A nueve años de su última actuación en la Argentina, Depeche Mode ofreció en la noche del sábado en el estadio Ciudad de La Plata un show que cumplió con las expectativas. Pese a la amenaza de lluvia, y a la paranoia que se potenció tras el arrebato de granizo del viernes, más de los problemas técnicos, específicamente visuales, que al final de cuentas esbozaron un recital que destacó por su penumbra. Al igual que por su madurez. Dave Gahan, vocalista de la agrupación inglesa, condimentó todo esto con una performance brillante, en la que se transformó en una suerte de anfitrión del pecado. Y vaya que fue lo suficientemente convincente debido a que las 44 mil personas que asistieron a esa liturgia post techno pop se entregaron, sin oponer ningún tipo de resistencia, a su propuesta. Todo esto, además, como parte de la escala argentina de la gira Global Spirit Tour, con la que los de Basildon se encuentran presentando su más reciente álbum de estudio, Spirit, publicado en marzo de 2017.
Aunque a su flamante producción discográfica sólo hicieron alusión a través de tres canciones, que bien supieron convivir durante dos horas con sus clásicos. De hecho, “Going Backwards”, el tema que estrena el repertorio de Spirit, develó este reencuentro del trío con su legión de fans locales. Pero antes de que esto sucediera, Juana Molina, tras su fabuloso show en calidad de acto de apertura de la fecha, que aprovechó para seguir repasando su nuevo disco, Halo (2017), se fue ovacionada del escenario. A lo que inmediatamente le siguió un intervalo amenizado por un techno sombrío, que paulatinamente evolucionó en un beat tan marchoso como trasnochado e hipnotizador. Lo cortó en seco “Revolution”, de los Beatles, para que luego una versión instrumental de “Cover Me”, tema originalmente incluido en el décimo cuarto álbum de Depeche Mode, acompañado aparte por una animación de los pies que ilustran la tapa de este trabajo, advirtiera el arribo del grupo.
Una vez que aparecieron los músicos, la conmemoración largó con el ya mentado segundo single de Spirit. Pero Gahan se aguantó un rato, y cantó la primera estrofa de la canción fuera de plano. Termina, y salta poseído. Al tiempo que el lienzo que proyectan las pantallas ubicadas a los lados del escenario, una de las pocas imágenes que se pudieron apreciar durante el recital, se iba deshaciendo. Sin dar muchas vueltas, en su tercera visita a la Argentina, Depeche Mode, a contramano de lo que suele suceder en las giras que promocionan un disco, donde la primera parte de la lista de tema se concentra en lo nuevo, disparó uno de los hits de su álbum Ultra (1997): “It’s No Good”, cuyo riff de sintetizadores, a manera de onomatopeya, fue coreado por el público. Mientras, el frontman empezó a hacer su propio juego, de coqueteo y provocación: con las manos en la cadera, inclinado 45 grados y mirando de manera retadora, pie de micrófono en mano, a la audiencia que se encontraba cerca.
Después de hacer otro de los cortes de Ultra, el aletargado “Barrel of a Gun”, Gahan saludó a su gente, y siguió adelante con el pistero “A Pain That I’m Used”, en el que avanzó, al mejor estilo Jagger, del escenario al campo. A propósito de Sus Majestades Satánicas, “Useless” por momentos mimetizó al trío con Keith & Cía. Aunque ese bajo grueso, post punk y agresivo, ejecutado por el multiinstrumentista Peter Gordeno (músico de la banda en sus giras desde 1998), quien hasta hace un rato estaba en uno de los teclados, impidió que la impronta taciturna que mostró Depeche Mode hasta ahora no se saliera del guión. En ese contexto irrumpió el sublime “Precious”, de Playing the Angel (2005), cuya sutileza se conectó con la de “World in My Eyes”. Pero sólo para eso, pues esta maravilla del disco Violator (1990) es una magnífica oda a la lujuria. Mientras que el atmosférico “Cover Me” volvió a bajar un cambio.
Sin embargo, esta riada de matices narcóticos no fue fortuita. Se trató de una introducción a Martin Gore, el cerebro cancionero y hitero de la agrupación, quien pidió cancha para exponer su faceta de crooner gótico. Primero lo hizo con una versión acústica de “Insight”, y luego, ya con toda la banda de vuelta en el escenario, con “Home”. Tras un buen rato con las pantallas en negro, lo que provocaba la silbatina del público dosificada en ráfagas, apareció una casita dibujada a mano. Por fin. Lo que, con el regreso del camaleónico Gahan, quien en esta faceta luce sus bigotes a lo Clark Gable, para cantar “In Your Room”, hizo que volviera la luz. O más bien la imagen. Pero la alegría, sobre todo para los que estaban en las plateas, no duró mucho. Y la verdad, por más bronca que pudiera dar, esa oscuridad improvisada vino bastante bien. Hasta generó homogeneidad, y resaltó la tesitura de ese puñado de canciones. Porque en la opacidad también hay resplandor.
Además de mutar de gacela a águila, de frotarse una y otra vez el pie del micrófono con su entrepierna, y de dar vueltas como un trompo con las manos extendidas, Gahan es un arengador minimalista. De esa manera, a pura garra, movimiento y erotismo, introdujo un tema nuevo del calibre de “Where’s the Revolution”, y logró conectarlo linealmente con un clásico de larga data del calibre de “Everything Counts”. Aunque al público poco le importaba tanta reflexión: estaba prendido fuego. De la misma manera que el tecladista Andy Fletcher, a su manera: levantando las manos en señal de eucaristía o emulando a las olas. Pero siempre bailando. ¿Y quién no lo haría con “Enjoy the Silence” o “Never Let Me Down Again”? Si bien el cielo ya no estaba en condiciones de hacer el aguante, por la tormenta que se venía, “Strangelove”, con Gore otra vez en plan de crooner, “Walking in my Shoes”, “A Question of Time” y “Personal Jesus” lograron zafar. Y de maravilla.