Lena era rubia. Una de esas rubias reales, de pelo lacio como el de los ángeles, que no sé por qué hay cada vez menos. Yo veo rubias por la calle y desconfío, qué querés que te diga. Hasta que me demuestren lo contrario para mí son todas teñidas y encima se planchan el pelo, se ponen porquerías, no sé bien qué hacen pero se nota. Se les pone químico, como de plástico, no tiene esa majestad, esa languidez suntuosa del lacio natural, viste cómo es, parece el balanceo de las caderas cuando caminan delante tuyo. Ellas, las rubias de verdad, se echan el pelo atrás con una mano o con una sacudida seductora de la cabeza para que los hombros oculten una mitad de esa capa tibia, a derecha o a izquierda, depende de dónde te encuentres vos, porque te lo dedican, viste, es para vos. Y son tan sensuales los gestos, y te miran a los ojos mientras tanto, para ver si notaste lo rubio y sedoso que lo tienen. Las otras hacen lo mismo, mucho gesto hacia atrás las teñidas, para lucir lo que pagaron, pero no es lo mismo, el pelo sabe.

Bueno, Lena era rubia. Te lo digo así, a secas, porque realmente no hace falta agregar nada. Una rubia es una rubia. Y punto. Yo la amaba y me ponía en celo rozarle el pelo, pasarle la mano suavecito, casi sin tocarlo, me electrizaba, o meter los dedos desde la nuca, hacia arriba, ahuecando como el ala de una paloma, pero con cuidado para no despeinarla. O empezaba adelante y deslizaba los dedos hacia atrás, sin apuro. Una sensación maravillosa, tan excitante, no te imaginás. Sin embargo no lo hacía todo el tiempo, esto, porque me daba la impresión de que se lo ensuciaba. El pelo no hay que tocarlo mucho, las manos siempre están medio sucias, habría que estárselas lavando todo el tiempo porque hay un sudor, una cierta grasitud que nunca para y que penetra en la superficie del pelo, supongo que debe ser porosa, no sé bien. Y encima yo me como las uñas, viste, y a veces me saco sangre. Casi siempre, bah. Entonces me daba la impresión de que las tenía pegoteadas, que le iba a enchastrar el pelo. Un asco.

A Lena le gustaba que le acariciara el pelo, era una mujer muy voluptuosa, y muchas veces terminábamos calentándonos uno al otro cuando se lo tocaba. Entonces yo paraba y me iba a lavar las manos de nuevo, ella no quería y esa vez me agarró de la ropa, no estábamos desnudos ni nada. Lena era una mujer muy decidida, siempre me asombraba, y la verdad es que nunca habíamos… concretado, vos me entendés, no pasábamos de ahí, ella quería pero viste cómo es, me gustaba tanto lo otro… Bueno, fue increíble. Yo volví del baño secándome las manos y entro en el dormitorio y Lena está desnuda, esperándome, el pelo desplegado en la almohada como un abanico, tan hermoso… y los huevos, enormes, cubiertos de vello rubio…