Estados Unidos ratificó ayer que eximirá a la Argentina, Brasil y a los miembros de la Unión Europea, entre otros, de la imposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio. A su vez, la administración Trump presentó un paquete de aranceles extraordinarios y multas al ingreso de más de 1300 productos de origen chino, con las que pretende mejorar la protección de los derechos de propiedad intelectual de productores estadounidenses. De inmediato, las autoridades chinas advirtieron que no se quedarán de brazos cruzados y adoptará “todas las medidas que sean necesarias” para responder al ataque comercial de Washington. El impacto de las amenazas cruzadas se hizo sentir de inmediato en la plaza bursátil: los índices de valores de Wall Street se desplomaron ayer en un  tres por ciento ante el anuncio de Trump.

Donald Trump combinó ayer su artillería retórica más pesada contra China, con un gesto reconciliador hacia los gobiernos aliados. A través del representante de Comercio Robert Lighthizer, en su presentación ante el Comité de Finanzas del Senado, el gobierno norteamericano informó la decisión de “pausar la imposición de las tarifas con respecto a estos países: tenemos a los dos socios del Nafta (Canadá y México), a Europa, Australia, Argentina, Brasil y, obviamente, Corea (del Sur)”. Los aranceles extra del 25 por ciento para el acero y 10 por ciento sobre el aluminio están en vigencia a partir de hoy.  

En cambio, Trump cargó duro sobre China: volvió a reiterar el reclamo a Pekín para que recorte el superávit comercial que mantiene con Estados Unidos en 100 mil millones de dólares, anunció mayores imposiciones sobre rubros que hoy representan operaciones por 50 a 60  mil millones de dólares al año y habilitó un mecanismo por el cual le cabrían sanciones por no respetar la propiedad intelectual de fabricantes estadounidenses. Estas sanciones no serán inmediatas, y por ahora sólo funcionan como advertencia. Si bien la norma dictada ayer habilitó su aplicación, lo que se abre a partir de ahora es un proceso de consultas a empresas locales, para que presenten sus alegatos en contra de las importaciones chinas. Este proceso demoraría no menos de dos semanas. “Estados Unidos tiene un déficit fuera de control” en su comercio con China, y corregirlo es “acaso, la principal razón por la que fui elegido”, dijo el mandatario estadounidense.   

Las turbulencias originadas en Washington tuvieron su réplica en Pekín. El déficit comercial para Estados Unidos por su comercio con China ascendió el último año a 375 mil millones de dólares. Desde la cartera de comercio, el gobierno de Pekín había anunciado que adoptará todas las medidas que sean necesarias para responder a las sanciones estadounidenses, y que no permanecerán “sentados sin hacer nada”. Ayer, el portavoz de la cancillería china, Hua Chunying, se expresó en términos similares, apuntando que “China no quiere una guerra comercial, pero si nos fuerzan a pelearla no nos vamos a esconder; si Estados Unidos toma medidas que dañen nuestros intereses, daremos todos los pasos necesarios para responder”. Según el Wall Street Journal, Pekín tiene ya preparada una batería de medidas que harán eje en restricciones a las importaciones de soja, sorgo y carne de cerdo provenientes de los estados agricultores estadounidenses, cuyo flujo comercial depende fundamentalmente de sus colocaciones en el mercado chino. Dichos estados fueron un bastión principal del triunfo electoral de Donald Trump en su elección en noviembre de 2016.  El mercado bursátil neoyorquino ya tomó nota del estado de ebullición en la relación entre las dos potencias. Las nuevas turbulencias abonan aun más el camino para convertir el actual en el peor mes de marzo desde el año 2001, cuando explotó la burbuja de las “punto.com”. Los tres principales indicadores de Wall Street exhibieron ayer su mayor baja porcentual en seis semanas: Dow Jones cayó el 2,93 por ciento, Standard & Poors bajó 2,52 por ciento y Nasdaq (acciones tecnológicas), 2,43 por ciento.