Mucho se discute en estos días respecto de cuál será la suerte que correrá la economía en 2017 y hasta qué punto las medidas implementadas serán suficientes para restablecer el crecimiento. Las previsiones oficiales abundan en optimismo aventurando una expansión del Producto Interno Bruto (PIB) del 3,5 por ciento; cuando el 2016 cerraría con un retroceso de 2,5 por ciento. 

No resulta relevante ahondar en los pronósticos que realizan la mayoría de las consultoras de la city. Pero sí es conveniente matizar ese optimismo que augura un crecimiento de 6 puntos (de -2,5 a 3,5 por ciento) con un andamiaje lógico que permita dar cuenta de los orígenes y mecanismos que pueden llevar a una expansión de la actividad económica; o que pueden estancarla aún más. 

Esta motivación convoca a una reminiscencia inmediata que conduce a un principio keynesiano de la demanda agregada. Este es muy sencillo: todo lo producido por una economía tiene como uso (demanda) cinco posibles destinos: el consumo de los hogares, la inversión de las empresas y del sector público, el gasto público, las exportaciones y las importaciones. Estas últimas tienen un efecto negativo sobre la producción, es decir, representan demanda nacional de productos externos, que actúan como “fugas” del producto y como una demanda negativa. El esquema es el siguiente:

PIB = Consumo de los hogares + Inversión (productiva) + Gasto público + Exportaciones - Importaciones

  Esa descripción hace referencia a una identidad contable, que debe cumplirse rigurosamente. Es precisamente dicha igualdad la que permite dar cuenta de los serios limitantes que enfrenta el país para crecer el año entrante. Analicemos uno por uno esos componentes.

  • Consumo de los hogares: Es el más importante de la demanda agregada. De cada 100 pesos que se produce localmente, 74 son demandados por los hogares. Es decir que, por cada punto que aumenta el consumo, el PIB se incrementa 0,74; en la medida que no se incrementen simultáneamente las importaciones. Esta variable tiene la particularidad de ser un componente sobre el cual la política económica puede influir considerablemente por vías diferentes por los ingresos (AUH, jubilaciones mínimas, paritarias, Progresar), el financiamiento (Plan Ahora 12, Tarjeta Argenta, Procrear) y los precios (Precios cuidados, derechos de exportación).

Durante 2016, la merma en el poder adquisitivo rondará el 8 por ciento, explicado por acuerdos paritarios inferiores a la inflación anual que alcanzará el 42 por ciento. La inercia inflacionaria hace prever que el cumplimiento de metas de inflación establecidas por el gobierno, cercanas al 17 por ciento para el año siguiente, muestra incompatibilidad con el crecimiento proyectado del 3,5 por ciento. Los pronósticos más optimistas hablan del 25 al 30 por ciento; lo que ya significaría asumir una caída de 17 puntos porcentuales en el mejor de los casos. Pero una menor inflación no representará necesariamente un incremento del consumo; si los salarios nominales no se posicionan por encima de estos valores y si la destrucción de empleos se mantiene. Actualmente, las empresas están concentrando más sus esfuerzos por evitar nuevos despidos y suspensiones, que por ofrecer salarios por encima de los precios.

  • Inversión de las empresas: representa el 18 por ciento de la demanda total de bienes y servicios. Por cada 100 pesos que se producen, 18 son demandados por las empresas para realizar sus inversiones. Varios factores dificultan una perspectiva de mejora en el desempeño de la inversión en 2017. En primer lugar se puede destacar la caída registrada en la Utilización de la Capacidad Instalada (UCI), que pasó del 71,4 por ciento en octubre de 2015 al 65,4 por ciento en igual período de este año. Difícil prever ampliaciones productivas o nuevas inversiones en un escenario local donde la capacidad ociosa va en aumento por la caída de las ventas.

Otro factor que desalienta la inversión productiva, o al menos invita a posponerla, son las elevadas tasas de interés promovidas por la estrategia monetaria del Banco Central. Las metas de inflación y de cotización del dólar exigen un piso de tasa de interés demasiado elevado en un escenario de retracción de mercados y aumentos de costos.

Asimismo, los anuncios de inversión (principalmente de la extranjera directa) no se terminan de materializar en desembolsos efectivos pues el retorno, los plazos y el riesgo dependen de varios factores, entre ellos del contexto institucional, político y económico local. Al respecto, la incertidumbre creciente que tiene el sector privado sobre la sostenibilidad de las decisiones de políticas económicas adoptadas por el Gobierno en un marco de creciente tensión hace pensar que las posibilidades de concreción quedarán sujetas a los resultados de las elecciones legislativas (previstas recién para agosto próximo).

