Jorge Sad Levi, cerebro mágico de la música, notó que esas certezas actuales que circulan en nombre del cognitivismo y las neurociencias conducen a un mundo sin sueños. E incluso más. “Como en Joe’s Garage de Zappa, la música es parte de una estrategia de manipulación a nivel mundial”, dice. Notó esto y decidió intervenir a través de una adaptación de la amusia (supuesta enfermedad de origen histérico) a lenguaje musical, y teatral. Una interacción jugada, claro, dado que “a-musia” es paradójicamente la carencia de música. El resultado se podrá ver y escuchar este viernes en el Centro Cultural de la Cooperación. “La de la Amusia es una experiencia del desierto interior, del silencio del que, luego que lo atravesás, comprendés que la música no es una cosa, sino un vécu como dicen los franceses, una vivencia. ¿Qué quiero decir? Que la música no está en los discos ni en las partituras, está cuando ocurre en tu pecho, tus oídos, tu carne”, dilucida Levi, que para concretar semejante traslación descansó en la solidez del Ensamble de Seres/Parlantes, del artista visual Pablo Magne y el dramaturgo Alejandro Bontas. “Las instituciones necesitan tratar a la música como algo que existe todo el tiempo, independientemente de nosotros y eso lleva a los equívocos que, como los de Ingenieros, parten de convertir los símbolos en cosas”. 

La invocación de José Ingenieros tiene que ver con el origen de la apuesta, porque está basada en una lectura crítica que el compositor hizo de El lenguaje musical y sus perturbaciones histéricas, escrita por Ingenieros en francés a principios del siglo XX. El objeto de la obra era establecer un paralelismo entre música y lenguaje, y corroborar, a partir de tal analogía, una serie de “enfermedades” o “desvíos” como la audición coloreada, el impulso “irrefrenable” a la improvisación, la relación entre música y sexualidad o la melodización de la lectura. “Elegí esta obra porque muchas de las certezas sobre la música que dan forma a su texto son al tiempo posiciones compartidas por la vanguardia anquilosada, convertida en vanguardia académica que de alguna manera fetichiza y cosifica la creación musical en discursos y gestos cristalizados”, sostiene el compositor, que vivió en carne propia el efecto de tales desvíos. “Hace poco tuve que retirar una obra de un festival ya que el curador se negaba a que contuviera electroacústica. De alguna manera, el espíritu de Ingenieros sigue presente y se llama ‘musica contemporánea’, en el sentido más normativo” . Dicho de otra manera el texto de Ingenieros, recién publicado en castellano en 1952, busca encontrar en la conexión entre música y cerebro perturbaciones del lenguaje musical y verbal, para detectar desviaciones en las conductas humanas. Una locura, vista desde hoy, que según Levi fue destinada para uso de las autoridades policiales, “como si la transgresión de las normas o las supuestas discapacidades o dificultades musicales constituyeran delitos”, señala el músico.