Después de la controversia que protagonizaron el año pasado Jean-Michel Jarré y la productora encargada de su debut en Buenos Aires, tras la cancelación de su show en el estadio GEBA, el artista francés, considerado el padrino de la música electrónica, finalmente se subirá a un escenario porteño. Lo hará hoy a las 21, en el Luna Park (Madero 470), con una puesta en escena que augura un show inolvidable. “Es extraño que no me haya presentado en la Argentina, sobre todo porque a lo largo de mi carrera tuve un montón de proyectos vinculados a ese país. A pesar de que hice muchos tours en mi vida, nunca sucedió”, se sorprende el veterano músico, compositor y productor. “Mi relación con la cultura rioplatense se produjo a través de mi madre. Las melodías melancólicas y tristes de su música me recuerdan a las de mi infancia en Francia. Cuando iba al circo, los payasos me generaban esa ambivalencia entre alegría y tragedia. Creo que Piazzolla, quien forma parte de mi ADN, representa esa analogía. Los DJ jóvenes están remixando y revisitando el tango, y me parece interesante porque conservan sus raíces”.
–Considerando que sus puestas en escena son famosas por su riesgo conceptual, ¿cómo será la propuesta de su estreno en Buenos Aires?
–Este espectáculo tiene un concepto ambicioso y sofisticado en cuanto a su punto de vista. Se trata de una gran producción en la que existe la medida justa entre los instrumentos y la tecnología. Lo que trato de expresar a través de esta propuesta intensa y de la arquitectura sonora es en qué consiste mi música y cómo pienso. Cada canción está dividida por contenido gráfico para crear ambientes, porque lo que me importa es la experiencia del show en vivo, lo que te pasa vos como espectador.
–A pesar de que en Electronica Tour 2018 repasa buena parte de su obra, el disparador de esta gira son sus dos últimos trabajos de estudio: Electronica 2 y Oxygene 3, ambos de 2016, en los que ofrece un sonido muy contemporáneo. ¿Esa era la intención?
–En el caso puntual de Oxygene, cuando hice el primer volumen, en 1976, lo que me inspiró fue la música de Astor Piazzola y Nino Rota. Lo que más deseaba era expresar riqueza y experimentación de sonidos y melodías. El disco se cubría en eso, pero también había melancolía detrás, por lo que consideré que cada track no debía llevar un nombre, sino un número, al igual que los capítulos de los libros. Creí que podría ser divertido pensar en esto como una serie de televisión, así que, más que imaginarlo como una tercera parte, lo considero una especie de “tercera temporada”. Fue tomar la misma idea y elementos, incluso el mismo director y algunos actores, aunque situados en otro contexto, con otra historia y escenarios. El disco representó esto en 2016, por lo que combiné instrumentos que usaba en los ‘70 con algunos de esta época.
–Quizás el ejemplo más notable sea el track “Part 19”. Su introducción tiene muchos puntos en común con el progressive y el trance. Al momento de idearlo, ¿se inspiró en la escena electrónica actual?
–Ciertamente, ese track está inspirado en toda la gente que hace electrónica buena en este momento. Luego de hacer junto a Armin van Buuren el tema “Stardust”, para la primera parte de mi álbum Electronica (2015), lo volví a escuchar con atención y me pareció que podría ser el conector entre Oxygene con la estructura actual de la música electrónica. Ahí pensé: “Si volviera a hacer ese disco, tomaría las melodías actuales y haría algo que trajera a esta época el primer volumen”.
–Además de dividir el álbum Electronica en dos partes, ¿cómo surgió la idea de invitar a artistas de la talla de Pete Townshend, Pet Shop Boys, Cyndi Lauper, Massive Attack, Air, Laurie Anderson y Jeff Mills para cada track?
