El sábado 17 de diciembre Irma Ferreyra da Rocha fue violada, empalada y abandonada en una ruta de Villa Bonita, Misiones. La dejaron con los pantalones por la rodilla. La lastimaron con una rama de un árbol que la hizo sangrar hasta morir. Fue encontrada agonizando y pidiendo auxilio por un vecino de la zona. La llevaron hasta el hospital Madariaga. Le realizaron tres operaciones, pero no la pudieron salvar. Murió el domingo 18 de diciembre de un paro cardiorrespiratorio.Irma tenía 47 años y siete hijos. El proyecto de Ley Brisa, para que los huérfanxs por femicidios accedan a un subsidio equivalente a una jubilación mínima, apenas fue presentado en el Congreso Nacional y espera un camino largo hasta ser tratado. Los hijos de Irma se quedaron sin mamá y sin sustento. Por su crimen está detenido un hombre identificado como A.E., que lo apodaban El Porteño. La hermana de Irma contó al diario Misiones On Line el suplicio de Irma en el hospital: “Gritaba como un animal de dolor. Eso no se me va a ir nunca. Tenía sangre en la cara, toda golpeada. Le dije ‘Irma te amo, poné fuerza’. Ella me dijo ‘no puedo más”.
El empalamiento con el que fueron violadas, torturadas y asesinadas Lucía Pérez, de 16 años, en octubre en Mar del Plata, e Irma Ferreyra en Misiones no es solo una descripción vil de la muerte ensañada. La misma herramienta de guerra, de la Edad Media, de la dictadura militar en los campos de concentración, en una casa viciada de impunidad y de complicidad policial de la costa bonaerense y en un campo del litoral como territorio de hostilidad para lo inexplicable, se vuelve un grito que aturde de espanto y que no puede desoírse.
Frente al avance de las mujeres, a la visibilidad pública del reclamo de Ni Una Menos, desde el 3 de junio del 2015, la salida a la calle y las mujeres que dicen no, la violencia machista recrudeció como revancha del neomachismo en clave brutal frente a la independencia de las mujeres. La pregunta se repite: ¿Ahora hay más violencia machista o ahora se conoce más?. No es fácil la respuesta sin cifras oficiales suficientes y de larga data, pero aún los monitoreos de la sociedad civil no alcanzan para dimensionar la realidad. La diferencia no es solo en cantidad de muertes, golpes, violaciones, maltratos o humillaciones (que sin dudas, sí, se denuncian más que antes), sino en la crueldad de la respuesta hacia las mujeres, que es el factor que enciende la alarma.
Eva Giberti tiene 87 años. Es doctora en Psicología. Habla contra el machismo desde la década del sesenta y desde hace diez años coordina el Programa Las Víctimas Contra las Violencias, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, que socorre a las mujeres que piden ayuda al 137 (en la Ciudad de Buenos Aires) con una brigada móvil y atención interdisciplinaria. Ni en su larga trayectoria profesional ni en su función atendiendo victimas vivenció un panorama similar. “La crueldad masculina se ha incrementado en un nivel pavoroso. Los informes que yo leo todos los días en el Programa Las Víctimas Contra las Violencias, son terribles. Realmente estamos viendo crueldades que no habíamos visto en el 2006 cuando empezamos. Ya no es la amenaza ‘te voy a quemar viva’, ahora la queman. Las echan de la casa y los hombres se quedan en la casa”, le dijo a LasI12, en una entrevista realizada junto a Diana Maffía y Dora Barrancos, el 29 de octubre último.
Una experta en violencia de género que fue pionera en estudios sobre femicidios y trabaja desde 1994 con víctimas –pide reserva de su identidad por su función pública– también se suma a las voces que destacan un neomachismo más cruel, aun cuando los monitoreos en la Argentina sean endebles y aún cuando se trata de una virulencia que no se podría medir solo con reglas matemáticas. “Hay un aumento de la crueldad y del odio. Atendemos, junto con un equipo, a ocho víctimas por día y el cambio no es tanto en el número de casos como en la virulencia de los padecimientos. La mitad de las situaciones son de alto riesgo y la otra mitad de altísimo riesgo. Casi no hay testimonios de bajo riesgo. Y nos relatan situaciones que son sesiones de tortura: violencia a través de cables, zoofilia, embarazadas que son golpeadas hasta perder a su bebé, asesinadas que son degolladas y la cabeza aparece en la boca de un perro, mujeres que son encerradas sin poder salir de una habitación con trabas. Realmente hoy se escuchan situaciones que no tenían antecedentes”, describe agobiada frente a un horror sin límites.
“Los femicidios tienen mayor brutalidad sobre el cuerpo de las mujeres. Lo que nos horrorizaba de los femicidios en México, en Guatemala, atravesados por conflictos armados, en contextos de crimen organizado, ese horror en el tratamiento de los cuerpos, lo empezamos a visibilizar en Argentina a través de la violencia sexual extrema como en el femicidio de Lucía y ahora con el femicidio de Irma, en Misiones. Esto da cuenta de cómo el patriarcado genera alianzas con el capitalismo global y trata a los cuerpos de las mujeres como territorio de conquista. Y las mujeres jóvenes o pobres están más expuestas a estas situaciones de violencia”, señala Laura Malacalza, coordinadora del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires.
Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) coincide en relevar la crueldad de la violencia machista: “Llama la atención la crudeza de la violencia. La virulencia de esos ataques. Y esto es sin duda indicativo de la enorme resistencia de una parte de la sociedad a modificar esa cultura de dominación y sometimiento de las mujeres que nos ha marcado por tantos años, a pesar de la innegable mayor sensibilidad social que se ha generado en los últimos dos años”.
El colectivo Ni Una Menos (NUM) se expresó clara y enfáticamente tras el femicidio de Irma Ferreyra (que, contradictoriamente, tuvo poca repercusión mediática) en un comunicado con el título “Contra la crueldad, más feminismo”. “Otra vez la crueldad. Irma Ferreyra Da Rocha fue torturada, empalada con la rama de un árbol y asesinada en la localidad misionera de Garupá. Ante la pregunta reiterada sobre si hay más femicidios o más visibilidad, aquí se repite la escena de un cuerpo torturado y roto: hay crueldad. No alcanza con violar, no alcanza con matar. Disciplinar es ir más lejos, es aplicar sobre las víctimas el terror del victimario con una violencia que no está destinada solamente a matar, sino también a aterrorizar. ¿Llama la atención un “método” de la inquisición, una práctica colonial aplicada sobre el cuerpo de las mujeres? ¿Qué hacemos frente a la reiteración de un modo de matar? Estamos ante una guerra contra las mujeres. Contra todas nuestras formas de autonomía. No en vano se repite en Posadas que la víctima quiso ir con su victimario. Porque contra ese deseo de la mujer también hay disciplinamiento, hay imposición de otro deseo que se siente amenazado: un deseo de dominación. Amenazado por la posibilidad de una mujer en particular de ir detrás de lo que quiere. Amenazado por la alianza entre miles de mujeres que el 19 de octubre, en Posadas, salieron a la calle para hacer del Paro de Mujeres un día de lucha, de movilización, de rabia e indignación por el crimen de Lucía Pérez pero también contra la trama social y económica que hace posibles los femicidios como hecho cotidiano, que precariza nuestras vidas. Esta guerra que denunciamos exhibe la crueldad contra nuestros cuerpos y su ensañamiento es producto del miedo a perder los privilegios que otorga a los opresores el pacto patriarcal”.
CINTAS NEGRAS
Ni Una Menos señala la falta de respuestas estatales: “La línea 144 no es una acción a la altura de las circunstancias, construir refugios es necesario pero no puede ser la única política con presupuesto, la Educación Sexual Integral no se implementa en todo el país y se desmantela la formación docente, el patrocinio jurídico gratuito para víctimas no se puso en marcha”. Y, además, convocan a colgar, desde el próximo viernes 23 de diciembre, una cinta o tela negra de la puerta de la casa, balcón o en el auto que diga #VivasNosQueremos. Y también a ponerse una cinta con esa frase en la muñeca, tobillo o cuello. “Sabemos que las fiestas y las vacaciones son momentos sensibles para quienes sufren violencia y queremos unirnos en un mensaje de complicidad y solidaridad entre nosotras. Donde hay una cinta negra, hay alguien en quien podemos confiar y pedir ayuda. Estamos para nosotras”, proponen desde NUM. A su vez, en Misiones se organizó una marcha para repudiar el femicidio de Irma y solidarizarse con su familia, el jueves 22 de diciembre, en la Plaza 9 de Julio, vestidas de luto.
