El XX premio Clarín de Novela, otorgado en octubre de 2017 por un jurado íntegramente masculino, fue a manos de una narradora argentina nacida en Buenos Aires en 1974. Agustina Bazterrica es la octava escritora de una prestigiosa lista de premiados. Pese a que es la segunda novela que publica, la autora impone desde el comienzo un ajustado tono clásico para narrar una distopía. Sin pretensiones alegóricas, Cadáver exquisito asume un nivel de calidad tan deseado como infrecuente para la literatura local. Bazterrica crea un mundo habitado por personajes vencidos, siniestros o hipócritas, y lo sostiene hasta la última página.  

Irónicamente, la novela comienza in medias res: “Media res. Aturdidor. Línea de sacrificio. Baño de aspersión”. Esas palabras designan de manera indirecta la legalización del canibalismo en un mundo sin animales. A causa de un virus mortal, los gobiernos debieron sacrificar a todas las especies portadoras de la enfermedad; sólo quedan algunos en laboratorios o en predios abandonados. Para que la población se proteja de los pájaros, el gobierno ha impuesto el uso de paraguas. Si bien Marcos Tejo, el protagonista de Cadáver exquisito, desconfía de esas y otras normas, su tarea en uno de los principales frigoríficos lo condena a presenciar de forma diaria “el ciclo de la carne”. Mano derecha del empresario Krieg, conoce al detalle un proceso que incluye sacrificios, despieces y envasados de carne humana para consumo humano.

“Realicé una investigación profunda sobre la industria de la carne –cuenta Bazterrica a Las12–. Leí manuales e instructivos, pero también literatura. En ese sentido, De ganados y de hombres, de Ana Paula Maia, y Cuadernos de campo, de Carlos Ríos, fueron guías al momento de escribir sobre el frigorífico. En El Patrón. Radiografía de un crimen, de Elías Neuman, se habla del caso de un empleado de carnicería que se ve obligado a adulterar la carne. Leí a Lévi-Strauss, a Adolfo Chaparro Amaya; El entenado de Juan José Saer, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, La vegetariana de Han Kang, Comí de Martín Caparrós y Extraños animales de la filósofa argentina Mónica Cragnolini”. Ese menú de lecturas se advierte en la soltura y el rigor (mortis y no mortis) de la joven autora para contar una historia que encuentra filiación en “Una modesta proposición”, donde Jonathan Swift alentaba el consumo de carne de niños pobres para que dejaran de ser una carga para la economía irlandesa.

Aunque se la quisiera leer fuera de contexto (algo imposible), la novela impone por sí sola un contexto aterrador. Más que una fantasía sobre el futuro, se presenta una suerte de espectáculo donde el horror adquiere formas y perfiles precisos. Puede ser tanto un informe detallado de un banquete hecho con dedos, ojos o carné de bebé nacido en cautiverio como la descripción de una cacería de humanos en el coto de caza de un monstruo (también con forma humana). Bazterrica administra dosis de suspenso a la historia de una rebeldía individual que crece desde el asco, el odio y lo prohibido. El personaje de Tejo, cuyo hijo acaba de morir y cuyo padre no termina de morir, se recorta con nitidez en una trama perturbadora.

Fue Elena Oliveras la que enmarcó, acertadamente, la obra de Bazterrica en una poética del extremo. “Siempre busco denunciar, interpelar, explorar –dice la autora-. La palabra fue, es y será un vehículo de transformación personal y social. Cada vez hay más personas que luchan por cambiar la hetoronorma y el machismo retrógrado. En mi caso, intento ser una promotora de derechos y oportunidades. Es un compromiso que está en permanente construcción. Palabras como las de Ursula K. Le Guin me inspiran: ‘Cuando las mujeres ofrecemos nuestra experiencia todos los mapas cambian. Hay nuevas montañas. Eso es lo que quiero, oírte entrar en erupción’.” Aquello que late en Cadáver exquisito alerta sobre las amenazas que engendra la carne que come carne. ,

Cadáver exquisito
Agustina Bazterrica
Alfaguara