La proximidad del Mundial acelera los corazones. Rusia es el destino y se advierte en el aire la ansiedad. Y hay algunos personajes que saben bien de qué se trata toda esta historia. Lo viven de una forma especial. Les hierve la sangre. Maximiliano Rodríguez tiene esa sensación. Es que más allá de sentir que por primera vez en los últimos doce años no será parte de la lista de 23 futbolistas que buscarán la gloria, su deseo hoy como hincha está pleno de ilusión, como cuando estaba adentro de la cancha con la camiseta de la Selección. Sabe bien que hay un grupo que anhela el triunfo como nadie y necesita curar la herida que dejó haber estado tan cerca de alzar la copa.
Vuelve a recrearse aquel golazo a México en Alemania 2006 y el penal que hace cuatro años, en la definición de las semifinales con Holanda, unió a todo un país en un grito de gol que reaparece para vislumbrar que se puede. En su charla con Enganche hace hincapié en su familia, analiza lo que vivió la Selección en este último tiempo y mira lo que viene para su carrera y para Argentina en junio.
–Tuviste ofertas de Estados Unidos, Australia, Europa y hasta del fútbol chino. ¿Por qué elegiste seguir en Peñarol?
–Había ofertas de muchos lugares, pero cuando me llegó esto no lo dudé. Me encamine con la aspiración de pelear por algo. Todavía tengo la ambición de seguir ganando cosas y seguir compitiendo. Se dio todo mucho mejor de lo que esperaba porque el campeonato pasado vinimos desde atrás, no arrancamos muy bien y después se terminó dando todo para ganar la tabla anual y el Uruguayo.
–¿Qué tu familia esté cerca de Argentina influyó?
–No, para nada. Una vez que dejé Newell’s tenía varias negociaciones encaminadas. Yo analicé todas por el lado deportivo. Claro que la familia es la que más sufre porque ya estábamos muy arraigados en Rosario.
–¿Aprovechás para volver seguido a Rosario?
–Desde que llegué acá, me fui únicamente para las vacaciones. Tuve tiempo, pero la verdad, disfruto mucho del día a día en Uruguay. Estamos tranquilos. Para los fines de semana tenemos también muy cerca Punta del Este y nos vamos en auto. De hecho, vienen más seguido a visitarnos la familia y los amigos.
–¿Sos un obsesivo del fútbol o cuando llegás a tu casa dejás la pelota de lado?
–Cuando estoy en mi casa miro a Newell’s, a Barcelona o algún que otro partido interesante de la Argentina. De todas formas, en mi casa me gusta estar tranquilo con la familia más que mirar fútbol. Disfruto del día a día de mis hijas, de mi mujer y de mi vieja cuando nos viene a visitar. Puedo mirar alguna serie, aunque por lo general el televisor de mi casa está en Disney todo el día (se ríe). Y lo que prefiero es tener el televisor apagado y tomar mates con mi señora. Hay que aprovechar cada momento porque es difícil cuando te toca jugar Copa Libertadores, que viajás mucho y estás poco. A veces tus hijas lo reprochan, y es lógico. Por eso trato de disfrutarlas al máximo.
–Hacés hincapié en el rol de la familia en tu vida. Debe haber sido difícil que intentar buscar un hijo sin lograrlo.
–Con mi señora nos conocemos desde chiquitos, vivía a 100 metros de mi casa. Yo soy muy amigo del hermano. Él me jodía que la hermana preguntaba por mí y no le daba bola. Después se fue dando, nos pusimos de novios y cuando me fui a Europa se vino conmigo. Para buscar nuestra primera hija esperamos bastante tiempo. Cuando intentamos tuvimos que hacer varios tratamientos porque no ella podía quedar embarazada. Es muy duro, pero nunca perdimos las esperanzas. Fue durante la última etapa en Atlético Madrid que pudo quedar embarazada y con la nena recién nacida de tres meses nos fuimos a Liverpool. Hoy tenemos una familia hermosa y son el equilibrio que necesito. En esta carrera podés tener todo y también perderlo todo muy rápido.
–En Rosario te criaste con tu madre soltera. Cuando te hiciste conocido, ¿tu papá intentó acercarse o vos lo buscaste?
–No y nunca me propuse encontrarlo. Me críe solo con mi vieja y mis abuelos, son cosas que se dan en la vida. Siempre nos costó mucho porque ella laburaba todo el día, mi abuelo también y yo estaba con mi abuela. Me la arreglaba para ir al colegio y a los entrenamientos. O por ahí iban turnándose para salir antes de su trabajo e ir a buscarme. Gracias a ellos nunca me faltó nada.
