El Estado y el capital están articulados para disciplinar, modelar, tutelar, manipular las vidas de millones de personas. Toda la maquinaria represiva se vale de dispositivos y mecanismos materiales e ideológicos, y eventualmente no duda en aniquilar a quienes enfrentan las injusticias.
O bien, hostigar y encarcelar a quienes como el Lonko mapuche Facundo Jones Huala enfrentan a latifundistas, o Mumia Abu Jamal y Leonard Peltier en EE UU, tampoco aceptan el escarnio y la explotación de sus comunidades.
En Latinoamérica y en el mundo no es casualidad que los esbirros artillados perpetren masacres y asesinatos de luchadoras y luchadores sociales: Berta Cáceres, Chico Mendes, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y una larga lista de hijas e hijos del pueblo muertos por crímenes de Estado. El homicidio en Río de Janeiro de la activista Marielle Franco no hace sino confirmar que la avanzada capitalista siempre viene tinta en sangre de rebeldes. Todo nuestro repudio a este asesinato contra una mujer valiente a quien no pudieron doblegar y cuya huella abrió brecha en luchas que continuarán a pesar de los sembradores del terror.