La decisión que tomará en junio Morgan Stanley Capital International (MSCI) sobre elevar o no a la Argentina de la categoría de mercado fronterizo a emergente es observada por analistas financieros locales y del exterior como un momento bisagra para el programa de gobierno. De ello depende que las presiones cambiarias en aumento desde el 28 de diciembre, cuando el equipo económico impuso el cambio de las metas de inflación, desaten una corrida generalizada o, por el contrario, den un respiro con el ingreso potencial de una corriente voluminosa de capitales especulativos que amplifiquen la fiesta financiera. Esta última opción no resolvería el problema crucial del agujero negro del frente externo, sino más bien tendería a acrecentar el círculo vicioso de fuga de divisas, endeudamiento y dependencia de los capitales golondrina, pero al menos le permitiría al oficialismo ganar tiempo y sostener el relato de que lo peor ya pasó. La alternativa opuesta, el rechazo de MSCI a ubicar al país como opción de inversión para fondos internacionales que dependen de esa calificación para orientar sus divisas, agravaría un escenario de por sí complicado. Otra vez la apuesta de las autoridades se ubica en el segundo semestre o, si se quiere, a pasar el otoño. El año pasado MSCI le hizo ole al Gobierno cuando resolvió no ascender a la Argentina a mercado emergente. El desaire después de tantas pruebas de fe al dogma neoliberal aportó a un salto devaluatorio de casi el 10 por ciento en un mes, al pasar el dólar de 16,40 a 18 pesos, lo que obligó al BCRA a intervenir con fuerza para desactivar la escalada. El triunfo electoral de Cambiemos en octubre terminó por aplacar los ánimos. Sin embargo, el renovado vendaval desde diciembre pone en manos de una entidad del establishment financiero internacional el devenir de la cotización del dólar y las variables encadenadas a ese precio. La pérdida de soberanía económica que supone esta situación expone una de las debilidades estructurales del plan en marcha.
MSCI clasifica a los países en tres categorías: mercados desarrollados, emergentes o de frontera. La Argentina quedó en el último escalón desde 2009, a partir de la decisión del gobierno kirchnerista de regular la entrada y salida de fondos especulativos para evitar las sobresaltos que ocasionan los movimientos bruscos de capitales por factores internos o externos. De ese modo, el país quedó a mayor resguardo de shocks inesperados como el que ocasiona en este momento la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Haber abandonado esas regulaciones prudenciales, que en la actualidad recomiendan hasta organismos como el FMI, arroja a la economía nacional como una cáscara de nuez a un mar embravecido. El equipo económico dice estar confiado en que este año MSCI premiará el ajuste fiscal y las reformas estructurales, como la previsional, con el galardón de mercado emergente. Ello habilitaría a fondos de inversión extranjeros que manejan carteras de hasta 2 billones de dólares a comprar activos financieros argentinos. Experiencias anteriores en países como Qatar (2013), Emiratos Arabes Unidos (2014) y Pakistán (2016) provocaron fuertes ingresos de capitales que catapultaron sus índices bursátiles hasta un 40 por ciento. Esa es la expectativa del Gobierno como as en la magna para la segunda mitad del año: obtener la bendición de MSCI y renovar el crédito externo para seguir financiando desequilibrios record. El déficit comercial, el saldo negativo por turismo, la fuga de capitales y el pago de intereses de la deuda constituyen una amenaza creciente. Si se obtura el acceso a los mercados o la llegada de inversiones especulativas puede desencadenarse una crisis de proporciones.
Ese estado de situación va hundiendo a la Argentina cada vez más en la lógica del capital financiero. Se ve forzado a cumplir sus exigencias para obtener el financiamiento que se torna indispensable. La primera de ellas es el recorte del gasto público. Las consecuencias de esa política se aprecian día a día con medidas como el cierre de bachilleratos para adultos, la quita de pensiones por invalidez, los despidos en el INTI o la disminución de recursos para ciencia y tecnología, entre múltiples ejemplos. Un problema adicional de la dependencia en aumento de lo que digan instituciones como MSCI es la dificultad para romper con el esquema. Lo mismo hay que advertir sobre decisiones como el ingreso a la OCDE, que promueve los mismos criterios, o el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Como reconoció el jefe de la bancada oficialista en Diputados, Nicolás Massot, en algún momento terminará la experiencia de Cambiemos en el poder, pero todo lo que consiga avanzar con resoluciones como aquellas harán mucho más empinada la cuesta para la fuerza política que lo reemplace en la Casa Rosada.
La mirada de los inversores sobre la posibilidad de que MSCI posicione a la Argentina como mercado emergente es algo menos optimista que la del Gobierno. O, si se quiere, más precavida. Esto es porque el año pasado daban por hecho el ascenso y se lanzaron a comprar bonos y acciones locales anticipándose a un raid alcista que luego no adquirió la intensidad prevista. Ahora esos inversores asumieron una posición un tanto más conservadora. Se observa en la evolución del riesgo país desde fines del año pasado. El cambio en las metas de inflación, que supuso un golpe para la promocionada independencia del Banco Central, marcó un punto de inflexión en la evolución de los títulos públicos. La Argentina se separó del lote de países como Brasil o México y vio aumentar su índice de riesgo en 200 puntos básicos. Si el mercado estuviera confiado en que no habrá sorpresas, esa diferencia en lugar de haber crecido habría experimentado la evolución contraria. Por ahora la incógnita sobre cómo hará el Gobierno para superar los desafíos que enfrenta inhiben una fiesta en los mercados. La suba de la tasa de interés en Estados Unidos y la mencionada confrontación comercial entre ese país y China asoman como complicaciones adicionales, de resultado incierto.
Gobiernos provinciales, empresas y bancos quedaron atrapados de la misma definición de MSCI para sus emisiones de deuda o lanzamientos bursátiles. Si la resolución fuera favorable, tendrán espacio para sus colocaciones en el segundo semestre, pero si llegara a producirse una negativa como el año pasado, cargarán con los mismos inconvenientes que el gobierno nacional. Varios de ellos especulan que MSCI dará una respuesta positiva, dado que en junio de 2017 el argumento para postergar el ascenso de Argentina a mercado emergente fue la existencia de “riesgos políticos”, por la posibilidad de que Cambiemos perdiera las elecciones frente a Cristina Kirchner. Pasada esa instancia, igual que el macrismo, le prenden una vela a Morgan Stanley para sostener la estantería.