–En algún momento fuiste padrino del Hogar de Tránsito de Mujeres Solteras, ¿Seguís vinculado?
–Ahora al estar lejos me cuesta un poco más, pero siempre trato de colaborar en ese hogar o en otros. De donde me llamen y vea que haya necesidades hago lo posible para dar una mano. No es que me ligo solo a un lugar. Con Pupi (Zanetti) hicimos varios partidos a beneficio y en otros actos también he ido para aportar. Es clave el rol del social en el deporte.
–Las mujeres en tu vida tienen un rol primordial. ¿Qué opinión tenés sobre el levantamiento del feminismo en estos últimos años?
–Sigo ese movimiento desde hace mucho. Son temas muy delicados, yo estoy rodeado de mujeres. Creo que tienen que tener el mismo rol que nosotros, estoy completamente de acuerdo con esa pelea. La igualdad es algo que se tiene que lograr.
–Hablando sobre la Selección, este año te quedás sin figurita del Mundial...
–Sí, no voy a tener mi figurita, pero las vamos a coleccionarlas igual (risas). La verdad es que me parecía raro tener a mis amigos juntando y que me mandaban la foto por whatsapp. Llegaba a casa y mis hijas me decían “mirá papi, tengo tu figurita” o la tenían las amiguitas de ellas. Y antes era yo el que coleccionaba. Uno de los álbumes que más me acuerdo es el de Italia 90, que todavía lo tengo. Nunca me imaginé estar en tres álbumes del Mundial. Igual siempre me dio vergüenza, me daban la figurita y la guardaba enseguida. En ese momento quizás no te das cuenta de la importancia porque lo tomaba como algo normal, pero para el jugador de fútbol es muy lindo.
–¿Después de jugar tres mundiales es difícil cambiar al rol de hincha?
–Al principio me costaba mucho. Después de la Copa de 2014 era difícil no verme ahí adentro. Pero estaba tranquilo porque cuando estuve siempre di todo. Estar en el predio, los entrenamientos, tomar mates con los utileros. Es un lugar sagrado. Siempre le digo a los que llegan que aprovechen cada momento porque no sabés si mañana vas a volver. Salvo que seas Messi (risas). Hoy lo miro como un “hincha”, así, entre comillas; porque también lo sigo viviendo como jugador. Sé todo lo que sufren los chicos, sigo hablando con la mayoría.
–¿Hablaste con Jorge Sampaoli en algún momento?
–No, sólo lo salude cuando me acerqué al hotel en el partido contra Uruguay. No lo conozco tanto, pero me parece que es un tipo que está capacitado. Que tiene las cosas muy claras y eso es importante. Todo lleva tiempo y en Argentina es difícil tener ese tiempo. Después de haber llegado a la final, ahora la exigencia es ganar el Mundial.
–¿Cómo viviste el silencio con el periodismo?
–Entiendo las dos posturas. Entiendo que hay periodistas que intentan hacer periodismo con lo que pasa dentro de un campo de juego, pero otros buscan lastimar. Al jugador le duele mucho cuando te critican extrafutbolisticamente.
–¿Por qué creés que hay tanta saña?
–El que hace el gol sale en la tapa y al que lo erra, lo matan. Pero el fútbol es un equipo. Para ganar ciertas cosas necesitás jugar bien y tener un poquito de suerte. Vos fijate que el gol que nos hace Alemania en la final es un golazo, un gesto técnico de crack. Y nosotros tuvimos muchas más situaciones para ganarlo ¿Qué nos faltó? Suerte, fue un partido impresionante el que jugamos. En ese Mundial salimos desde el predio de Ezeiza con mucha incertidumbre por parte de la gente y se fue formando todo, fuimos de menor a mayor. El día que pasamos esa barrera de cuartos de final que no podíamos pasar, el hincha pensó que estábamos para grandes cosas y nosotros también nos sacamos esa mochila. Nos embalamos y creíamos que la final estaba cerca. Dejamos atrás a Holanda e internamente después de lo que había pasado con la jugada de Mascherano a Robben y los palos contra Suiza creíamos en la “suerte del campeón”, aunque no lo decíamos. Pero esa fortuna no la tuvimos contra Alemania.
–¿Volviste a ver alguna vez la final?
–No, no lo vi nunca más. Porque pensás “la puta madre, estuvimos tan cerca”. Es un recuerdo muy duro y difícil de sacártelo de la cabeza. En cualquier copa o torneo, siempre volvés a tener otra chance al año siguiente. Pero llegar a la definición de un Mundial es demasiado complicado. Te queda el orgullo de haber estado ahí.
–¿Se puede superar la carga negativa de las derrotas?