–Antes de hacer el disco, lo primero que tenía en mente era el tema de las colaboraciones de artistas que me han inspirado. Quería sumar a gente con la que pudiera tener algún tipo de conexión. Esa es la razón por la que están cada uno de esos músicos, productores y DJ, y por la que me llevó tanto tiempo para hacerlo. Y es que, una vez que aceptaron ser parte del proyecto, debíamos ponernos de acuerdo para juntarnos. No hubo un concepto específico para cada volumen, salvo que cada disco lo hice en un tiempo diferente, por lo que uno no dependía del otro, aunque sí había un dogma: compartir el proceso de realización del track cara a cara. No quería eso que suelen hacer muchos artistas de tener una colaboración con alguien al que nunca vio o que no conoce. Necesitaba tener en el estudio a Primal Scream y a Tangerine Dream. Para cada uno de ellos compuse un demo que contenía mi idea sobre lo que significaban para mí. Por ejemplo, si Pete Townshend fue el primer músico que introdujo la electrónica en el rock británico, mediante “Baba O’Riley”, precisaba llevar adelante algo que se ajustara a eso.
–¿Y qué hace John Carpenter como invitado? No se dedica a la música, sino al cine...
–Fue una de las grandes apuestas. Es famoso no sólo por su estilo como director, sino también por darle un carácter estelar al sintetizador en sus bandas de sonido. Al igual que sucede con sus películas, en las que reconocés su sello, en su música sucede algo parecido porque es un extraordinario compositor. Tiene una impronta tan única como la de Massive Attack o Air.
–A propósito de Air, tanto ese tándem como Daft Punk pusieron de vuelta a Francia en el centro de la escena de la música electrónica global. ¿Qué opinión le merece la escena de su país?
–Originalmente, la música electrónica no tiene nada que ver con el blues, el jazz, el rock ni los Estados Unidos, ni con el formato del pop. Viene de la Europa continental, de Francia, Alemania, Italia y Rusia, gracias a Leon Theremin. No pertenece al mundo anglosajón. Es una evolución de la música clásica. Mientras Inglaterra legó la movida techno pop, en Alemania y Holanda ya estaban Kraftwerk y Taneringe Dream. Y ellos influyeron en un montón de jóvenes, de la misma forma que lo hicieron en mi país, años más tarde, Daft Punk, Air o Justice. Son muy buenos artistas y tienen ideas interesantes. Hacer rock fuera de Estados Unidos es como un chino recreando el repertorio de Piazzolla. No hay nada más interesante que la idea original. Me aburren las copias.
– Antes de que apareciera la movida del French Touch, Laurent Garnier se había convertido en el artista bisagra de la escena, que estableció el pasado y presente de la electrónica francesa. Aunque tienen formaciones diferentes, igual que usted él tiene como héroes a los creadores de la música concreta. ¿Encuentra puntos en común con Garnier?
–En la música electrónica hay diferentes tipos de compositores, productores y DJ, y lo que decís sobre Garnier es lo que lo convirtió en uno de los mayores DJ en todo el mundo. Pero me parece que no es un gran compositor. Cuando pensás en la música electrónica orientada a la pista de baile, la forma de entender la composición es muy diferente a la de Air, Massive Attack, Aphex Twin o Moby. Me gusta más su comprensión. Aunque existe una confusión entre lo que ellos hacen y las propuestas más bailables, que explotaron en la década del ‘90 y que hicieron hincapié en mover el cuerpo al compás del beat, divertirse y apologizar el hedonismo. No veo ningún problema en ello, lo que digo es que hay cierta apreciación de la belleza y de la experimentación que acá no consigo, en tanto sí me afecta con una pieza de Tangerine Dream, que, más allá de que haya sido creada hace varias décadas, sigue siendo muy moderna. Jeff Mills es otro artista que se preocupó por abrir el espectro, al establecer nexos entre la electrónica y la música clásica. Pierre Schaeffer es muy importante no sólo para mí, sino también para la electrónica. El fue el primer DJ al entender que la música no salía sólo de un arpegio, y que podía estar de igual manera en la lluvia y el viento. Los grababa y hacía cosas maravillosas con eso. La música concreta fue el inicio del sample.
