Este miércoles 21 de diciembre, despues de casi seis años de estar presa injustamente, logramos la excarcelación de Reina Maraz. Ahora Reina espera la sentencia definitiva en libertad, junto a su pequeña hija Abigail, siempre abrazada a la madre en una espera interminable.

Reina es una migrante boliviana quechua parlante pobre, que se encontraba detenida desde 2010 y condenada  a cadena perpetua desde noviembre de 2014. Fue acusada del asesinato de su marido,  crimen que no cometió pero que la Justicia en su conjunto decidió desoír.

El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°1 de Quilmes omitió todas la violencias que Reina venía padeciendo: violencia física, psicológica (su marido la obligó a migrar a la Argentina en 2009 bajo golpes y con la amenaza de quitarle a sus dos pequeños hijos); violencia sexual; violencia institucional (fue detenida embarazada. La encerraron en una comisaría sin aire, ni luz, ni posibilidades de cuidado durante siete meses. Y durante el parto en el penal la mantuvieron esposada); violencia económica (por su condición de mujer pobre e indígena sólo podía contar con los recursos públicos para su defensa), y violencia simbólica (es colocada como victimaria en un proceso judicial plagado de irregularidades).

Con la sentencia a cadena perpetua, se puso una vez más en evidencia que estas violencias  no son un problema individual sino una política de Estado hacia las  mujeres.

Desde la Campaña Nacional Contra las Violencias Hacia las Mujeres, como parte del feminismo organizado, estuvimos a su lado en diferentes dimensiones. En su día a día, garantizando el acceso a su salud, a la educación de su hija, a la subsistencia, fortaleciendo su propia voz,, visibilizando su historia en las calles. En las organizaciones y medios de comunicación nacionales e internacionales, articulando su proceso legal, junto a las abogadas de la Comisión por la Memoria.

Fue la sororidad de sus compañeras migrantes que día a día acuerparon su proceso y se hermanaron en su historia, sintiéndola como propia; la que logró que Reina pudiera declarar ante el Tribunal de Casación y contar su historia con la fortaleza de lengua originaria ante los funcionarios judiciales el pasado 22 de noviembre.

La historia de Reina es la de muchas mujeres migrantes y no migrantes que cotidianamente somos invisibilizadas y violentadas por la sociedad, los medios de comunicación hegemónicos, la Justicia y un Estado que en distintas esferas reproduce y hace política de un discurso que niega nuestros derechos.

Reina esta libre, exigimos su absolución. 

No estamos solas, Estamos Organizadas.

Juntas Somos Poderosas.