  • Gasto Público: el aumento déficit fiscal y sus mecanismos de financiamiento son cada vez más estrechos, lo que constituyen en condicionantes para el crecimiento del gasto público. Las herramientas para su financiamiento son limitadas: a) debilitamiento de la recaudación y escasa viabilidad política para incrementar la presión tributaria; b) negativa del gobierno a utilizar la emisión monetaria para estimular la demanda y la producción, atento a que en su lógica económica dichos estímulos derivan en presiones sobre el dólar y c) dificultad para obtener más endeudamiento sin esfuerzos fiscales en un contexto mundial incierto y reacio a depositar nuevos fondos en países emergentes. Incluso existe la posibilidad de que se genere un corte brusco en el financiamiento. 

Tampoco despiertan señales positivas la situación que atraviesa el sector de la construcción, donde la política oficial tiene mayor influencia. La virtual suspensión de la obra pública por motivos fiscales explica en gran medida las prioridades que el gobierno tendrá para el año entrante y hacen prever un achicamiento del gasto público.

  • Exportaciones: representan cerca del 20 por ciento del PIB y constituyen una variable independiente (en gran medida) de la política económica nacional, pues son escasas las posibilidades que tiene el gobierno para incidir sobre ellas. Hay dos grandes factores que influyen sobre la dinámica externa. Por un lado, todas las exportaciones vinculadas al complejo sojero. Dichas ventas enfrentan un precio establecido internacionalmente que responde a: 1) al nivel de cosecha mundial, 2) la demanda de China y 3) las decisiones sobre la tasa de la Reserva Federal (banca central de Estados Unidos). En definitiva, ninguna de estas tres variables son afectadas por la política nacional. 

Aquellas voces que promueven la devaluación como forma de generar mayor competitividad de las exportaciones suelen omitir estos factores fundamentales, como también el contexto internacional vigente. Las devaluaciones derivan en transferencia de ingresos entre sectores de la producción nacional sin traducirse necesariamente en un mayor dinamismo de las exportaciones. El escenario internacional muestra un mundo donde las economías desarrolladas tenderán a cerrarse aún más (Efecto Trump). Resulta poco factible en ese contexto que las exportaciones industriales locales se incrementen por la sola modificación del tipo de cambio; aunque su baja competitividad pueda provocar la pérdida de mercados que luego son difíciles de conquistar.

El otro factor que influye considerablemente sobre el comercio exterior de Argentina es la economía de Brasil. En particular, la industria brasileña acumula en los primeros nueve meses del año una contracción interanual del 7 por ciento; y las importaciones totales de Brasil acumularon una caída del 23 por ciento.

La coyuntura de estancamiento y recesión que atraviesa la economía brasileña, sumado a la decisión política del presidente Temer por ordenar su desequilibrio fiscal, hacen prever que será dificultoso lograr una dinámica exportadora virtuosa en el 2017 a partir del crecimiento de Brasil.

  • Importaciones: como se mencionó, es una variable que resta a la producción nacional pues representa la demanda de bienes que no se producen en el país. Su participación en la economía nacional es cercana al 25 por ciento del PIB. Las importaciones podrían dividirse entre aquellas necesarias para llevar adelante procesos productivos, como el caso de bienes de capital, piezas y componentes intermedios, y la de bienes finales para su consumo. Estos últimos son principalmente los que desplazan producción nacional por extranjera.

La desarticulación de los sistemas de protección paraarancelarios ha tenido como propósito ampliar la oferta y de esa manera contener los aumentos de precios. Sin embargo, esa decisión ha significado una considerable competencia con la producción nacional; en particular en la industria textil, calzado, juguetes, indumentaria, incluso algunos sectores vinculados a la producción de alimentos; las cuales enfrentan importantes presiones de productos externos que los empujan hacia una menor actividad o directamente el cierre.

Esta situación acontece en un contexto de sobrestock mundial, en el cual los propios países asiáticos, principalmente China, contarán con excedentes cada vez mayores de productos manufacturados en búsqueda de mercados, lo que tornará aún más cruenta la competencia global. 

En suma, las perspectivas económicas para 2017 son muy complejas. El Gobierno enfrenta grandes dificultades para definir un modelo de crecimiento económico coherente. Los escenarios venideros de las principales variables que pueden impulsar el PIB son muy desalentadores para avizorar un repunte significativo de la actividad en 2017.

* Economista.

** Economista. Docente UNAJ.


Sin fuentes para el crecimiento

                                          PIB 2017

Elaboración propia.

perspectivas 

2017

  • Las previsiones oficiales abundan en optimismo aventurando una expansión del Producto Interno Bruto (PIB) del 3,5 por ciento para 2017.
  • Las perspectivas económicas son muy complejas. El Gobierno enfrenta grandes dificultades para definir un modelo de crecimiento económico coherente. 
  • Los escenarios venideros de las principales variables que pueden impulsar el PIB son muy desalentadores para avizorar un repunte significativo de la actividad en 2017. 
  • Una menor inflación      no representará necesariamente un incremento del consumo, si los salarios nominales no se posicionan por encima de estos valores y si la destrucción de empleos    se mantiene.
  • El aumento del déficit fiscal y sus mecanismos de financiamiento son cada vez más estrechos, lo que      los constituye en condicionantes para el crecimiento del gasto público.