El progreso (Ardilla) Los encuentros estilísticos que se dan a cada rato en el segundo disco largo de Ardilla corresponden a una banda que hace de la ciudad su tema: distorsión para resistir, psicodelia para escapar, poesía para humanizar y algo de picante para no dejar el culo quieto.

 

Hasta que el sol se apague (Carroña Sharong) “Dios no renunció: nunca existió”, agita el trío alternativo porteño en un disco de sonido industrial, duro y opresivo en el que el aislamiento, el control social y los bardos del corazón son problemas urgentes. ¿Su definición? Música para hijos de padres separados.

 

Antología reggae jamaicano (Edrian M) Fiel a la función social de los selectores y cantores --como divulgadores de la vasta colección de músicas de la isla--, el local Adrián Martín argentiniza temas roots de Aswad, Richie Spice, Inner Circle y Freddie MC Gregor, evitando obviedades de repertorio.

 

Obras de juventud (Juvenilia) Las autoras escasearon en el post punk como en tantas escenas en la historia del rock, pero Daniela Lavenas despliega en este debut su angustia juvenil, que es la de todas aquellas: melodías a media luz para romper esquemas, salir del corset social y sobreponerse.

 

Incinerador (Los Tónicos) Con algo de la manera pícara de encarar las canciones que tiene Gori y parpadeos noventosos de hardcore melódico y rock alternativo onda Los Brujos, la banda del tatuador Pato Domínguez y el productor Chester Rezzano lima los ángulos brutos del hard rock.

 

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