Una blanca calma atraviesa las trece piezas que habitan Puentes en el mar, segundo disco de Cecilia Bernasconi. Eso quiere decir, desde el vamos, que vale arrojarse sobre una superficie cómoda y gozar por dentro. A veces aparecen saltos sonoros (como en “Onírica” o ciertos pasajes de “Pensamiento” y “Coda”) pero en general se trata de un mar de canciones con bandera celeste al viento. No suena extraño entonces que, a la hora de elegir influencias, la guitarrista, cantora y compositora hable de Chico Buarque, Joni Mitchell y Fernando Cabrera. Tampoco que, en tono poético y reflexivo, se refiera al track uno (el mismo “Puentes en el mar”) como efecto de pensamientos que tuvieron Spinetta o Erich Fromm. “Spinetta habla sobre la locura que un poco todos tenemos, y de cómo el arte es la herramienta para intentar zanjar la insoportable idea de no ser comprendido, de estar en un burbuja, de no tener amor, lo que Fromm llama ‘separatidad’. También habla de la importancia de tender lazos entre lo disociado de uno, y entre uno y los otros. Esa idea de los lazos derivó en los puentes, y en la idea de trazar puentes, se llegue o no del otro lado... lo importante es el intento de trazarlos y atravesarlos”, explica Bernasconi, evocando un artículo que Spinetta había escrito para la revista Desbordar, y que Eduardo Berti volvió a publicar en Crónica e iluminaciones, su libro sobre el Flaco.
Traducidos a música, esos lazos-puentes que la artista tiende en su nuevo trabajo podrán verse y escucharse en vivo el jueves 5 de abril a las 21 en Caras y Caretas (Sarmiento 2037). “Elegimos un teatro grande, hermoso y con muy buen sonido para que la música fuera la protagonista. Vamos a tocar el disco completo. También algunos temas de mi primer disco (Fulgor), y alguna cosa nueva, también. Habrá momentos íntimos, algunos acústicos y otros más experimentales”, anuncia Bernasconi que transitará la noche con su banda estable (Demián Pozzo en guitarra, Javier Albín en teclados, Belén Echebeste en cello, Sebastián Alvarez en saxo, Bruno Milano en bajo y Lucas Trosman en batería), más el clarinetista Manuel Rodríguez Riva y Abi González en voz y guitarra como invitados. “La interacción con el grupo es un placer”, sentencia Bernasconi, que también es docente. “Es un verdadero equipo, nos llevamos súper bien en las grabaciones, en el escenario, en los ensayos y en los asados”, señala ella, antes de trozar el disco por algunas de sus partes, todas propias.
Por “Lo que vendrá”, por caso, que no tiene nada que ver con la gema revolucionaria de Astor Piazzolla. “Con toda mi ignorancia me enteré después de haberle puesto el nombre al tema que era el de una obra de Piazzolla que, por supuesto, luego escuché y es bellísima”, aclara, y luego puntualiza: “Mi canción habla de esos momentos difíciles donde no queda otra que tener paciencia con el presente, y esperanza con el futuro”. La compositora también se refiere a la dolorosa “Cabos sueltos”, intencionalmente troquelada en dos partes. “Este tema habla de todo aquello que queda como desperdigado después de una pérdida o una separación, como hilachas, ruinas, cosas desarmadas. Y uno tiene la difícil tarea de volver a zurcir todo ese entramado, pero siempre quedan jirones, cabos sueltos... me gustó la idea de jugar con el contenido y el continente del tema”.
–¿Por qué las trece canciones del disco son completamente suyas?
–Porque me gusta componer... es lo que mejor me expresa.