La nueva obra de Joaquín Fargas posee una fuerte impronta borgeana: El libro absoluto se hace eco de dos relatos, “La biblioteca de Babel” y “El libro de la arena”. El artista e ingeniero diseñó un dispositivo que representa la idea de un volumen que reúna todo el conocimiento y que, a la vez, contenga páginas infinitas que se esfumen. Como plus, lo presentó en la Biblioteca de Alejandría, con un acto simultáneo en la Biblioteca Nacional, en el que participó de una videoconferencia; una réplica de la obra quedará en exhibición en Agüero 2502.
Fargas no está del todo seguro del origen del proyecto aunque, haciendo memoria, relata: “Me cautivó la idea de tener todo el conocimiento. En un momento mi ex mujer me decía, ‘tenés compulsión por saber’. No lo decía como algo bueno, sino como un exceso”. El dispositivo está conformado por nueve prismas hexagonales que constituyen dos pirámides unidas por la base. La pieza octogonal se ubica sobre un pedestal y cuando se la retira de su base aparece una imagen en un monitor contiguo. Cada lado de los hexágonos representa una disciplina del conocimiento. Rotan sobre un eje, y al girarlos, se puede elegir una serie de combinaciones que dispara una búsqueda por Internet y genera una página vinculada a las temáticas seleccionadas. Hay 100 mil millones de combinaciones posibles. Sólo por unos segundos, el resultado se visualiza en la pantalla, y es infinitamente improbable que se repita en una posterior búsqueda.
En “La biblioteca de Babel”, el universo (o la biblioteca) se compone de un número indefinido e infinito de galerías hexagonales, y existe un libro que es el compendio perfecto de todos los demás. En “El libro de la arena”, las infinitas páginas de un libro se desvanecen luego de ser consultadas. “¿Existe hoy algún tipo de dispositivo que pueda lograr el conocimiento universal? ¿Algún sistema, red, como puede ser Internet? ¿El conocimiento es información? ¿O el conocimiento somos las personas que tenemos la capacidad de interpretarla?”: estas fueron algunas de las preguntas que guiaron el invento.
El quehacer de Fargas siempre parte de algún postulado filosófico. El hecho de plasmarlo a través de la simbiosis arte-ciencia-tecnología es “anecdótico”. “Vengo lleno de preguntas desde muy chico”, se define. En este momento trabaja sobre la relación entre la materia y la vida. “Un artículo científico dice que cada siete años cambiamos todos nuestros átomos. La pregunta que me hago es cómo es que seguimos siendo quienes somos, si hemos cambiado toda nuestra materia. ¿Dónde radican la vida y la conciencia? Lo que me gusta del arte es que puede compartir con la ciencia las mismas preguntas. En general son preguntas que no tienen respuestas. Y nos llevan a nuevas preguntas sin respuesta. Es como un devaneo que confirma lo limitados que somos a nivel de conciencia.”
Fargas, que se abocó al arte pasados sus 40 años, dice que tiene muchas ideas pero que no puede concretarlas todas. Que suele necesitar apoyo de instituciones. El libro absoluto fue posible gracias a la colaboración de la Universidad Maimónides, donde es titular de la cátedra Arte y Tecnología. El artista siente su llegada a la Biblioteca de Alejandría como “una gran responsabilidad”, debido a que su proyecto lleva la impronta de ni más ni menos que Borges.