habitantes más, si ya se sabe que esta Ciudad no crece en los habitantes que pernoctan, que viven en la Ciudad desde el Censo de 1947? La tercera cuestión por la que deberían estar preocupados es que este Código es absolutamente liberal, pretende otorgar todos esos metros cuadrados de edificación con una liberalidad total, que lo que va a hacer es aumentar aún más los precios en la ciudad. Que aumenten los precios en la Ciudad lesiona la posibilidad de que los sectores medios, por supuesto los sectores populares ya no pueden estar en esta cuidad, ya no pueden vivir, es una ciudad completamente expulsiva y ahora está expulsando a toda la clase media, y a los hijos de la clase media. Por lo tanto, el tercer ámbito de preocupación de un porteño es que los precios del suelo con este Código, van a subir de una manera escandalosa y por lo tanto los alquileres que van a pagar, los precios del suelo que van a pagar van a ser escandalosos.
–Si al vecino le aumenta el valor de la propiedad, también le aumentan los impuestos.
–Sí, por supuesto. Y con los impuestos hay un problema adicional. Acá se discute mucho si los impuestos en la Ciudad de Buenos Aires son caros o no. El problema de los impuestos de la Ciudad no es si son caros, la verdad es que en términos relativos son caros pero no son carísimos, el problema más complicado es que los impuestos son muy injustos. Por ejemplo, entre un departamento en Lugano y la casa de Mauricio Macri, la diferencia en los impuestos es de más o menos siete u ocho veces, pero la diferencia del valor de las propiedades es de 700 veces. Eso quiere decir que los pobres pagan mucho más que los ricos en esta ciudad.
–¿El código debería ocuparse de esta inequidad?
–Exactamente, lo dice de manera más amplia y tributaria, porque pueden ser otras formas de recuperación de plusvalía, pero en este Código no está. Y la cuarta cosa por la que cual deberían estar preocupados los porteños es porque el capítulo 8 referido a la integración de barrios, villas y asentamientos, barrios, no tiene ningún componente ejecutivo. Es más una declamación que una realidad.
–¿Cuáles son los barrios más afectados?
–En general los barrios del centro de la Ciudad. Las avenidas de los barrios intermedios como Caballito, Almagro van a tener una sobreedificación, y en particular el sur. El Código dice que a partir de ahora no se van a poder edificar torres en el norte de la Ciudad, salvo unas series de condiciones. ¿Las torres donde van a estar? En La Boca. ¿Quién le dijo al Gobierno de la Ciudad que la gente de La Boca quiere tener un barrio igual al del norte? ¿Quién le dijo que Parque Patricios quiere vivir en torres igual que en avenida Libertador, en Núñez o Belgrano? ¿Quién le dijo que en Lugano quieren hacer torres? ¿Cuál es la figura? La figura es que el progreso es la torre y que en el sur no tiene progreso. En el norte ya se hicieron todas las que podían, entonces se las llevan al sur. Y eso es un atentado contra la cultura urbanística, arquitectónica y al patrimonio de esta ciudad. La imagen de desarrollo que tiene el gobierno porteño es una imagen asociada al negocio inmobiliario y esa imagen es la que transmite el Código. Las desarrolladoras constructoras y el gobierno tienen la misma empatía respecto del tipo de ciudad que quieren.
–Si se aprueba así, el nuevo código afectaría directamente la identidad de los barrios.
–Sobre todo en el sur. Ahí hay una pérdida del sentido del patrimonio cultural. Una cosa es revitalizar el barrio y otra cosa es destruirlo.
–¿Cuál cree que debería ser la prioridad?
–La primera cuestión es que hay que discutirlo barrio por barrio. Son los barrios los que tienen que definir cuál es el carácter que le quieren dar a su barrio, a su zona, a su comuna. O los distintos caracteres que tienen que tener cada uno de los barrios porque de lo contrario, primero es un código absolutamente autocrático. De ninguna manera la gente participó de esto, de ninguna manera discutió los barrios.