Cuando este gobierno, con estas políticas, hablaba de “pobreza cero”, desde el primer día los curas opp decíamos que sólo se podría hablar de “cero” o bien si mataban a todos los pobres, o si lo decían desde la mentira. Ambas cosas están en funcionamiento. Muchos del núcleo duro aplauden el asesinato de Juan Pablo Kukok (demasiadas K en su apellido), o se desinteresan de los asesinatos de Facundo o Rafael, de la muerte inducida de Santiago y tantas víctimas de gatillo fácil. Pasaron los tiempos en que la muerte de Maxi y Darío fue la sepultura política de uno. La prensa mejoró el modo de in-comunicarlo. A los pobres o con los pobres, se los invisibiliza, estigmatiza y no existen. ¡Listo! El hambre y la enfermedad harán el resto.
Por otro lado, desocupaciones en masa, tarifazos a granel, aumentos de todos los productos, especialmente de primera necesidad, baja de sueldos y jubilaciones, todo eso es llamado crecimiento invisible. Hemos de reconocer que con el enorme aporte de los medios de comunicación (mentimedios los llama Mempo) todas las palabras son resignificadas para bien de pocos y mal del resto. Y remedios que antes eran gratuitos, ahora tienen descuentos, a los aumentos los llaman sinceramiento y a la desocupación transparencia. Por no hablar de mafias que curiosamente ya no son sus amigos o cómplices sino los otros, todos los otros.
Quienes caminamos los barrios, y quienes somos amigos de otros que también los caminan no sabemos si reír ante el anuncio del presidente de la baja de la pobreza o si gritar. Como dice Paco en su nota de este diario, dos más dos es cuatro (salvo para éstos) y basta con mirar con qué ingreso una familia se considera pobre, con cuánto se considera indigente; y después mirar (pero no mirar lo que nos hacen mirar sino a nuestro alrededor): ¿cuánto es la jubilación mínima (especialmente post saqueo previsional)?, ¿cuánto es la AUH?, ¿cuántos tienen trabajo informal? A la gente que está sobre-viviendo a los bordes de los arroyos en Quilmes o del Reconquista, o a los que acampan en la avenida Lamadrid, ¿la contaron, o sólo hicieron las mediciones en Nordelta? Los isleños del Delta, ¿valen, o sólo contaron las empresas inmobiliarias de la zona? Cartoneros, carreros, limpiavidrios, ¿cuentan, o sólo pasan el trapo del Indec en Barrio Parque? A la gente que come en los comedores o los chicos que mal-comen en las escuelas, ¿la incluyó Todesca o en esas partes sigue de apagón y sólo suma en Recoleta y San Isidro? Un gobierno habituado a las puestas en escena, que muestra a un presidente saludando a palomas es coherente con los anuncios de ayer. Y frente a esos anuncios, o bien podemos reírnos (lo que no aporta demasiado, porque queda en casa), podemos creerles (lo que aporta menos todavía, porque sólo les sirve a sus negocios, que de eso sí saben, y allí no hay ceros más que a la derecha) o podemos decirles que mienten. Lamentablemente, eso también lo saben; Goebbels se los enseñó y Jaime se los repite. Y esa la aprenden bien. Lamentablemente, hay gente (creemos que cada vez menos, ¡y lo saben!) que elige creerles: le metieron demasiado odio, no quiere creer que fue engañada por no querer mirar, o tiene un síndrome de Estocolmo preocupante. Tocará recordarles el dicho de que “la TV miente, la heladera, ¡no!”, o que ese ruido de la panza de tu hija, ¡se llama hambre!, no sinceramiento. Lamentablemente, ese día llegará. ¡Y lo saben!
Mi viejo decía, “a fulano no le creo nada, y si me dice ‘buen día’ busco un paraguas”. Viendo la realidad, viendo la situación de los pobres, y escuchando el discurso oficial, más que a buscar un paraguas me dan ganas de gritar “¡a los botes!”
* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres.