El feminismo, tan presente y latente, llegando cada vez a más espacios, nos fue encontrando a las madres protectoras. Nos llamamos así para reconocernos. Somos quienes descubrimos que nuestrxs hijxs estaban siendo víctimas de abuso sexual. Quienes, frente a esa realidad que nos destrozó el corazón, nos armamos como pudimos para defenderlxs. Nos encontramos con las puertas cerradas de la justicia o, peor aún, quienes fuimos golpeadas por ella, que en vez de condenar a los pedófilos nos acusa de locas maliciosas y deja a los niños y niñas sin voz, sin imagen, sin derechos, sin cierre y sin razón.
Somos nosotras las que tuvimos que encontrar la forma de devolverles el derecho elemental de la pertenencia de sus cuerpos e integridad. De ponerlxs a salvo de sus perpetradores; tarea colosal y no siempre victoriosa, puesto a que muchxs niñxs son revinculadxs con sus torturadores por orden judicial.
Acompañarlxs a emprender el largo camino de reparación solo puede ser transitado efectivamente en el feminismo. Porque nuestro movimiento comprende al patriarcado como responsable del dolor. Porque sabemos que no es un loco suelto, quien abusa, golpea, viola o mata. Son los hijos pródigos de este sistema perverso que las feministas enfrentamos y lo hacemos juntas.
Este machismo cultural al que resistimos lo sabemos existente en todas partes. Sabemos que es inevitable que sea parte de todos los espacios. Incluso, de esos que pretenden enfrentarlo. Debiera ser un desafío de las organizaciones sociales y políticas generar protocolos internos, espacios de concientización y debate, escuchando, fundamentalmente, a las mujeres con talleres vivenciales que permitan pasar por el cuerpo todo lo que implica la violencia. Ocuparse de aprender como apoyar a una compañera que denuncia de forma empática y sostenida, como correrse del “no puede ser” cuando se trata de un “compañero” y cómo salir del falso debate clase versus género.
La lucha contra el patriarcado es una decisión que nos une en los feminismos a desiguales mujeres e identidades divergentes. Todxs aprendiendo, desenmarañando y re significando cada una de nuestras acciones personales y por lo tanto políticas para despojarnos de las prácticas añejas y violentas que parecen tan naturalizadas. Es, sin duda, un proceso largo y complejo. Lo que no es posible es evitarlo, tomar al feminismo como bandera porque es políticamente correcto y, luego, puertas adentro, encubrir, tapar o incluso defender, al igual que la justicia a pedófilos y violentos. Eso no es ser parte del feminismo. Eso es usarlo como excusa de reclutamiento.
Las mujeres que denunciamos abuso, el propio o el de nustrxs hijxs, necesitamos del feminismo que nos abraza y se retroalimenta de nuestra lucha. Estamos llenas de amor y de ira. Esa ira es contra los machos violentos y quien los proteja, se vistan de derecha o de izquierda.
* Integrante de la Asociación Mundanas.