Con la exposición El signo vulnerado, Claudia Contreras (Ranelagh, provincia de Buenos Aires, 1956) presenta hasta fines de abril una breve y contundente antología de obras, realizadas entre los años 2000 y 2018, con curaduría de Eduardo Stupía.
A partir de una producción múltiple en técnicas, materiales, formatos, tratamientos y abordajes, la artista articula potencia visual y política en cada uno de sus trabajos. En este caso, la muestra está en comprometida sincronía con el siniestro 42º aniversario del golpe de estado, el comienzo de la última dictadura cívico-militar y el eco de sus consecuencias, que hoy resuenan fuertemente. El pasado sábado 24 por la mañana, por ejemplo, mientras mucha ciudadanía se aprestaba para concurrir a la multitudinaria marcha en defensa de los derechos humanos, el Centro Cultural de la Cooperación estaba repleto: por una parte, en la planta baja, podía verse la muestra de Claudia Contreras (CC), y por la otra, el subsuelo desbordaba de público hacia las escaleras y descansos, para asistir con entusiasmo a la encendida conferencia del ex presidente ecuatoriano, Rafael Correa.
Para otra de sus muestras, la artista había dicho algo que se sostiene en El signo vulnerado, porque realiza su obra “con la sospecha crítica de que la trama del presente sea una frágil composición de restos, una compleja relación entre desazón y esperanza, entre identidad y significado; entre soporte e idea; entre cuerpo y país”.
Varias de las piezas exhibidas en esta antología incluyen, en su misma materialidad, fragmentos de listas de desaparecidos por la dictadura: en la burocracia enumerativa se cuela el horror que aquí se incrusta a modo de rollos, tiras o listados. Varias de las obras expuestas evocan, citan o tienen referencias, incrustaciones, que remiten de modo directo a los años de plomo.
En las contradicciones que muchas veces surgen entre conciencia y existencia, las artes visuales también tematizan su desarrollo en medio de la adversidad, lo que prácticamente sería una definición posible de “resiliencia”.
En una exposición de 2005, un grupo de artistas –entre quienes estaba Contreras– se propuso, con el impulso del Museo de Arte y Memoria de la ciudad de La Plata, reflexionar con sus obras acerca de la memoria del terrorismo de Estado y sobre la identidad de los desaparecidos, con curaduría de Florencia Battiti, quien decía: “Para Claudia Contreras el disparador ha sido la palabra “resiliencia”, utilizada por la física para referirse a la capacidad que posee un material de recobrar su forma original después de haber sido sometido a altas presiones. Por analogía, las ciencias humanas la utilizan para aludir a la facultad de hombres y mujeres que han atravesado situaciones adversas, saliendo no solamente a salvo, sino aún transformados por la experiencia. Contreras hace un señalamiento sobre esta palabra, la corporiza y teje una trama que incorpora delgadas tiras de papel, fotocopias del listado de desaparecidos publicados por la Conadep. ‘Cada tira es una persona diferente, un individuo único’, señala la artista”.
Claudia Contreras estudió dibujo, diseño textil y serigrafía con Ludovico Pérez; se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes Carlos Morel, de Quilmes; en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes Manuel Belgrano, Prilidiano Pueyrredón y Ernesto de la Cárcova; en la Real Academia San Fernando de Madrid y con maestros como Aurelio Machi, Mara Sánchez, Alejandro Puente y León Ferrari, entre otros. Además es docente en su propio taller, desde 1984.
Junto con la participación en exhibiciones grupales y colectivas en nuestro país y en el exterior, algunas de sus exposiciones individuales fueron Cita envenenada (Centro Cultural Recoleta, 2001), Azul indeleble (Espacio Callejón, 2003), Historias clínicas (gabinete de arte y política, galería Arcimboldo, 2005), Complicidad cotidiana (Museo de la memoria, Rosario, 2005), Remover cielo y tierra (Casa por la Memoria, Resistencia, 2012) e Historias clínicas (CCC, 2014).
Entre otros apoyos y distinciones, obtuvo la Beca Fundación Antorchas, Taller de Barracas, en 1994; la beca Fundación Telefónica / Intercampos, 2005; la Beca Fondo Nacional de las Artes a la Creación (2006); el Primer Premio Adquisición del Salón Nacional de Artes Visuales, Textil (2009) y el Primer Premio del Salón Nacional de Arte Textil Rómulo Raggio (2014).
La obras de CC conjugan belleza poética, una técnica depurada y las aludidas incrustaciones, que generan impacto a veces por su crudeza (un dedo, piezas dentarias), a veces por su modo sutil de camuflarse entre los objetos, a veces por su naturaleza lingüística, que cita o evoca la tragedia.
Como escribe Stupía en la presentación de la muestra: “En una cartografía cuyos accidentes geográficos son los nombres de las víctimas, los mechones de pelo, las piezas dentarias, los botones de uniforme, las tazas con el logotipo de la Armada, entre muchos otros segmentos de una utilería artificial y testimonial, Claudia Contreras orquesta un recorrido dialéctico entre los fragmentos astillados de la historia y la encarnizada voz del artista,que desde la dolorosa luz delata las activas sombras que el terrorismo de estado de la última dictadura proyecta en el lacerado cuerpo colectivo de la sociedad argentina”. (Imagen inferior: Objeto-collage (2017) de Claudia Contreras: goma, nácar, perlas, alambre, hilo, papel impreso, listados de la Conadep).
* En el Centro Cultural de la Cooperación, Av. 1543, hasta fines de abril.