Hay que “dejarse de llorar” exigió un ministro a los empresarios mostrando la tensión entre gestión y negocios que genera un gobierno de empresarios pero que aplica un programa económico liberal. No se puede negar que hay grupos cercanos a los funcionarios que les está yendo bien: bancos colocadores de deuda y beneficiados por las tasas de las Lebac; constructoras con la obra pública y la reactivación inmobiliaria por los créditos indexados; empresas de servicios públicos y petroleras por la muy fuerte suba de tarifas y combustibles; multimedios que se expanden hacia las telecomunicaciones; y exportadores de granos favorecidos por la rebaja de las retenciones (aunque en disputa sobre el valor del dólar). Son los grandes ganadores de esta primera etapa de política sostenida el creciente endeudamiento externo.

Junto a la falta de sustentabilidad del esquema de endeudamiento que ahuyenta inversiones en el sector real y desata reclamos presidenciales por la falta de “espíritu inversor”, se encuentran una serie de medidas que perjudican el desarrollo empresarial. Las subas de tarifas y combustibles benefician a un sector en desmedro de la mayoría, que sufre la consiguiente alza de los costos de producción y la merma en el mercado interno por su impacto en el bolsillo de la población. La política proempresaria de bajar el “costo argentino” reduciendo impuestos, aportes patronales y salarios, es un boomerang que al reducir el ingreso del Estado, jubilados y trabajadores, termina por afectar el propio mercado donde la mayor parte de los empresarios coloca su producción. Sumado a ello, el afán de cerrar acuerdos comerciales facilitando importaciones a cambio de mercados cada vez más cerrados para nuestra producción, amenaza con arrasar sectores enteros del entramado productivo. 

Desde la ideología liberal del presidente y sus funcionarios, las empresas deben enfrentar el efecto destructivo de la actual política invirtiendo hasta transformarse en competitivas a nivel global. Una utopía con escasas chances de extenderse a más de uno o dos casos permitidos por la grieta que pudo abrir una nueva tecnología en la estructura oligopólica de los mercados globales. Incluso sectores tradicionalmente competitivos y que podían tener algún beneficio del esquema liberal, pueden retroceder casilleros ante el creciente proteccionismo de algunas potencias.

La secuencia de víctimas del actual esquema de política económica empieza a preocupar a parte de la UIA, llevando a algunos empresarios a acordarse de Bertolt Brecht: “primero se llevaron a las cooperativas y las pymes, pero a mí no me importó porque era una gran empresa; después se llevaron a los jubilados y madres que cobran la asignación, pero a mí no me importó porque me bajaron los aportes patronales; después fueron por los sindicalistas y los trabajadores organizados, pero como yo soy empresario y me reducía el costo laboral tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde”.

@AndresAsiain