La línea de juguetes más vendida de la historia fue diseñada a las apuradas y el método creativo que la hizo posible fue salir corriendo a la tienda más cercana a comprar muñecos de otras colecciones para tunearlos y deformarlos, tallándolos o añadiéndoles pedazos de plastilina. Ese backstage industrial con olor a “cocina casera” y el anecdotario de chambonadas comerciales y de marketing por detrás de los grandes hits vintage del negocio juguetero son el objeto de estudio de The Toys That Made Us, una serie de documentales recién estrenada por la plataforma Netflix. Cada uno de sus episodios se centra en una saga de juguetes, todas bien mainstream, de los años ‘70 y ‘80, como la sex symbol Barbie, como la colección de navecitas y figuras de acción de Star Wars o como los musculosos, sobreactuados muñecos de Masters of the Universe.
Esta curiosa serie documental desarrolla la memorabilia juguetera y sus implicancias: hay elementos de genuina pasión nerd para coleccionistas, hay desembozados fines de lucro expresados por hombres de negocios habanos y traje a cuadros, hay intereses político–imperialistas que se desnudan solos y hay ancianos que todavía se arrepienten de haber rechazado a un tal George Lucas y sus guerreros galácticos. Y un valor agregado que supone la interna de taller: sorprende la coexistencia entre lo industrial y lo artesanal en los prototipos de muñecos que fueron tan globales. Es que en The Toys That Made Us sólo hay hits comerciales (y, en algunos casos, sus estruendosos derrumbes posteriores). Están los que representaban marketing pos–cinematográfico para jugueterías, como la línea de Star Wars; y los que precedieron a los dibujos animados, como en el caso de He-Man, cuyos programas televisivos no fueron sino excusas para vender más muñecos. Están los que funcionaban como aplicaciones comerciales de la Guerra Fría, como la colección G.I. Joe; y las historias sobre cómo una empresaria juguetera vio en su catálogo demasiados productos para varones y “tomó prestada” la línea de una muñeca alemana para idear Barbie. Todo, en un contexto de desventuras, internas y arrepentimientos en los pasillos y talleres de gigantes corporaciones jugueteras como Mattel, Kenner o Hasbro. PáginaI12 entrevistó al experimentado productor neoyorquino Brian Volk-Weiss, creador de The Toys That Made Us, cuyo currículum incluyó especiales televisivos con comediantes como Jerry Seinfeld, Louis C.K. o Weird Al Yankovic. Antes de que se decidiera a indagar en su obsesión vintage–juguetera.
–Los juguetes que investiga The Toys That Made Us son iconos pop. ¿Qué se propuso descubrir?
–La génesis de estos documentales fue que me encantan los juguetes, que habían contribuido mucho a mi infancia y que habían sido parte fundamental de mi vida... y que sin embargo, siempre me había resultado realmente difícil averiguar cosas sobre sus orígenes. Yo iba a la librería y me encontraba con mil libros sobre la Segunda Guerra Mundial, o con quinientos libros sobre la Guerra de Vietnam... pero no había absolutamente nada sobre los Transformers o sobre Barbie. Eso me hizo advertir que había un espacio vacante para un programa que podía tener mucho valor para las personas. Si lo hacíamos bien, por supuesto. Quería conocer qué decisiones creativas, o comerciales, había por detrás de las cosas que yo daba por sentadas cuando era niño. Y ahora, como adulto, al entender un poco más sobre el arte y el trabajo empresarial, me intrigaba por qué ciertos personajes se veían de cierta manera o por qué los fabricantes de juguetes les habían adjudicado ciertas personalidades.
–¿Cuál fue su mayor sorpresa al producir esta serie de documentales?
–Me sorprendió saber que todo el escuadrón Cobra, que eran los villanos de la línea G.I. Joe, fue una idea de último momento: la empresa Marvel sugirió que todos esos héroes y soldados del comando G.I. Joe necesitaban un tipo malo al que dispararle. También me impactó enterarme que el actor de voz Peter Cullen basó la voz que le puso a Optimus Prime, el líder de los Transformers, en cómo sonaba su hermano antes de ir a pelear a Vietnam. Insisto, antes de ir...
–The Toys That Made Us indaga en un gran negocio industrial e internacional que, al mismo tiempo, involucró una gran cantidad de trabajo artesanal, hecho a mano. ¿Qué piensa de esa mezcla?
–Creo que es absolutamente increíble cómo funciona esa compleja combinación de artesanía y fines comerciales. Cómo todo eso redunda en ideas y juguetes que inspiran a los niños. Y cómo permite que compañías que toman enormes riesgos financieros se mantengan en el negocio y puedan pagarle a sus empleados creativos. Y hay números increíbles: por cada personaje de G.I. Joe que salió al mercado hubo ocho o nueve personajes de Dune.
–Usted nació en 1976, seguramente es uno de esos “chicos que crecieron, pero no tanto” de los que habla The Toys That Made Us. ¿Es una serie documental nostálgica, como para volver a la niñez?
–¡Absolutamente! Tengo una colección de al menos 400 juguetes, aunque, tristemente, los que conservo desde que era niño no son más de diez. Por eso, llevar adelante esta serie fue increíble. Pude ver cosas que no había visto en más de 30 años, como cuando fuimos a grabar material en los archivos de Lego, en Billund, Dinamarca, y me topé con el castillo amarillo: lo había visto por última vez cuando tenía seis años. Esas cosas me dejaron atónito casi a diario. Calculo que me emocioné, o tuve la piel de gallina, en una de cada tres tomas que rodamos.