“Ir al cine dejó de ser parte de la cultura de muchos pibes. Ya casi no hay clubes de cine, tampoco los viejos y queridos cines de barrio. El cine italiano clásico, que fue parte esencial de muchas generaciones, resulta desconocido para las nuevas generaciones”, se lamenta Caetano. En su opinión, los cambios en los hábitos en el consumo audiovisual atentan contra la tradición. “Las plataformas de videos están pensadas como negocio. Y el negocio ahora es producir y vender. Cuando comenzó Netflix, por ejemplo, había un catálogo maravilloso. Había cosas increíbles. Hoy cuesta encontrar buen cine clásico en la plataforma. ¿Es porque la gente no lo consumía? Yo dudo de eso. Más bien creo que se dieron cuenta de que el negocio podía ser más rentable produciendo contenido propio. Entendieron que ellos podían ganar más si estaban presentes en cada uno de los eslabones de producción, comercialización y distribución”, analiza el realizador, que acaba de terminar de grabar la segunda temporada de El marginal. “Algo parecido –agrega– a lo que sucede en la TV está pasando con el cine, donde las grandes compañías empiezan a fusionarse o a absorber otras empresas que forman parte del circuito. Los dueños de las salas, son los dueños de la distribuidoras, que a su vez tienen participación en las productoras que deciden qué películas se van a hacer. Está muy difícil. Filmar ya no es tan sencillo como antes”.