Una bandera con la inscripción “El único lugar para un genocida es la cárcel” encabezó la movilización que partió desde los Tribunales de Talcahuano, sobre la calle Lavalle, hasta Marcelo T. de Alvear 1665, donde vive Jorge Luis Magnacco, el médico y partero de la ESMA que en diciembre pasado fue beneficiado con la libertad condicional al cierre de tercer megajuicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en ese centro clandestino de detención.
“Milicos asesinos/ te venimos a escrachar”, fue el coro con el que la multitud de militantes de H.I.J.O.S. avanzó por Talcahuano hasta Córdoba y de allí por Callao hasta Marcelo T. de Alvear, donde comenzaron a cantar “Hola, que tal/ Magnacco cómo estás”.
A Magnacco se le unificaron sus condenas en 24 años y, como ya había cumplido dos tercios de esa condena, desde su arresto en 2000 por robo de bebés (delito no contemplado por la ley de Obediencia Debida, vigente al momento de su detención), los jueces le concedieron la gracia. Está comprobado que el represor participó en al menos diez partos de cautivas en la Escuela de Mecánica.
La situación procesal actual de Magnacco “implica que el genocida no cumplirá el total de su condena en una cárcel, como debería. Ahora está libre, con condiciones. Puede salir de su casa, ir a cualquier comercio, incluso a la plaza que queda a media cuadra de su casa, donde hay niños y niñas jugando”, afirmaron desde H.I.J.O.S.
Dentro de la estructura represiva que organizó la Armada en la ESMA, Magnacco, como capitán de navío, formó parte del Grupo de Tareas 3.3.2, junto a Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta y demás represores. Entre otros partos, atendió los de los hoy diputados nacionales Victoria Donda y Juan Cabandié.
Justamente, Magnacco fue el primer escrachado por H.I.J.O.S. en los '90, cuando trabajaba en el Hospital Naval y el Sanatorio Mitre. “La condena social tenía que ir al barrio para que todos y todas supieran que ahí estaba un genocida”, recordaron desde la agrupación sobre esos años. “Ahora, lo volveremos a escrachar para seguir construyendo condena social en el barrio, porque el único lugar para un genocida es la cárcel”.