–¿Le preocupa lo que pasará con su legado?
–No siento una responsabilidad ni una obsesión como artista, con respecto a esto que me preguntás acerca del legado. Hago lo que tengo que hacer y el tiempo dirá el resto. No tengo idea de lo que pasará. Lo que más me importa en este momento es transmitir mis ideas y experiencias a las nuevas generaciones de músicos y público.
–Usted dijo hace algún tiempo que a un músico no lo hace mejor tener un buen sintetizador. Y con esto se refería especialmente a las nuevas generaciones. ¿Qué opina de la nueva progenie de artistas electrónicos? Consumen y producen la música de manera muy distinta a la suya.
–El sueño de todo joven es tocar música, lo que antes te llevaba muchos años y esfuerzo, o incluso no lo conseguías. Pero la tecnología no sólo acortó esos plazos sino que también permitió que cualquiera que tenga ganas lo logre, y esto se hizo expansivo para los sintetizadores. A eso me refería. Es una gran noticia que se haya producido la democratización de la música o de Internet, porque podés tener acceso a plug in y a otras herramientas que sustituyen lo que te ofrece un piano costoso. Aunque lo que considero más importante, a partir de esto, es que te encontrés a vos mismo, que desarrolles una personalidad y la expreses. Quizá lo otro sólo te ayude a saber quién sos y a confirmar lo que querés.
–¿Cómo es su relación con la tecnología?
–Hace algunas semanas me equipé para un proyecto que estoy desarrollando. Pero con eso no me refiero a una guitarra, sino a los instrumentos que surgieron en esta época. Es interesante como muchos DJ están al día con los nuevos controladores modulares. Hay muchos y con diferentes funciones. Y celebro que se explore en eso, al igual que el acercamiento entre lo analógico y lo digital. No obstante, a pesar de que en mi estudio tengo algunos de los mejores sintetizadores que se crearon, siento la necesidad de renovarme constantemente.
–Luego de tomarse un hiato de los escenarios durante una década, ¿por qué decidió volver y además con esas performances ambiciosas?
–Si me tomé ese tiempo fue porque ya era insostenible, y hasta casi esquizofrénico, ir del estudio a las giras y viceversa. Era un ritmo excitante, pero al mismo tiempo intenso. Y es que siempre quise aportar un punto de vista diferente en todo lo que se refiere a la música. A las visuales, para que te des una idea, las considero una herramienta fundamental para mi propuesta. Este tour es bastante ambicioso por su diseño, por lo que deseo comunicar y por la generación de varios conceptos que conviven juntos, así que me pone muy contento poder compartirlo por primera vez con el público sudamericano.
–¿Y por qué tuvo ganas de hacer recitales tan masivos? En 1986, llegó a actuar para más de un millón de personas en el recital que la NASA organizó en Houston para celebrar sus 25 años.
–No es algo que me obsesione ni es una fórmula. Me da lo mismo presentarme ante 100 personas o 10 mil. Lo que me gusta como artista y performer es actuar en grandes lugares abiertos. No hay paredes, ves el cielo. Me encanta esa situación.
–Usted comenzó su carrera musical en una época convulsionada, en 1968, época en la que el rock era el amplificador revolucionario de los jóvenes. ¿Qué lo motivó a decidirse por la música electrónica?
–El ‘68 fue una revolución contra lo establecido y en ese año yo estudiaba en el conservatorio, por lo que me parecía que era la situación perfecta para romper los parámetros académicos y también del rock. Ser rockero era muy copado, al tiempo que el jazz y la música clásica todos la entendían. Pero la electrónica no. Los músicos se preguntaba: “¿Qué mierda es eso?”. Así que me convertí en músico electrónico para transgredir y para romper un poco las pelotas.
–¿Se ve haciendo electrónica algunos años más?
–Me veo haciendo música electrónica porque tengo una visión positiva del futuro. Además, hacer esto, para mí, es casi como cocinar. Es habitual, pero al mismo tiempo muy orgánico y sexy.