El lado animal de esta chica puede ser muy seductor: la mirada devoradora, los movimientos salvajes, la silueta que ondula… Hasta que la muchacha --predadora, al fin, y carnívora, como buena parte de los peces-- atrapa una rata y se la desayuna vivita, todavía tibia y latiendo. Con un aire a Björk, pero con dientes de piraña, la joven actriz belga Eline Powell sorprende, cautiva y asusta en el estreno de la miniserie Siren (disponible desde ayer en la plataforma online Freeform), acaso en el primer protagónico que tienen las sirenas en la era dorada de las series de TV.
Estas criaturas mitológicas mitad mujer mitad pez eran señaladas en los relatos antiguos por su siniestra habilidad para hipnotizar y seducir a los marineros con sus voces hechizantes, para luego liquidarlos. Siren, la serie, parece recuperar esa dualidad entre atracción y peligro, aunque con un tono onírico y casi ambientalista, ya que la chica-pez parece ser la desesperada representante de un antiguo ecosistema conquistado por las personas y la fucking civilización.
El mito de las sirenas ha tenido sus cameos en pantalla, sí, aunque bastante esporádicos: de la ochentosa comedia romántica Splash, con Tom Hanks y una sirena rubia, bonita, casi tarada (1984) al hit animado infantil de Disney, La Sirenita (1989), pensá cuántas películas y series de vampiros, zombies o dragones aparecieron desde entonces.
Tal vez es momento de que las sirenas vuelvan a la superficie: la peli de terror polaca The Lure (2015) recuperó el lado terrorífico de las chicas con culo de pescado. La flamante ganadora de premios Oscar, La forma del agua (2017), rescató de las profundidades una versión milagrera y garchadora del tritón, versión machito de las sirenas. Y Netflix produce por estos días la serie Tidelands, con la versión australiana de las personas con aletas y vejiga natatoria. O sea que, vienen por el agua.
En cuanto a Siren, atención a la mitad de arriba del personaje principal, Ryn, la misteriosa chica que acaba de descubrir que tiene piernas y que es la recién llegada a un pueblito alejado, escenario siempre conveniente para estas cosas. La joven-monstruo fuerza su mirada animal, ladea la cabeza como una bestia cuando se cruza con una lugareña y, realmente, inquieta un poco. Aún antes de mostrarse en el agua, con las escamas al aire.