Raquel Vivanco, referente de las Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) también critica la insuficiencia de las acciones estatales: “Seguimos observando con preocupación la falta de decisión política del gobierno de Mauricio Macri y de los gobiernos provinciales para implementar políticas públicas destinadas a prevenir, sancionar y erradicar la violencia machista. Los anuncios oficiales, posteriores al 3 de junio, no son suficientes para combatir este flagelo.
La mayor crueldad del machismo es una realidad que no se puede esconder. Frente a la violencia machista no se puede retroceder, dar pasos lentos o conformarse con algunos avances. La virulencia del neomachismo exige, por el contrario, pasos más rápidos, acciones más urgentes y mayor protección a las víctimas.
VENGANZA DE LAS FEAS
Dos días después de la violación, tortura y femicidio de Irma Ferreyra, el diario El Litoral le dio espacio a una columna de opinión de Néstor Vittori titulada “La venganza de la fealdad”. El editorial criticaba la iniciativa de prohibir los concursos de belleza en Santo Tomé. No solo dejaba planteado que pretender que el Estado no premie a las mujeres por sus glúteos es una patraña de feúchas resentidas, sino que además se envalentona con la reaparición de la mujer bella para atraer a los varones y reproducir la especie. Como la mona. “El concepto de ‘mujer’, como género dentro de la especie humana, resulta diferenciado por factores anatómicos, biológicos y funcionales. Su primera función, dentro de otras muchas es, en asociación con el hombre, el de asegurar la continuidad de la especie mediante la reproducción, la alimentación y la crianza de los hijos”, retrocede sobre todos los derechos a ser madre como elección y derecho y no como ladrillo biológico ineludible el columnista de El Litoral.
Después no se priva de una adaptación biológica que no se diferencia del fascismo: “Pensar en suprimir los concursos de belleza, es una discriminación absoluta hacia la funcionalidad y la belleza, particularmente de la mujer occidental, cultivada y expuesta a través de los años, lo que ha posibilitado una selección diferente en beneficio de la especie, mediante su aporte genético”. ¡Epa! ¿En nombre de la genética, que sigan las reinas? Los hijos con coronita serán más bellos, puros, occidentales y triunfadores que los que pregonen valores igualitarios e inclusivos. Pero, a tono con el último grito del machismo, Vittori no lo dice contra las mujeres, sino que él también argumenta ponerse la camiseta de las mujeres. “La supresión o prohibición que se propone, va de contramano con toda la experiencia libertaria e igualitarista de las mujeres por más de un siglo, que ha sido bienvenida en el mundo libre, avanzando en una infinidad de situaciones donde el género ya no es motivo de diferencia”, asegura. Muy por el contrario, Irma murió, igual que más de 270 mujeres en la Argentina, por ser mujer.
“Pretender que la exhibición de la belleza es un estímulo a la ‘violencia de género’, es una contradicción flagrante con la experiencia acumulada, en la que la líbido y el morbo masculinos han resultado siempre estimulados por el ocultamiento, y los instintos reprimidos han resultado potenciados por el atisbo de alguna porción del cuerpo de una mujer aunque sea de manera tímida.Por suerte, el destape que caracteriza a la cultura occidental ha limpiado la imaginación enfermiza de una desnudez, que ya no se oculta y la ha transformado en una visión cotidiana que no perturba ni escandaliza a la mayoría de las personas”, escribe impunemente una nota de opinión en un diario Vittori. Ni la desnudez, ni los concursos de belleza, ni la libertad sexual han frenado la violencia porque la violencia no tiene que ver con el deseo sexual, la seducción o la líbido sino con el machismo que intenta dominar a las mujeres, tapadas o desnudas, bellas o feas, reinas o esclavas, por creer que la vida es una selva donde los machos pueden aplaudir, elegir y aplastar a las hembras seleccionadas.