"En realidad, quien produce esos sonidos es un loco, un linyera que habita esta zona y no se deja atrapar, un tal Georgius Faustus Helmitheus Heidelbergensis, un tipo que se dice mago y alquimista, un arrogante que habla con su perro y lleva campanitas, pero no se ven, nunca se ven las campanitas", dice "Rufus" al narrador que sigue un tintineo por el bosque alemán y al fin encuentra que "efectivamente, pocos metros más adelante había un anciano hablando con su perro".

El pasaje citado no pertenece a una novela fantástica ni a un cuento de hadas sino a un libro de crónicas: China de Pablo Bilsky, donde el adverbio "efectivamente" anuda el dato visible con el mito, la leyenda urbana que su oído alerta escucha detrás. Donde la lluvia en La Habana es narrada en un collage de citas de José Lezama Lima.Baltasara Editora acaba de sacar de imprenta esta selección de crónicas de viaje que llevan la marca del inimitable estilo Bilsky.

China se presentará el jueves 12 de abril a las 19 en la Facultad Libre (9 de Julio 1122) con el autor, la editora y Horacio Caró. El título es perfecto para una obra que combina lo inverosímil, la agudeza ideológica y la experimentación con el lenguaje. China es el nombre del exotismo y de lo indescifrable; también del gigante económico que inunda el mundo globalizado con su kitsch industrial.

Bilsky (Rosario, 1963) es profesor de literatura española y columnista de política internacional. Uniendo en un mismo trazo de aguafuerte al periodismo en primera persona con una prosa neobarroca de inspiración afrocubana, escribe del mundo como un bazar oriental, una enumeración caótica de maravillas cuyo vértigo testimonia la coexistencia de diversos planos de realidad y de significación en una misma instantánea. "Viaje", en el universo bilskiano, combina en cada relato la denotación de la lejanía con la connotación psicodélica.

Bilsky escribe en Redacción Rosario y El Eslabón. Estudió y enseña en la Universidad Nacional de Rosario. En los cuentos que desde hace años viene publicando en la sección contratapa de Rosario/12 se mezclan sátira y pesadillas. Como cronista es tan fiel a lo visto como a un punto de vista que conjuga los caprichos del asombro con el rigor de una ética. Porque los crímenes de lesa humanidad no prescriben, tanto al Museo de la Esclavitud en Liverpool como a la memoria del terrorismo de Estado nazi en Varsovia él elige narrarlos en presente: "Tierra, no escondas mi sangre para que mi grito no pare", lee en el memorial a las víctimas de Treblinka, escrito en tres idiomas, en nombre de los espectros de la historia. Son imágenes con fantasma.

Es la suya una mirada que ve el mundo como por primera vez, que se pasea por la Praga de Franz Kafka sin nombrarlo, que redescubre el Museo del Louvre como un baile entre los cuerpos móviles y los cuerpos pintados; una mirada que ve lo que para el lugar es invisible, los muertos vivos, las gitanas que mendigan inútilmente en Oslo y los sin techo desechados entre un bizarro cosplay por las calles de Hollywood. El pintoresco caos que Bilsky pareciera llevar como un decorado móvil a donde va, tanto en Jerusalén como en Amsterdam, encuentra siempre su orden en la idea subyacente de que lo más horrendo y grotesco de todo es una economía donde se trafican tanto las cosas como las personas.

Anota los olores, el ardor: el de los gases lacrimógenos en Grecia, donde la policía reprimió a los manifestantes más cultos del mundo. "Durante la batalla se habla de la ira de Aquiles, y se dice que la furia del Pélida vencerá a los banqueros germanos que intentan humillar al pueblo griego", apunta. En un tiempo que cree tenerlo todo a sólo un clic de distancia, son doblemente valiosas estas crónicas escritas como buena literatura y pensadas como testimonio: el de un narrador que viene desde muy lejos para poder decir "yo estuve ahí".

Bilsky es autor además de Herodes (Yo soy Gilda, 2015). Su libro Sfruttatori ganó una mención en el I Concurso Nacional de Poesía de la Editorial Municipal de Rosario, que está por publicarlo.