–Creo que perder las dos finales de la Copa América fue el detonante de todo lo que pasó después. Hasta la final de 2014, el grupo había logrado algo muy importante. Hacía mucho tiempo que no se llegaba al último partido de un Mundial. Hasta que no ganes algo, esa energía, o mochila, como quieras llamarlo, no la vas a poder sacar. Pero la camiseta de la Selección obliga a eso.
–Ganan millones de dólares y tienen comodidades diferentes al resto ¿Cómo se hace para no marearse?
–No es sencillo, pero tienen los pies sobre la tierra. A mí me ha pasado cuando estuve en la Selección o jugando en Europa que se te acercan muchas personas a ofrecerte cosas o decirte tal otra. Pero ahí es fundamental el rol de la familia. Yo por suerte tengo una que siempre me acercó a la realidad. Igual, fui muy tranquilo a lo largo de mi carrera. Cuando te va bien no estás allá arriba, ni cuando te va mal estás hundido. Es clave mantener un equilibrio.
–Siendo amigo y con tantos años de relación, ¿Messi te sigue sorprendiendo?
–Cada vez sorprende más. Me encanta ver a Barcelona, lo miró por él. Bueno, también por Luis (Suárez), que fuimos compañeros en Liverpool. Pero lo de Leo es impresionante. A veces cuando nos entrenábamos en la selección con Messi pensaba que si no lo podían parar los jugadores de Europa cómo iban a hacer los chicos sparrings para parar este extraterrestre. Era imposible, nadie podía. No es normal cómo juega. Es algo muy lindo para el espectador poder verlo en una pantalla o en el estadio. Y ni hablar alguien como yo que soy contemporáneo a él y pude compartir una cancha por muchísimo tiempo.
–Jugaste con uno de los mejores de la historia, estuviste en los mejores estadios del mundo ¿Tus amigos del barrio que te decían?
–Siempre me dicen: “¿Vos te pusiste a pensar con quién jugaste?” o “¡Mirá dónde estuviste!”. Cuando uno se tranquiliza un poco, te ponés a pensar y decís “¡Mierda!”. Me tocó compartir vestuario con grandes jugadores o vivir cosas increíbles que, como yo vivo tan común y normal el día a día, no te das cuenta.
–¿Cuál es la clave de tu vigencia?
–Tenés que entrenarte siempre al máximo, porque si no es muy difícil. Como está todo hoy tan físico, muy técnico y táctico, no podés dejar nada librado al azar. Si yo con 37 años no me cuido, no puedo jugar en el alto rendimiento.
–¿Cómo es hacerse cargo de un penal definitorio para llegar a la final de una Copa del Mundo?
–A veces me pongo a pensar por qué me tocó a mí o cómo sucedió lo del gol a México. Situaciones puntuales que a veces mis amigos me joden y me dicen: “Vos estás tocado con la varita”. Algo de eso puede haber, aunque lo más importante es estar en el momento y con la tranquilidad para definir partidos o series. En la tanda de penales siempre soy de patear primero, tercero o quinto, pero a Sabella le pedí el cuarto contra Holanda. No me preguntes porque, me salió. Y mirá cómo se dio la ronda que definí yo. Si bien no soy de patear fuerte, ahí ya estaba convencido de que iba a apuntar para arrancarle la cabeza al arquero. Por suerte la pelota entró.
–¿El mejor regalo de cumpleaños te lo hizo Ustari?
–La verdad que sí, fue uno de los mejores. En su momento Oscar me había dicho que tenía la pelota del gol a México en la Copa del Mundo de 2006, pero yo me olvidé. Y el año pasado se me apareció con la pelota, que ya tiene su lugar en el museo que quiero armar. Ustari es una de las mejores personas que conozco del mundo del fútbol. Un tipazo y con grandes condiciones. Es una pena que haya sufrido tantas lesiones.
–Todos los que pasaron por Pekerman coinciden en que fue uno de los mejores entrenadores de su carrera ¿Cuál era la clave de su conducción?
–Fue el entrenador que más pude disfrutar. Era como un padre para nosotros que nos guiaba adentro y afuera de la cancha. Aprendimos mucho del día a día y, sobre todo, cómo manejarnos con el tema del dinero, la fama y el periodismo. Cosas que si no estás bien parado pueden afectar tu carrera. Hacía hincapié en respetar al compañero, nunca subestimar a nadie y tener equilibrio.
–¿Qué te ves haciendo en el futuro?
–Estoy disfrutando lo que me queda de carrera. No sé si será un año, dos años o lo que sea. Todavía sigo pensando como jugador. Pero como entrenador no me veo, capaz en cinco años cambió de opinión, pero me veo muy lejos de eso.