Después de que el Ministerio de Salud de la Nación confirmara esta semana que ya hubo dos muertos por  fiebre amarilla en lo que va del año,  la Fundación Soberanía Sanitaria alertó sobre la necesidad de prevenir una epidemia de consecuencias impredecibles y cuestionó la inacción oficial al respecto. “La campaña que se está haciendo es muy poco agresiva y empezó recién en enero. La fiebre amarilla es una enfermedad muy grave, que puede ser mortal, y la pasividad del Estado es alarmante”, consideró el sanitarista Nicolás Kreplak, responsable de la entidad. 

Las muertes ocurrieron en Neuqén y Lanús. En la Ciudad de Buenos Aires, un joven de 24 años lucha por su vida al ser el primer trasplantado hepático como tratamiento a una manifestación grave de la enfermedad. Otras cuatro personas contagiadas sufrieron formas más suaves y ya se están restableciendo. 

En este contexto, Kreplak explicó que “el problema es cualitativo: el Estado argentino parte de una concepción individualista del cuidado de la salud. Y eso es un error, porque no se puede dejar librado a la voluntad personal el control de una epidemia”.

La fiebre amarilla es una enfermedad vírica aguda, hemorrágica, transmitida por mosquitos infectados. El término “amarilla” alude a la ictericia que presentan algunos pacientes.

“Y como el Estado no está realmente involucrado en la campaña, se producen errores gravísimos. Todos los casos de contagio que se dieron hasta ahora en la Argentina son en personas no vacunadas. Y una de las víctimas fatales, el señor de 69 de Cipolletti, había ido al médico a ver si tenía que vacunarse y le dijeron que no. Acá el tema es el desconocimiento. Lo que la Organización Mundial de la Salud dice es que por debajo de los 9 meses y por encima de los 60 años, aumentan las posibilidades de reacciones adversas graves a la vacuna. Pero la tasa de problemas graves oscila entre 0,4 y 0,8 por 100 000 personas vacunadas. Entonces, una cosa es evaluar la situación de cada paciente fuera de esa franja de edad y otra es creer que no se debe vacunar antes de los 9 meses y después de los 60 años. Este tipo de confusiones es consecuencia de una campaña mal hecha”, desarrolló Kreplak. 

La epidemia en Brasil empezó en zonas rurales y selváticas a través de los mosquitos silvestres de los géneros Haemagogus y Sabethes. Luego se propagó ya en zonas urbanas, y a fines del año pasado alcanzó a residentes del mayor conglomerado urbano del país, San Pablo y sus alrededores, lo cual generó un fuerte alerta en las autoridades sanitarias. 

Al respecto, el doctor Kreplak detalla: “Por suerte, hasta ahora no hubo casos de contagio de fiebre amarilla por el Aedes aegypti. En nuestro país las campañas contra ese mosquito no fueron en absoluto eficaces, ya que tenemos muchísimos casos de dengue, zika y chicunguña. Por eso este dato es importantísimo. Y hay que aprovechar esta situación. El Aedes está totalmente adaptado a las zonas urbanas y como puede transmitir la fiebre amarilla, podría generarse una epidemia de proporciones impredecibles. Y ése es otro de los aspectos de las políticas de salud pública que están mal resueltos. No alcanza con pasar un spot por la radio hablando de la descacharrización. Se desfinanciaron todos los programas de prevención de la proliferación del Aedes. En las zonas de mayor prevalencia de este mosquito (Salta, Misiones, Corrientes, Tucumán, Formosa, por ejemplo) había trabajando hasta hace dos años más de cinco mil agentes sanitarios, trabajadores expertos en control de plagas, que enseñaban a combatir realmente los mosquitos, porque iban casa por casa y mostraban y explicaban qué y cómo había que hacer. Con sólo una campaña por radio o televisión no alcanza, porque uno puede creer que eliminó todos los lugares donde se crían las larvas y en realidad dejó un montón. Es un trabajo comunitario que hay que hacer a fondo”.

El informe de la Fundación Soberanía Sanitaria concluye recordando que con el fin del verano, se abre un período en el cual disminuye sustancialmente el riesgo de transmisión de la fiebre amarilla y otras enfermedades vectoriales. Y plantea entonces que debe aprovecharse este tiempo para retomar (o iniciar) las acciones de prevención y control de las enfermedades de transmisión vectorial, poniendo el foco en el control del vector y fortaleciendo la vacunación. Kreplak amplió: “Hay que tener en cuenta que no hay ningún tratamiento eficaz contra la fiebre amarilla. Lo que hay es vacunas para evitar contraer la enfermedad o, si ya se enfermó, tratamiento de soporte contra la deshidratación y la fiebre hasta que el cuerpo elimine el virus. En los casos más grave, se produce una falla multiorgánica que puede exigir trasplantes, por ejemplo, tal como ocurrió con el joven de 24 años. NO hay que olvidar que el tratamiento es el mismo de la época de Eduardo Wilde (ver aparte), con mejor tecnología. Por eso no se debe reducir el cuidado de la salud a un problema individual. Debe haber campañas eficaces, que empiecen dos o tres meses antes de que muchos argentinos viajen de vacaciones a Brasil. Y tienen que incluir no sólo la radio o la televisión, sino también agencias de viajes, escuelas, hospitales”.