La canasta básica de alimentos subió 2,9 por ciento en febrero y la canasta básica total anotó un alza del 3,3 por ciento. Estas canastas se usan para evaluar la cantidad de individuos que están en condición de indigencia y pobreza, respectivamente. En ambos casos, la suba del primer bimestre trepó al 5,2 por ciento, contra un alza del IPC en el mismo período del 4,2 por ciento. Estimaciones del sector privado aseguran que la mejora en los indicadores de pobreza del año pasado ya se licuaron por la aceleración de precios de los productos de consumo masivo entre enero y marzo de este año, en particular de los alimentos. El Gobierno anunciará hoy una baja en la cantidad de pobres en el segundo semestre de 2017. Se trata de una noticia que quedó vieja frente al rebote inflacionario en estos últimos tres meses, el cual no fue acompañado por una mejora equivalente en los ingresos de la población. Algunos indicadores ya hablan de una suba de 5 puntos en el porcentaje de pobreza para 2018.
El Indec informó ayer que un hogar compuesto por un matrimonio y dos hijos de 6 y 8 años necesita 17.537 pesos para no ser pobre y 6987 pesos para no ser indigente. Se trata de un incremento del 24,2 y del 28,3 por ciento en relación con las cifras de febrero de 2017. El aumento interanual de la canasta básica total y alimentaria se aceleró fuertemente a partir de noviembre. A finales del año pasado, la inflación interanual de ambas canastas era de 20,3 y 22,1 por ciento, respectivamente. Los precios subían menos que los salarios promedios de la economía. Pero esto ya no pasa este año. Las remuneraciones se negocian en torno al 15 por ciento, unos 10 puntos porcentuales menos respecto de lo que suben los precios medidos en la canasta básica total y en la alimentaria.
El director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, se mostró muy crítico esta semana con el recorrido de la pobreza en los últimos meses. Mencionó que este año la pobreza aumentará y habrá una mayor brecha de desigualdad entre los individuos con más y menos ingresos de la población. “Habrá mayor dinamismo en el sector más exportador, en los sectores más concentrados, y rezago en los sectores de consumo interno. Esto amplia la brecha de desigualdad. Ocurrió en 2016 y en 2017, y seguramente va a ocurrir en 2018”, mencionó. Planteó que no hay cambios cualitativos que permitan esperar un escenario diferente. “Las inversiones están rezagadas. El mercado interno está rezagado. Por lo tanto nada vislumbra que vaya a haber un cambio de tendencia este año para mejorar las condiciones sociales”, advirtió.
La UCA mencionó que las mejoras en la pobreza del segundo semestre de 2017 fueron pasajeras y este año la aceleración inflacionaria borró los datos positivos en materia de indicadores sociales. “Hubo mejoras en 2017 con respecto a la fuerte crisis social que se experimentó en 2016, tras la relativa normalización de las variables económicas a fines de 2015”, indicó Salvia. Precisó que “en los números finos creció la indigencia y la pobreza en 2016, mientras que en 2017, con moderación de la inflación y un cierto crecimiento de algunos sectores del empleo, se logró volver a una situación parecida a la de 2015”. Pero aclaró que fue transitorio. “Con paritarias al 15 por ciento y la inflación al 20, la pobreza subirá 5 puntos este año”, afirmó.
Los consultores dedicados a mediar pobreza e indigencia afirman que no hay cambios cualitativos en materia de calidad de vida de la población e incluso los individuos de menores recursos enfrentan peores condiciones que en 2015, debido a que los derechos sociales no subieron al mismo ritmo que la inflación. La falta de consumo interno y de creación de puestos de trabajo formales es otro problema estructural de los últimos años que potencia las tensiones sociales de los segmentos vulnerables. La mayoría de los empleos generados en el último año no fueron de asalariados registrados sino de cuentapropistas donde rige la flexibilización laboral.
Uno de los elementos que más impacta en la calidad de vida de los grupos vulnerables es la suba de los precios de los alimentos. Este es uno de los rubros que más se encareció en los últimos meses y le resta ingresos disponibles a las familias de bajos recursos. El Indec informó que en febrero el rubro alimentos marcó un aumento de 2,2 por ciento. En detalle se precisó que el pan subió 3,2 por ciento, la harina (3,9 por ciento), la paleta (5,3), el pollo (8,5) y los huevos (8,2). Otras subas importantes impulsadas por la estacionalidad se registraron en lechuga (14,7 por ciento), naranja (42) y banana (6,8). Estas subas en 2018 resultan muy difíciles de justificar para un Gobierno que a finales de 2015 aseguraba que bajar la inflación era lo más sencillo en política económica y que su prioridad era conseguir un país con pobreza cero.